Mi inteligencia emocional (y algo de astucia)

Pensando en lo mismo. Y en lo harto que me tiene esta autogestión, y en cuánta incertidumbre y ansiedad me genera que todo haya quedado detenido.

Domingo. ¿Qué hacer hoy? Hace días quiero ir a comprar ropa, pero quiero ir a nadar también. Debo limpiar el piso. Amanezco triste. Desde hace tiempo vengo así. Estoy cansado.

*

Y entonces quedar yo como el malo simplemente porque digo mi verdad con formas fuertes. El desprecio que me generan, que me genera la estupidez, la negligencia, la ignorancia y la poca claridad del director mediocre ese. Pediré disculpas, claro. Guardaré mi ira, lograré trascender.

Y Raira, y ese lugar de superioridad moral en el que se ubica, cual jueza de lo que es correcto e incorrecto, desprecio su dedo acusador, y su falta de pasión. Anhelo no tener más nada que ver con ella. Ya lo he escrito antes. No eliminaré estas líneas. Así me arrepienta después. Sé que hay algo que aprender de todos. Alejarse de la humanidad, que lleva lo miserable en lo más profundo de sí, esa es la mejor opción. Estos proyectos autogestionados…

Y al final, se hará lo que el imbécil y confuso directorsillo quiere porque yo no supe manejarme con formas correctas. El fascismo de la corrección política.

Hay algo de cierto en que detesto a la mujer esa tan solo porque es de Macondo también, como yo, y hay algo de cierto en que recuerdo ahora la vez en la que fui asistente de dirección yo en Colombia. Pero llegó con un ímpetu y un tupé que no tolero. Gente inmunda.

Mi soberbia. Ahora debo hacerme el arrepentido. Un poco lo estoy, no voy a mentir del todo: arrepentido de las formas. Pero lo que pensaba antes, lo sigo pensando. Y el imbécil se sale con la suya en varios aspectos. Ser mediocre. Y sus capacidades pobres chocan con el ideal mío (el ideal puto) de un buen director, de un buen ser humano.

La mirada de juicio, de reprensión de la tan falta de garbo Raira cuando golpeé por accidente la silla. Yo quiero actuar. Pero también quiero terminar con ella el vínculo lo más pronto posible. Que sea una compañera más, una actriz más. Y listo. Que salga de mi círculo de amistades. No la soporto desde hace tiempo. Solo dedicarme actuar. Preservar las buenas formas por actuar, porque este es el único proyecto en el que estoy por ahora. Y que si tuviese más opciones ya hubiese abandonado hace rato para no tener que verlos más. Al director imbécil, por supuesto. Pero a ella también, y al fascismo de humana miserable que hay en esa creencia de que es buena, mejor ella, en esos juicios de mierda. Ya pasará. Ya vendrán las funciones, y después no la veré más.

Paz mental. Eso necesito. Y el contacto con estos seres definitivamente me trae lo contrario. ¿Por qué? ¿Por qué veo tanto esta condición que llamo miserable en lo humano? Y no digo que no la vea en mí, que no me reconozca en ellos. Pobres somos.

 

Y entonces, un aire de libertad. Trabajaré a medias. He venido a casa. Me he olvidado el teléfono en casa, así que vine. Le he dicho que a mi jefa que vendría y me quedaría aquí.

Soy un hombre histérico. No sé cómo apaciguar mi furia.

Trabajo desde casa. Ingreso a las páginas esas de contactos. Quiero abstraerme. Abstraerme más aún. He fumado un poco de marihuana. Afuera llueve. Busco sexo en las redes. Como si me acercara al círculo. Recuerdo esos días en Bogotá. ¿Por qué tengo tanto odio adentro? Mi mal manejo de la ira es un problema. Soy una persona difícil. No debo decirlo así, expresarlo así. El mundo y sus porquerías. Es verdad que no puede uno considerarse superior. Eso decía mi abuela.

Por un día de no hacer nada, por un día de “hacerme la rata”, no me va a pasar nada.

Y al final, me masturbo, qué más da. Al final no consigo nada en esas redes, y entonces me quedo en casa. Y no he comido. Y me siento mal, triste, aburrido, como si hubiese perdido un norte; y el día afuera, invernal. La marihuana no es suficiente para retener mi conciencia, para detenerla, quiero decir. Quisiera hacer mil cosas, pero no me animo. Es como todas esas veces en las que sentí que un varón, que el encuentro con un hombre, que el amor de un hombre podría salvarme.

Y no quiero pagar. Ya pasó el día. Las cosas van a estar bien. Aunque me sienta culpable ahora por haber venido a casa y no haber vuelto a la oficina, culpable por la represión y apesadumbrado por el deseo de no pedir…

*

Amanezco triste. Debo escribir. Debo ir a trabajar. ¿Qué será de mí?

Un poco arrepentido, sí. Pero al mismo tiempo con todo este odio adentro que no pude controlar, que no pude retener. No debí fumar ese día, es cierto. Culpable. Y al mismo tiempo con la soberbia desbordada de no querer admitir mis errores.

 

Mi jefa ha vuelto a su condición de arpía. Ha ganado los kilos que perdió y con ellos hizo volver todo su odio de mujer mala, su soberbia.

No debo enquistarme. Solo recordar que no es buena, que se pone una máscara cuando le conviene.

*

Ya pasará. Como todo. El orzuelo. O chalazión, lo que sea. Las de la oficina se han burlado. Mi jefa también. Mujer arpía.

Pediré disculpas. Ensayo ahora mi discurso. Y tal vez les envíe un mensaje al director y a la asistente antes del domingo, así la situación es un poco menos incómoda el domingo cuando los vea. Aunque seguramente charlaremos.

No estoy de acuerdo con que él registre el texto como adaptación, tampoco con que cobre su parte del borderaux, es decir de lo recaudado por las entradas, si no asiste a la función. Pero no pienso discutir más, no pienso pelear más.

 

Laitan me dice que no le preste atención a mi jefa, que estoy en mi derecho de faltar si me lo ha dicho un médico: y me han dado reposo por 72 horas.

Dante me dice que se debe al estrés. El asunto es molesto.

Hoy por fin pude dormir. Fue una semana triste. Viene así la temporada. Es el fin del invierno. Eso me alegra. Escribo por escribir. Por liberar los pensamientos de la mente.

Soy una persona que se ofende fácilmente.

He decidido venir a este país, y ahora estoy inmerso en la clase media. Y veo pobreza a mi alrededor, vivo en un barrio de clase media baja.

Confiar. He perdido cierta conexión con… ¿cómo decirlo? Con una guía espiritual, como si no tuviera un norte. Dante me dice que aproveche para desconectar. Pero no puedo. No dejo de pensar en esa oficina, de donde obtengo todo lo que compro o consumo. Algún día trascenderé. No es para siempre, es pasajero, y ya encontraré alguna manera de obtener dinero de algo que me resulte más placentero.

¿Qué es esto? Y no puedo dedicarme a aborrecer, a odiar, a descubrir el mal en el otro.

 

Tengo miedo por mi racismo, porque me descubro aspiracional y odiando a las personas de una clase baja con la que me identifico, tengo miedo de no superar esto, y ser un tipo maltratador. El que ha sido maltratado y entonces maltrata ahora: eso me pasó con la asistente de dirección. Eso y que no puedo superar el odio a la cultura de la que vengo.

Y temo no superarlo y ser la persona enquistada en sus odios, repitiendo patrones de maltrato. Como replicando lo sufrido.

Pero debo seguir yendo ahí, no puedo tirar todo por la borda porque es eso lo que paga mi vida.

 

Ahora es de noche. No quiero hacer nada. El ojo molesta. Sigue hinchado, muy hinchado.

Ya va a pasar. Todo esto. Toda esta agitación.

Soy un buen hombre. Es cuestión de dejar que pase esta tormenta.

Y lo mejor será, como dice Laitan, no prestar atención a la mujer que hace las veces de mi jefa.

*

Que todo tiene una correlación espiritual, ya lo creo. Sigo con el ojo hinchado. Por experiencia con los orzuelos, recién al tercer día empiezan a bajar. Por suerte me han dado licencia.

 

Les he enviado un mensaje al director (pobre tipo mediocre) y a la asistente. Ahora debo relajar. Hacerlo por mí.

¿Cuáles son los valores que quiero defender, cuáles los valores por los que quiero ser recordado? Independientemente de considerarlos esto o aquello, no quiero ser el tipo que ofende.

Quiero ser el hombre que reconoce sus errores y que sale adelante a pesar de ellos, el hombre que crece.

Y que aquello que no me gusta de los otros es parte de algo que no puedo aceptar en mí, aprender de mí.

 

Y que es merecido el descanso, aunque fuese forzado, aunque mi jefa, la cerda mala, me odie por faltar, estoy en mi derecho. Mi salud es primero.

 

Ellos no han contestado. El directorsillo y la asistente. El domingo habrá una charla de aquellas. Debo pedir disculpas en público. Por mis malas formas, por haber estallado, y por haberla maltratado a ella. Aunque él me parezca un tonto, debo hacerlo. Aunque piense que él ha tenido errores, maneras de actuar que me han sacado de mi eje, aunque piense que es un verdadero imbécil, elijo tomar lo que dice Raira, y hacerme cargo de mis errores, y allá ellos. Y todo sea por hacer el proyecto, por actuar, y terminar bien esto que empecé ya hace tanto y que ahora anhelo que termine.

Y ahora leo sobre el concepto de proyección en psicología, sobre lo importante de pedir disculpas.

De algo estoy seguro: es la última vez que participo en un proyecto de este tipo, autogestionado, donde los límites de las tareas no son claros y uno termina haciendo de más, y el otro, tal vez sin saberlo, regocijándose en la ignorancia. Solo participaré como actor. Y si produzco, que sea contratando y pagando, y no en esta nebulosa de cooperativa en el que hay que construir consenso, todo con el fascismo de la corrección política, de las formas lindas.

Que todo sirve para aprender. Que sigo aprendiendo. Y que debo ser inteligente (y un poco astuto también) para lograr mis objetivos.

El domingo iré a ensayar. Y entonces habrá una charla. Y todo seguirá su cauce. Y veré qué pasa. Y el tiempo exaltará las virtudes de quien las trabaja. Y ahora me mantendré tranquilo, me mantendré en calma. Depositaré mi ira en estas líneas, me desahogaré con Dante, con las amistades, y todo estará bien, siempre y cuando yo me mantenga tranquilo. Ya pasará. Será pasado. Recordaré esta como a época en que lidié con el director imbécil por el único fin de sacar adelante este proyecto en el que tanto esfuerzo hay. Inteligencia. Y un poco de astucia.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

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