Crecer en la crisis

Sábado. Quisiera no hacer nada. Nada de nada. Los asuntos de producción de la obra me llevan energía también. Todo lo que cuesta producir, todo lo que implica.

Días de descanso. Pero de actividad con el asunto del montaje. No quisiera irritarme. Arreglar el pago de las personas que harán parte de la producción, hablar con el uno y con el otro. Y todo me produce molestia, como si estuviese cansado de consensuar, negociar, percibo en mí un oscuro deseo por imponer, aunque esa imposición sea incluso que el otro tome una decisión por mí.

Me agoto.

Es sábado. Debo estudiar el texto para la obra. Quiero ir por las antiparras.

 

Si pudiera tener más vacaciones. Pero eso significaría, claro, no hacer comisiones. El dólar sube. ¿Votarán a este mismo gobierno de mierda los argentinos? Y si es así, ¿qué debo hacer?

Si pudiera dedicarme más a la escritura, a la vida del arte, a potenciar y disfrutar el arte que hay en mí.

*

Continúo peleándome con esos hombres en Internet. He dado una estocada: he creado otros perfiles, le he hablado al asqueroso que me ofendió. No puedo pasarme los días discutiendo. Sigue la violencia. Hoy pensaba que quisiera unos días de nada, nada absoluta. Hoy, ensayar. No quiero ir prevenido, pero no quisiera que esté esa mujer de Macondo, que no me cayó bien ya.

Como si no encontrara paz mental, tranquilidad, con un miedo, una incomodidad constante. Y tampoco he podido encontrar sosiego en el llanto: no ha venido a mí. Como atormentado por la cotidianidad, por el fantasma de los demás, que me persigue incluso en mis horas de sueño. Sueño con ese lugar que me da el dinero para vivir, con ese trabajo que detesto, esa oficina. Y detesto también que estas líneas se conviertan en mi queja constante, en lugar de agradecer, de ver todo lo bueno que tengo, que me llega, que puedo adquirir. Como si posase mis ojos más en la falencia que en la abundancia, y sé que ese no es el camino correcto, pero me pierdo en tanta cosa que hay que hacer, no encuentro más

Después hablo con mamá, la escucho alegre, y me cambia el humor, me cambia el ánimo, saber que está bien, que es optimista, me ayuda a sostenerme un poco en el camino.

 

Pensar sobre mí, escribir sobre mí, extenderme en

 

Quisiera salir esta noche. Saldría esta noche. No lo haré. Me quedaré en casa. Soy el chico tranquilo. Aún me duele la trifulca virtual con el violento aquel (violento yo también), y aún estoy cansado. He venido del ensayo, me he preparado el té. No ha sido un buen ensayo. Salieron a flote todos nuestros vicios actorales. Los que más me duelen son los míos, claro. El ego. Y llega el miedo a no avanzar. Hoy tuve miedo, para variar.

Saldría a buscar amor. Tal vez contrate un masaje. Pero no es eso lo que quiero. O no sólo eso. Y no quiero promiscuidad. Quiero un beso, dormir con alguien. Pero meter a alguien en casa, en mis sábanas, me parece tan… ¿cómo calificarlo? ¿Extraño? No quiero un extraño, quiero un lindo momento, no sentirme vacío después.

Y no quiero volver al mismo lugar de antes, ya caí ahí algún día.

Quiero viajar también. Necesito hacerme el reel con acento del Río de la Plata. No hice la cantidad de cortos que pensé este año: sólo hice uno y aún no me pasan el material. Así que tal vez pague. ¿Debería aprovechar mejor esta semana de vacaciones?

Esta presión por hacer, por ser más. Actuar, vivir.

 

Hace frío afuera. Acá adentro el aire me mantiene bien, “calentito” dirían acá.

Y qué hacer entonces durante estos días: descansar, escribir. Hacer ejercicio. Me aconsejan que salga. Pero no quiero gastar los ahorros, no quiero porque no son muchos y porque quiero irme a algún otro lugar, a otra parte lejos. Si tuviera tarjeta de crédito, si pudiera gastar así, entonces tal vez cometería alguna locura, viajaría. Pero ahora no.

Debo comprar los zapatos esta semana.

No ha sido un buen ensayo. Mi intensidad, mi formalidad, como si estuviese en una telenovela, forzado, fingido.

*

Lunes.

Amanezco pensando en las palabras, las actitudes del director. Cada uno hace lo que puede, supongo. No quiero escribir palabras hirientes ahora.

Lunes. Bebo café. Trabajo un poco, aunque estoy de vacaciones. Hoy se inician. No me iré a ningún lado. Preferí ahorrar. Leer, escribir, estudiar, andar por la ciudad, que siempre tiene algo nuevo para ver. Abastecerme. Quiero decir, comprar.

El dólar sube. Yo quiero un poco de vino, un poco de sexo también, pero no me atrevo a salir de casa, a llamar al masajista, ¿para qué? Tampoco tengo sueño. Ahora descanso. Mañana iré al taller de escritura. Tal vez quiera nadar un poco, tal vez me gane la pereza, la modorra de estos días de vacaciones, en los que observo cómo el país que elegí como mi casa se derrumba una vez más.

Y mientras tanto escribo sobre mí. Como si no tuviese imaginación ni ganas de más.

*

Amanezco preocupado. Los números. Estar de vacaciones. La inestabilidad argentina. Como si no pudiese disfrutar de las vacaciones, como si esa oficina fuese una responsabilidad que me atemorizara, porque dependo de ellos: la sensación es parecida a cuando me mantenían mis padres, el miedo está adentro de mí, y si me desprendo del mundo de la oficina, de esas labores, así sea por unos días, entonces percibo que estoy atado, que dependo.

Estoy de vacaciones, pero no puedo desprenderme de asuntos del trabajo: parece que he cometido un error.

Ayer bebí una botella de vino. No puedo soltar esta preocupación. Como si el tiempo libre no fuese merecido, como si el descanso me angustiara. Entonces quiero un refugio: nublar mi mente, drogarme, así todo esto se desvanece.

Lo siento. Soy humano, cometo errores, no se siente bien esto de cometer errores.

Como si el descanso no fuese permitido, no estuviera bien.

Y me obsesiono, me quedo pensando, el entramado de mil cosas.

*

00:49hs.

Hoy casi experimento una erección en el vestuario del gimnasio. Era la primera vez en mucho tiempo. Y no me duché. Fue lindo haber ido a la piscina. Debo hacerlo con más frecuencia. En horas menos concurridas.

En el taller de escritura, el profesor preparó unas pizzas para celebrar el cumpleaños de su esposa, y para celebrar también que este gobierno nefasto haya perdido las elecciones. Todos dicen que lo que se viene es duro. Incluso señores que han vivido más de una crisis, están asustados. Por ejemplo, ellos, en el taller, cuando les dije que tenía miedo. “Yo también”, me dijo una señora que pasa ya los setenta años.

*

10:48hs.

Incluso sueño con eso. Con el trabajo, quiero decir, no me puedo desprender. La necesidad de seguir moviendo la rueda: porque lo que haga tendrá un impacto en mi sueldo, y no quiero perderme un centavo.

El resentimiento es algo que se irá, espero. Los deseos no resueltos. Aún resuenan en mí las palabras del personaje aquel con quien me peleé en las redes, aún resuena la bronca. Tengo un poco de tos.

 

No sé muy bien qué hacer, si gastar o no. A qué dedicar las horas. He quedado de verme con uno mañana. Espero que venga, espero sea un lindo momento.

Sé que debo editar el cuento del hombre desgraciado, pero no tengo ganas de trabajar, no quiero pensar.

Mal humor. La tos me tiene malhumorado. No dejar de pensar en el trabajo, no poder darme el tiempo para descansar sanamente. La constante incertidumbre de la situación argentina.

*

Jueves.

Le dije al chico que no. Me tentaba la idea. Iba a traer marihuana. Tomaríamos cerveza. Pero las conversaciones derivaron hacia un lado… ¿cómo decirlo? Incómodo o pesado. Él hizo demasiadas preguntas, no me terminaron de gustar sus formas, y no me quise ver aquí, en mi casa, con un desconocido, como otras veces, obligándome yo mismo a embriagarme un poco más, a fumar un poco más para así entregarme más libremente al placer. Así que le dije que no. Ahora me lo cuestiono, me pregunto si debí darle una oportunidad, dármela a mí mismo. Pero la sensibilidad ahora es mayor. En esta etapa de mi vida.

 

Como si pocos merecieran el encuentro conmigo, la ley del neurótico, dicen, porque aquellos en quienes deposito yo mi mirada, esos, entonces, no me buscan tampoco como yo quisiera. Lo siento.

*

Viernes. Despertar a la una de la tarde. Avanzan los días de las vacaciones. No sé si anoche olvidé tomar la medicación. Creo que sí. A las siete de la mañana, entre sueños, lo recordé. La tomé. Me queda la duda de si la tomé dos veces.

Hoy tendré algunas actividades. Pronostican lluvias para mañana, así que me quedaré en casa.

Anoche fui donde un hombre a que me diera un masaje. Ocurrió lo que tanto deseaba. He quedado con ganas de más, como siempre.

El trabajo, la obra, los deseos de amor. El erotismo en la piscina. Vigilar con el rabillo del ojo a uno que estaba en otro carril, desearlo, era joven, delgado, más alto.

Ayer hice todo lo que quise. Vacaciones. Viajaría si pudiera, claro. Pero hay momentos para todo, me digo.

Y sigo narrando mi vida. Aún adormecido.

*

Todavía quedan rastros de mi excitación por el encuentro de anoche. Me hace feliz que salga. Me hace feliz tener proyectos como el reel y las clases de danza, el arte me hace libre. Eso pienso apenas recuerdo que tengo que ir a una oficina para pagar mi vida.

*

Que uno necesita tiempo para relajarse para darse a la labor creativa.

Hoy nos reunimos con Dante en casa. Mañana tendremos una conversación pesada con el director. La obra. Pronto estrenaremos.

 

Cuando no sé qué escribir, entonces vengo acá, me refugio en estas líneas, cuando no sé qué pensar también, me refugio en el pasatiempo de narrar la conversación de mi mente conmigo mismo, creo un amable lector.

Mantener la calma. Nadar. Ir a danza. Mantenerme entrenado. Y hacerme ver. Debo seguir trabajando ahora en esa oficina. La situación económica argentina

*

Ha vuelto esa marihuana, la marihuana. Esta es de la mala. Porro paraguayo, que en todo caso agradezco me haya obsequiado Dante ayer. Después de la reunión en casa, tales eran mis ganas que fuimos hasta su casa, lo esperé abajo, y él volvió con un poco de porro que me traje a casa y lo he fumado. Anoche. Y fui a McDonald’s. Y luego, a la heladería. Y fantaseé con irme de fiesta. Pero no. Mejor quedarme en casa, mejor comer. Ya con el “masaje” del viernes fue suficiente. Lo recuerdo y me excito.

Al frente, juegan al tennis, como siempre. Anoche he visto la luna llena desde la ventana de este lugar en el que me siento cada vez más cómodo. Es cierto que el barrio no es de lo mejor, pero estoy cómodo, seguiré creciendo. Crecer en un país en crisis, ya lo había escrito antes.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

3 thoughts on “Crecer en la crisis”

  1. Genial.. yo también quiero masajes, que alguien me enseñe a fumar porros, gritarle a un idiota que me persigue para joder mi trabajo, quiero bailar, beber cerveza y conversar con Cristhian pero no lo encuentro…. estás bien. Abrazos.

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