Escribir, siempre escribir. Pasarme la vida en estas: dándole algo de sentido a la existencia con las palabras.
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Me escribió papá. “Dime algo –puso-. Preocupado por tu silencio”.
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Mal humor. Los ánimos fuertes, la gente. La gente de contestaciones fuertes, pesadas, gente dolida. No quisiera ver a nadie, salir ahí afuera, los rostros, las caras de las personas, hablar con gente, con nadie, un espacio de silencio, más silencio. Ni quiero escribir lo que pienso para no arrepentirme luego.
Quedarme en casa, y no hacer nada.
Que lo que se escucha afuera es que Argentina está mal, dice Áspora. Es mejor no mirar noticias. Y tengo que ir, enlodarme con ellos ahí, en esa oficina. Si pudiera no hacer nada y aún así recibir dinero. Vacaciones. Es eso lo que necesito.
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Que el dolor también te hace sentir que estas vivo.
Abriré la persiana. Es de noche.
No tengo buenas letras hoy. El martes volveré al taller de escritura.
Nos han dado otro subsidio. La obra saldrá bien, será un lindo proyecto, puedo intuirlo.
Ahora beberé vino y comeré pollo con salsa barbacoa y vegetales.
¿En qué podré trabajar? ¿En qué emplearé mis horas?
Quisiera encontrar algo que me dé más… felicidad. Fullfilment es la palabra sajona que se me viene a la mente.
Tampoco quiero buscar trabajo. Ya lo estoy haciendo. No quiero nada. ¿Crisis de la mediana edad? ¿Y los hombres? ¿Y el sexo? El deseo, el erotismo, ¿dónde han quedado?
Esa gente ahí adentro tiene empleos que los hacen felices. Pero yo no. Yo no quiero una carrera en el mundo de las corporaciones. Eso no es lo que soy. Eso es lo que paga mi vida. Eso es lo que hago como mercenario, pero no encuentro ya satisfacción alguna. Y menos ahora que ha llegado nuevamente esa mujer. No me odia. Es su forma de ser. Es su inmadurez y su ser malvado, su veneno. No tomé la precaución de buscar antes de que volviera.
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Postularme a trabajos, buscar, agotarme. Un fin de semana de agotamiento puro. Anoche estaba paralizado directamente. Di vueltas de nuevo por esas páginas asquerosas, y fantaseé con la idea de verme alcoholizado, drogado, de fiesta.
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Cuando me agobio me entra la culpa: estoy mejor que hace un año. Ya vivir solo, no compartir como en ese entonces con la casera infernal, su novio pesado y el perro de ladridos insufribles, ya eso es un avance importante.
Pero me desespero, pasa que me desespero, pasa que el miedo es fuerte, el miedo logra acobardarme, el qué pasaría, me imagino renunciando, sin trabajo, y temo por todo. Además de odiar que esa mujer me hable como me habla. Es domingo y estoy bien. Debo convencerme de que todo va a estar bien.
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Me enquisto con pequeñeces.
A veces temo cambiar de trabajo. Temo también por los objetivos. Es apenas martes y la vida se me presenta angustiante, las actividades de la cotidianidad, y que no me alcance el tiempo.
Tampoco quiero enquistarme con las miserias ahí. Debo permanecer en silencio. Es el hacinamiento y tanta energía femenina, que me produce ya a estas alturas un fastidio importante.
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No quiero enojarme tanto, no quiero ser el hombre que se ofusca. “No te ofusques”, me dijo hoy mi jefa. No me lo dijo mal. Pero no quiero mostrar el enojo. Y necesitar su aprobación, aunque después despotrique yo. Y necesitar el dinero que recibo de ellos, ver a la gente.
Hablarlo con Laitan y quemarle la cabeza, como dicen acá, desahogándome. Estallar. Aunque no estalle.
Y estar hablando con una clienta por el teléfono, e intentar entrar en código con mi jefa, pero saber que a ella no le gusta que haga nada más mientras hablo por teléfono… pero llevaba casi una hora hablando con la clienta esa, me excuso ahora. Pero no quiero hacer algo que ella desapruebe, porque quiero que me quiera, no quiero que me odie, no quiero que sepa que me genera todas estas…
Y el chico fresa, que me dice que soñó conmigo, que yo me iba de la oficina, que renunciaba, como si supiera que estoy buscando trabajo, como si lo intuyera. Otra compañera, la semana pasada me dijo me notaba que yo estaba cansado ahí, “hinchado las pelotas”, dijo. Se me ha de notar, supongo. Pero no puedo, lo pienso, lo charlo con mi prima que vive en Australia, y no sé, no sé qué hacer, no sé si en otro lugar me vaya a sentir igual, y el proceso de adaptación que eso conlleva.
Y luego lo lamento: lamento haberme ofuscado, porque no es tan grave, lamento haberme hablado tanto, como si la premura del desahogo me ganara ante el pensamiento sensato.
Me ha servido volver al taller de escritura, liberar la mente.
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Miércoles. Ahora sí que se siente el frío. Vienen unos días de descanso. Aunque hay cosas por hacer.
Compro cosas. Está bien. He comprado más dólares de los que planeaba en un principio. Debo ahorrar. Trabajo y trabajo y no llego a la cantidad soñada; el viaje a Londres y la visita a mamá se ven aún lejanos. O deberé decidir entre alguna de las dos. ¿Vacaciones acá en Argentina, irme a algún lugar cercano? Sueños. Los viajes lucen remotos por ahora.
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Angustiado. Con ira. Pensando, obsesionado con ese proyecto.
Luego me calmo. Tal vez me vengan bien estos días de descanso. Eso espero. Me pasa que me harto. Del mundo, de la gente, de todos. Y estoy mejor que hace un año, sí. Pero llegan momentos de frustración como este y me pierdo en el enojo y en la soledad.
Sin amistades. Pocas amistades. En este país que empiezo a odiar. Odios, son todos odios. Y no sé bien cómo detener el enojo. Tal vez así, pausando, dejando de ver gente, aprovechando estos días sin personas a mi alrededor.
Toda mi frustración, mi dolor, mi energía creativa dolida. Que se hayan ido treinta años y estar así, en estas… ¿O es que me comí el verso del éxito temprano? Siento que soy un miserable pasando las horas en esa oficina. Y que durante el tiempo libre me retuerzo, pierdo el norte, entre el descanso, las horas de sueño, y… y todo lo demás. Yo no quería esto, yo quería ser feliz, yo imaginé otra cosa. Pero migré mal, y ahora no sé cómo acelerar mi movimiento.
Artista. Actor. Resentido. Frustrado. Y sin lograr un éxito.
Buscando sexo en esas redes. Otra vez. Siempre caigo ahí. Y siento culpa por no dedicar las horas a escribir ficción.
¿Cómo vivir bien de lo que amo? ¿Cómo hacer algo que me proporcione más placer?
Harto de hacerme la paja. Quiero salir. Pero no encuentro muchas opciones.
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Ya después se me pasa el enojo. Me calmo. Anoche tenía muchas ganas de salir. Y no es que hoy no. Hace tanto no voy por ahí, de levante, a ver la oferta porteña… Aunque algo desmejorada ha de estar. Es como si me hubiese quedado sin amistades. Pero está bien.
Hoy vino el gasista. La ducha sigue sin largar agua a la temperatura que quisiera. Pero digamos que calienta. No sé si calentará igual en caso de que llegue una nueva ola polar, como la semana pasada, y la temperatura baje a uno o cero grados.
He quedado sin ganas de nada luego de lo que me ha cobrado el gasista.
Hoy puse yo mismo la pizarra que compré.
¿Y cuándo podré acceder a un cuerpo, a otro ser, a la tibieza del contacto con otro? Parece tan lejano ahora el encuentro.
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Y la pobreza. Haber migrado a este país. El caribe que me persigue, una cultura de la que quiero huir y que ahora se apropia de las calles de esta ciudad a la que vine sin pensarlo mucho, pensando que era lejos. El dúo de cumbia argentina ayer en el subte: uno era argentino y el otro… venezolano, puertorriqueño, quién sabe de dónde. Y el anciano que repartía papeles en los que se leía un pedido de ayuda.
Y ahora querer migrar de nuevo, pero no saber cómo.
Se me ha dicho, he leído más bien, que no debo ver la pobreza…
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Vacío. No sé por qué se me ocurre esa palabra.
Me acerco al círculo. Deseo una noche de esas, de cocaína, alcohol, sexo. Y luego, vacío. Como si buscara gratificación por el malestar o el sinsabor de la cotidianidad. Espero mantenerme bien, mantenerme a tono. Que no se noten mis desprecios en la oficina.
Leerte, sentir lo que alguna vez sentí. ¿Has probado la segunda persona? Un diálogo con Eva Perón por ejemplo. Abrazos y un apretón, aunque te ponen harto (a veces a mi también).
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¡Meav! Qué días estos. Trabajé la segunda persona en la ficción. Justo estoy trabajando ahora un cuento en segunda persona. Se reciben bien tus abrazos siempre. Va otro de vuelta. Que nos sea leve.
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El tú es el que más gusta. Yo también trabajo una ficción. Abrazos.
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