Entre las piernas de los hombres. Miro desde atrás e imagino, abajo del pantalón, me imagino inmiscuyéndome en el entramado entre sus glúteos y su parte de adelante, inspeccionando esa zona, miro ahí, al marido de la hija de mi profesor, por ejemplo, hoy, en la feria del libro, al otro en la parada del colectivo, que iba vestido con su bermuda de fútbol, sus medias largas, y yo detrás, y mirando, imaginando. Los cuellos también, sus olores, imagino.
Son días intensos: la oficina, el taller de escritura, el evento en la feria. Hoy es jueves, vendré a dormir y a escribir. Hace tiempo que no termino un cuento. No me gusta que me halaguen. En medio del evento, hablando de los grandes, un poco de pena sentí por mí, por el escritor que quiero ser y aún no soy, por la vida que me pasa, y porque no conozco tanto.
Dos días para el fin de semana. Y contar las horas para el descanso. Y aborrecer los egos ahí adentro, pero necesitar de su dinero igual, de su cobijo para permanecer inmerso en el sistema y poder pagar, entre otras cosas, el tratamiento médico. Debo agradecer y no enquistarme con la miseria cotidiana. Recordar que lo hago para hacer arte, que debo, necesito hacerlo para permitirme el espacio de arte luego.
Sábado. Mal humor. Los tratos de mierda en el trabajo, los egos de los miserables cotidianos, y yo que voy acumulando odios. Gente de mierda. Y no puedo olvidarme tan fácilmente después. Esa misma mujer que ya me había dejado malhumorado todo un fin de semana por sus respuestas ácidas, de miserable. Y cómo no odiar, cómo no guardar rencor. Por lo menos ganaré en fortaleza, supongo, así voy detectando aquellos seres de cuidado, aquellos puntos oscuros. Y recordarme que no pertenezco a ese lugar, que no es mi lugar eso ahí, que lo hago solo por el dinero. El tema es no acumular y no estallar después en contra de esta porquería e inmundicia cotidiana de oficina, ese ego enfermo. Termino agotado.
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Y soñar con mi ex. Y que me guste el uno y el otro, pero preguntarme después quién o cómo es realmente el hombre que puede venir para mí.
Y hace cuánto no tengo sexo. Y la última vez, con el tonto ese, que no es un tonto tal vez, pero le digo así para calmar la decepción de que no me haya buscado después.
Y el directorsillo de la obra que le metió mano a mi texto.
Y la vergüenza por exponer así mi ira. Y me asusta también que siempre movido por la ira arruino posibilidades. Aunque no sé si arruino realmente. Si no es lo que quiero… Vengo agotado de este proyecto. Y ahora una charla. Con toda la ansiedad que me genera, la predisposición y el mal pasar.
Lunes. Amanezco con un ligero dolor de cabeza. Ya me clavé el ibuprofeno. Aunque no quiero meterle más químicos al cuerpo. Esta semana me haré análisis de sangre, a ver cómo viene el tratamiento.
Hemos arreglado el asunto con el director, y hemos decidido entre todos que será una creación grupal (odio este término, aunque siempre es una creación grupal, odio eso de creación colectiva), una creación a partir del texto que escribí. Les dije que me dolía. Y encuentro, sinceramente, que lo que ha escrito el director expande o diluye momentos conflictivos que antes eran mucho más punzantes. Pero no puedo hacer nada. Me desligué (esto les dije) del texto y de la labor creadora como autor, y paso a ser un actor más.
Es un peligro abrir tanto la historia. Espero que el director entonces se haga cargo. Le tengo miedo, pavor a la creación colectiva. Hemos quedado de ensayar el próximo sábado. Tenemos fecha de estreno en octubre. Ayer estaba feliz después de arreglar el asunto. Vine a casa, cené con vino blanco. El vino blanco me da más dolor de cabeza que el tinto. Son vinos baratos.
Cuánto acento colombiano percibo en las calles. O ayer, por lo menos, percibí a un montón de colombianos pobres. ¿Y yo que soy? Soy diferente, me creo diferente.
Recuerdo a la hija de mil puta de la gorda de mierda de mi jefa que ahora está en licencia de maternidad, diciéndome: sos un colombiano pobre, que se vino a un país pobre. Tengo miedo a su regreso en julio. Todavía falta.
Otra vez, a la oficina.
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Es mejor así, sin salir, sin enloquecerme. Igual disfruto del vino todos los días, y después fumo un cigarrillo. Debo parar unos días. No es sano. Estoy fumando siempre después de la cena.
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Amanezco y pienso en el chico inmaduro que me molesta también a veces en el trabajo, el mismo con el que me he peleado a finales del año pasado, que le dice a la gente que yo soy peligroso, lo dice a manera de chiste, y se le nota la envidia al pobre jovenzuelo asqueroso, inflado por las pesas y las proteínas, y ahora creo que se le ha caído otra muela, pero él se siente atractivo, parece, porque aumentó de peso y se vuelve una musculosa, pero más que músculos se ve irritado, y me molesta porque me envidia, entre otras cosas, porque debe suponer que gano más dinero que él. Y gente así, ya lo había escrito, llegan a ser abogados, profesión que en su mayoría (¿como todas acaso?) está llena de mequetefres, como él. Veo la ignorancia en su insolencia, veo la asquerosidad de la miseria, la risa del resentido, la ira del desafortunado que intenta dañar un poco el camino de quien considera más privilegiado. Y debo cuidarme. Cuidarme de no darle confianza. Pero cuidarme de sanar en mí también las veces que he sido él, que he sido resentido, envidioso, insolente. No darle más confianza al pobre nene mísero.
Las oficinas, qué mundo de mierda. Ayer unas se quejaban del mundo en las oficinas. Es una etapa, me digo.
Escribo estas cosas y después, cuando se me pasa la furia, cuando estoy tranquilo, siento culpa, miedo incluso por haber defenestrado a unos y a otros en estas líneas. Voy y vengo. Es el contacto con los demás que me resulta difícil. Cómo ser compasivo. Escribo para sacarme estos pensamientos, estas sensaciones, vaciarme un poco, desahogarme con mis letras, y darle así también un poco de trascendencia a mi existencia.
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He comprado un celular nuevo. Compro cosas. Gracias al cielo. Ayer leía que es rico quien es agradecido y pobre quien se queja.
Es tarde. Debo ir a trabajar. Debo pagar mi vida y lo que consumo con mi tiempo. Mientras, intento, pienso opciones para ver qué hago. Pero estoy bien. Y estaré mejor. Debo confiar.