Odios. Odio hacia él. El director de mierda. Que me parece pésimo, eso quiero decirle. Que tiene serios problemas de comunicación y de empatía que se reflejan en su trato a la hora de relacionarse con el equipo y que me parece pésimo su trabajo con nosotros, los actores. Su soberbia no es más que el reflejo de la frustración por lo que no hizo como actor. Es una vieja escuela. Un tipo de talento reducido.
Todos me aconsejan lo mismo, que sólo preste atención a la actuación, que disfrute eso. El otro día miraba por la ventana del teatro y me decía: the chef is delivering. Está ocurriendo, al final el proyecto se acerca a un resultado.
Siento, sin embargo, violencia. Voy entre la violencia y la tristeza. Tristeza por cómo devino todo. Pero al final va a salir, va a ver la luz el proyecto.
Me da miedo convertirme en él, ser como él.
Buscar en el sexo, refugio; en un hombre, en la sensación de juego amoroso, la salida a esta pesadumbre. El tiempo en soledad me obliga a pensar, y entonces temo.
Es un lindo fin de semana de descanso. Esta noche ensayaré. Nos sacarán unas fotos. The chef is delivering. Sólo tengo que confiar, ¿no es así?
*
No nos gusta que haya agregado eso al nombre, no nos gusta la sinopsis. Pero al diablo con todo. Supongo que tengo una obra, y que es lindo, y que lo anunciaré.
Me hace falta la tranquilidad, la relajación, debo irme unos días, alejarme de todos, no ver a nadie, no escuchar nada de esta cotidianidad. Dos semanas de vacaciones.
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Luego, la paranoia de la marihuana hace que me ponga triste. Me hace falta el vino tal vez. No tengo ganas de cocinarme, pero siento que debo comer, alimentarme. Aunque sea siempre lo mismo.
Odiar. Dejar pasar.
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Y ahora que quería hablar con Áspora no aparece. Comentarle la pelea ayer previa al estreno con la asistente de dirección.
Y que el deseo siga siendo terminar con todos, terminar con ellos. Actuar, por supuesto. Siempre el hecho escénico, la alegría y la adrenalina del momento lo supera todo.
Es una lástima haberme peleado, me queda un mal sabor. Y lo peor es que no quiero reconciliación, quiero simplemente terminar.
Y siento que necesito una guía o alguien con quien conversar. Supongo que estaré bien. Alguien que me abrace. Tengo miedo. Y tristeza. Y odio, siempre el odio.
Entonces entro a alguna página sobre tarot, a ver si me dicen algo tranquilizador: a veces necesito que alguien me diga que todo va a estar bien.
Es gente triste y no es el camino a seguir, no son con quienes debo estar y continuar.
Necesito comprar las cortinas el próximo mes. No debo gastar de más.
Y el muy imbécil del director que me pone: “no se puede hacer teatro solo”.
Todo en Instagram.
Así están las cosas.
Que el tiempo pase. Y esta tensión afloje. Y termine por fin este proceso.
Quiero hacer tantas cosas. Paciencia, eso escribió el chico de redes en la foto de mi personaje. Eso necesito yo: paciencia. Quiero ir a Colombia, ver a mamá, eso es lo que realmente quiero. Pero también quiero viajar por acá o a algún lado diferente. A Europa. Y siempre llego a la misma conclusión: debo hacer más dinero, debo ganar más. No puede ser que viva ahí metido… Y entonces pienso que debo ver lo bueno, que debo agradecer, que debo ser positivo.
Ellos, la gente, los demás.
Ese día vinieron a casa. ¿Por qué tengo tantos problemas con personas? Quisiera que los vínculos humanos fuesen más fáciles, más tranquilos.
Ayer estaba caliente.
Encuentro en la publicación de estas líneas el regocijo de que el tiempo invertido sirve para algo. No sé bien para qué, pero por lo menos no se quedan encerradas mis letras.
De nuevo, ellos. Son más de las ocho de la mañana. Debo ir a trabajar. Me senté a tomar café. Qué suerte que el efecto de la medicación es menos ahora, pienso. Aunque no pensaba escribir sobre eso. Me he peleado con la asistente. ¿Cuántas veces voy a escribir sobre la oscuridad de esas gentuzas? ¿Es acaso mi parte gris que se ve reflejada en ellos? No los quiero. Son la gente que hemos conseguido.
El sábado vinieron a casa amigos, amigos de Raira. Éramos doce en total. Han quedado resabios de la fiesta (aunque no fue propiamente una fiesta). Se han olvidado un paraguas y alguien ha roto el cesto de la basura. Además, se ha corrido el esmalte en un pedazo de la pintura de la cocina.
Necesito vacaciones. Vacaciones reales. No hacer nada, dedicarme a escribir y a fumar marihuana. No hacer nada. Solo descansar. Pero hoy no es ese día. Debo lavarme bien, e ir y vender mi tiempo.
Y yo que soy pesado, intenso, y no controlo la furia que me brota por los poros. Si pudiera controlarla, si pudiera respirar. ¿Pero no es conveniente a veces estallar? Sólo a veces. Poner a esa gente en su lugar. Pero debo ser amoroso, me digo después. Hay formas de formas. La pendeja desubicada y su deseo de mando. Tuve que decirle. “Por favor, no me apures más”. Y el negligente subió a defenderla. Que había que estar listos media hora antes, dijo, que él lo había dicho. Mentía.
Ahora es tiempo de funciones. Quiero disfrutar más.
Violencia. Anoche soñé que alguien me preguntaba si había vivido en España yo. Soñé que me había cagado también.
Violencia contra el director imbécil ese, contra la gorda altanera, gente podrida.
Y mi futuro, y ese trabajo, y pasarme las horas ahí con la contradicción de sentirme agradecido por tener trabajo, pero sintiendo que son demasiadas horas y que la recompensa, el salario puede ser mejor.
El mundo está lleno de gente herida que no supo superar sus traumas, y que entonces van dolidos aferrados inconscientemente a su dolor, a su pared de mierda.
Es una lástima que el proyecto no continúe el año que viene, no quiero seguir con ellos. Qué difícil el teatro independiente.
Y entonces estoy enojado, sin tiempo. Y si no vendo, no comisiono.
Y tener que buscar trabajo. Me entristece: ¿cuál es la opción? ¿Estar en una oficina?
Y ahora, el reel, que es otro gasto importante de dinero, de energía y de tiempo.
Con la marihuana pienso y pienso, pero no escribo.
Es raro el trato que me da el profesor de escritura. Creo que debo llevar algo pronto, pero no quiero trabajar en los cuentos que ya tengo hechos. Y crear uno nuevo es muy complicado, no me es tan sencillo.
Y ahora me harán esa entrevista laboral, pero sospecho que el sueldo no va a ser bueno.
*
Domingo.
Es como si al ver fotos de otros, de algunos no de todos, quisiera que no fueran felices sin mí. Me pasa con Dickinson: guardo, he podido percibir, cierto resentimiento cuando veo que sigue su vida, que no me incluye, me siento dejado de lado. Pero al mismo tiempo no quiero estar en ese grupo yo. Sólo quiero ser invitado, considerado superior y decir que no, que noten mi desprecio hacia ellos. Me siento despreciado, y soy yo quien debe despreciar.
Agradecido por tener luz eléctrica cuando cae la noche, por ejemplo. A veces me siento agradecido.
He fumado mucho últimamente.
Me gusta este departamento. El tucumano que vino el sábado en la madrugada, temprano, a casa digo que era “alto estudio”.
No quiero prepararme comida. Quiero irme de fiesta, el alcohol me incita.
Pero mañana es lunes. Y debo trabajar, ganarme el pan.
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Martes.
Llegar a casa.
El taller de escritura. Al parecer funciona ese cuento, tanto lo he trabajado. Falta más. De eso se trata. Hubo asistencia completa hoy, reí, me divertí.