Vuelve la adicción. Eso quiero escribir desde hace rato. Me pasé el día pensando en el momento en que podría relajarme, es decir, fumar marihuana.
Mi amiga ecuatoriana está acá. Pero es tarde para irme hasta el barrio donde vive Laitan. Mi amiga ecuatoriana se aloja allí, en casa de Laitan.
Quisiera escribir más, pero debo hacer la cena. Debo dormir después. Algo de culpa siento por no ver hoy a mi amiga ecuatoriana. Pero supongo que podré vivir con eso.
Ya me siento más pesado: después de todas las comidas extras.
Es mejor no enroscarme, no pensar de más, la gente es sólo gente. Es otro el momento para negocios, acá lo que importa es el arte, no debo enroscarme con las actitudes de los humanos, no debo desconfiar, mejor dicho. Debo confiar. Lo digo y me lo pregunto.
He quedado un poco entristecido de la charla con estas personas, acongojado por el avasallamiento de esa mujer (socia de otra que nos ayudó a conseguir los subsidios) y el director.
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Y la chica de Macondo, típica exponente de esa cultura cerrada, triste y pobre, me pregunta ayer que por dónde vivía yo allá, y le digo las calles, y me dice enseguida, que cerca de ella: quiere enviarme un mensaje, que es de un buen barrio también. Bueno, malo, cosas tan relativas. No quiero escribir palabras hirientes, no quiero juzgar más, es tan sólo que desprecio esa cultura, lo que viene de ella.
Y para qué hago lo que hago. El director. Los números, la producción, la reunión de ayer, y la miseria de cada uno, hacemos lo que podemos con la vida que se nos ha dado. Y debo compartir lugar ahora con esos miserables para poder hacer un poco de arte, un poco de teatro. Ya lo he dicho: no quiero escribir palabras hirientes, pero tampoco puedo negar el desprecio que me producen, que me genera trabajar con ciertas personas. Y yo sólo quería actuar, hacer arte. Pero hay que lidiar con los egos y con las personas. Lidiar desde la condición propia, que es ya bastante atormentada.
Quiero escribir la sensación de querer irme de esta cultura también: ayer después de la reunión y de ver el lado comerciante de ese par de personajes. Y envolverme en todo eso tan solo por el deseo de arte y de estar en el teatro. Pero me agota encontrarme con esos mundos. Desprecio. Quisiera entrar en una producción, actuar y ya, nada más, no todo este entramado de cosas que me hacen ver la inmundicia humana, la mediocridad, el ego por el ego con talento mediocre. ¿Y yo? ¿Cómo mantenerme humilde en medio de este mundo y así ganar por el solo hecho de aprender? Estoy confundido.
Me desanima. Es eso: encontrarme con tantas cosas por hacer y tantas cosas por resolver, con tantas personalidades que me producen repulsión, que sea tan complejo y difícil, me desanima.
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Danza. Un queso. Eso pensaba decirle a Raira tal vez, que no me va muy bien, “soy un queso”, pensaba decirle. Mañana ensayo. Aún no me sé el texto completo, me cuesta el final. El arte me mantiene vivo.
Paranoias: que el tipo del masaje me haya contagiado alguna enfermedad venérea. Sufro con eso, con los miedos después de los encuentros. Hoy he ido a hacerme la resonancia por lo de la vista (ya han descartado que sea algo de la visión y quieren ver si es neurológico), pero los síntomas desaparecieron, y ahora dudo de si han existido alguna vez; el caso es que he ido a hacerme la resonancia y resulta que he pedido mal el turno.
Espero que todo llegue a buen puerto, que la obra salga bien, que el amor por el arte sea más fuerte, que hagamos un espectáculo digno y que crezca, espero no dejarme llevar por la animosidad contra eso que veo del director, cierta ceguera, podría llamarlo, los límites en las capacidades del soberbio.
No es poco lo que he logrado en estos dos años.
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Aún no son las nueve. Ya estoy en pie. He dormido. Voy a ensayar. Y está pendiente aún la conversación esa con el director y la asistente: como saben que hemos ganado algunos subsidios, más específicamente el directorsillo, entonces está ansioso por saber la cantidad que va a obtener. Y nosotros, un poco por negligencia y un poco por desconocimiento, no hemos definido bien las cuentas. Así que hoy después del ensayo, vendremos a casa con Raira y Dante y tendremos una reunión de producción. Quiero salir ya de eso. Espero mantener la calma. No hablo de hoy, sino de acá en adelante: queda mucho por hacer, la etapa más compleja.
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Domingo.
01:46hs.
Por momentos, culpable. Por momentos, vuelvo a encolerizarme, a sentir desprecio por él. Hablo del director, y sus formas. Hoy he tenido un encontronazo fuerte, espero no se vuelva habitual: un poco harto me tiene.
En realidad, lo detesto. No me gusta, no me cae bien, lo considero torpe y veo sus limitaciones. Me asusta, como siempre con este tipo de personajes, ser como él.
Ha sido una semana intensa. Quisiera escribir más ficción.
Espero que salga algo lindo de esa obra, espero que las funciones sean una etapa más bella, más relajada que toda esta intensidad.
Ahora estoy mejor, es cierto. Debo ver la abundancia. Tengo miedo a migrar, pero la Argentina es un lugar que se muestra hostil. El mundo entero lo es, pero la Argentina se ha empobrecido. ¿Hacia dónde ir ahora?
Me haré el reel, las fotos. Proyecto el año 2020 en este país. ¿Y luego? Migrar significa empezar de cero.
No debo tratar mal, responder mal, pelearme, los tormentos después se me hacen pesados.
Espero que todo esté bien, que todo se solucione.
13:59hs.
Tomé un cuarto de pastilla para dormir anoche. Me debato entre ir a nadar o quedarme en cama, simplemente, viendo alguna película, leyendo tal vez. Debo corregir el cuento ese, debo enviar algo al taller, y hoy es el día, hoy debo dedicarle tiempo.
Las cuentas, los números, Argentina. Este mes no ahorré. Tampoco compré los zapatos. Compré otras cosas, pero no los zapatos: no encuentro unos que me gusten. Ayer fuimos a cenar con Laitan y mi amiga ecuatoriana, luego fuimos al bar gay. Los hombres, la noche, los latinos. Ya no quiero establecerme aquí. ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo no desesperar? Estas ganas de irme al primer mundo, de conseguir más y más privilegios. Pero estoy bien ahora, ¿por qué apurarme? No quiero ser el hombre enojado, el hombre que responde mal, el hombre que se fastidia rápidamente, ¿cómo dirigirme a un camino de mayor paz mental, paz de espíritu?
Desayuno un batido de desintoxicación: manzana verde, pepino, hojas de perejil, jengibre y algo de limón. Me nutro.
¿Soy feliz?
La pregunta de siempre: ¿en qué se ha convertido esta vida mía? No estoy triste hoy. Pero me pregunto hacia dónde me dirijo. Tengo miedo, eso sí, miedo de quedarme siempre en una oficina y no salir adelante, no crecer, no prosperar.
Mamá y las locuras en Macondo. Esas vidas. ¿Y yo? ¿Cuándo avanzaré, cuándo viviré una mejor vida, cuándo ganaré más dinero, cuándo viajaré?
Es como si no estuviera conforme, como si no pudiera aún dar un paso más y quiero más. Y, como si aún esperase que alguien viniese y calmase este dolor que no entiendo bien de dónde sale, este inconformismo constante.
Qué apuro hay, insisto en preguntarme. Ya vendrán mejores momentos.
Quisiera estar con un hombre hoy, uno que me guste, dormirme ahora abrazado al cuerpo de un alguien en quien encontrar sosiego para esta soledad.
Horas en las que no sé qué hacer, en las que la nostalgia se apodera de mí, el miedo, la soledad. No quiero repetirme.