Lunes. Noche de insomnio. Varias horas dando vueltas en la cama. Quiero rendir en el trabajo. No quiero ser el tipo iracundo, irascible de las últimas semanas. Quiero estar más tranquilo y, sobre todo, más callado. Trabajar sin problemas, no responder mal. Es complicado, porque me hago estos propósitos, pero después el ambiente mismo me fastidia, el reguetón de mi jefa, las preguntas de la señora compañera, amorosa, pero que a veces me fastidia, la alegría de la muchacha a quien considero más afortunada que yo.
Me molesta ser inmigrante. Tengo planes de pedir la ciudadanía argentina, y tener nacionalidad de este país también.
Me gusta cuando sueño que vuelo.
Será una semana larga. Seis días de actividad continua.
Invertir en el proceso y no en el resultado, disfrutar el proceso. Quiero estar liviano, mantenerme tranquilo. Escuché en estos días varias cosas que me han hecho bajar un poco la velocidad. El descanso ayudó.
Me agarró también cierta culpa pensando en lo enojado que he estado en el trabajo.
Tengo miedo al invierno.
Un paso a la vez.
*
No debo delirar al chico fresa de finanzas. Chico cheto. Cuando me sube el ánimo entonces adquiero la forma de un personajillo loco que delira, creyéndome un poco más inteligente que el oficinista promedio. Más tonto es el que cree que otro es tonto.
Martes. El tipo de arriba ha hecho ruidos. Anoche cené algo tranquilo, aunque con harinas: le metí pastas al asunto. Hoy inicio la dieta. Digo que entraré al gimnasio pronto. He pedido ropa por Internet.
Estoy de buen humor por estos días. Aunque siento agotamiento. Si hay paro la otra semana, entonces, el martes haré home office y el miércoles feriado descansaré todo el día.
La mujer obesa en el trabajo que me agrede a manera de chiste, que encuentra, como una forma de largar la ira de su existencia entristecida y desafortunada, palabras para hacer quedar al otro como un tonto, me desespera por momentos, ya se convierte en bullying, y luego me veo afectado, con la necesidad de escribirlo. Ella es así con todos. Es querible por ratos. Puedo ver su infelicidad. La chica afortunada que me ha conseguido marihuana, pero que ahora ya no soporto, porque de tantas horas ahí metido, tantas horas juntos a tan poca distancia, me hartan algunas actitudes, su felicidad, que no me escuche, por ejemplo, pero que se sienta ella con autoridad para ser escuchada. Delirios. Exagero en mi bronca frustrada. Y yo que tengo la mecha corta, entonces largo algún comentario iracundo. Pasa. Y van solo dos días. Y ya necesito descansar. O dejar de ir. Por momentos caigo en la estupidez colectiva, en la ronda de chistes, me dejo ver, y no quiero que me vean, no quiero ser parte de ellas, no quiero ser de ese mundo, quiero irme, no presenciar más esos egos de oficina, mediocres, talentos a medias. Si me pongo a pensar, detesto estar ahí. Verlas de nuevo, mañana, por ejemplo. En cualquier momento puedo estallar. Es por eso que prefiero mantenerme en silencio, no decir nada, no dar confianza y no integrarme, no ser parte. Sólo dos días y ya estoy agotado mentalmente de todo lo que vivo ahí adentro, de ese pequeño universo de mierda. Lo escribo, así lo soporto, como una manera también de no resentirme. Aunque sé que cuando pase el tiempo, seguramente olvide, más tarde que temprano. Pero no quiero verlas, no quiero ser ellos. No soy parte. Soy un actor, soy un escritor, soy un artista, y trabajo ahí porque necesito el dinero y por momentos no puedo evitar la tentación y me uno al relajo colectivo, y me veo herido por el veneno de esas almas heridas.
Y tengo que venir a escribirlo; durante el taller de escritura estoy pensando ya es escribir esto, que a veces lo siento todo de manera muy pesada, aunque no lo sea.
Me quedo con bronca por el veneno que destilan. No quiero responder de manera violenta, como con el chico fresa aquella vez. Es como que hay que andar recibiendo la mierda de los traumas de los otros, y a veces, ahora, por ejemplo, que estoy escribiendo, tengo miedo de estallar.
Tan de buen humor que estaba… Y claro. Porque no tenía que verlas, verlos, a los humanos, al reflejo de mi propia miseria tal vez. Si todo me importara menos, si me importara menos lo que piensan, lo que dicen.
Respirar hondo. Incluso salir. Irme. Pero no estallar. Por favor. Me lo pido. Pido a Dios. No debo estallar. Llorarlo en soledad. Pero otro estallido, no. Ser hipócrita, incluso.
Sin embargo, si lo sigo pensando, concluyo que debo detener las agresiones constantes que a manera de chiste hace la mujer obesa. Pero debo tener cuidado, al mismo tiempo, de no estallar (repito). Mantenerme en mis cabales, hacerlo con amor.
*
Un poco preocupado porque liquiden bien las comisiones este mes, así me pagan lo correcto el mes que viene. El mes pasado hubo un poco de lío con ese asunto. Hoy preguntaré a mi jefa por el asunto. No me gusta, pero debo estar pendiente del tema. Miércoles. Sigo pensando en la oficina. Esa gente ahí. Ya es miércoles. La próxima semana (lo he escrito varias veces) hay paro y luego hay un lindo feriado a mitad de semana, así que descansaré.
*
Estoy agotado. Anoche pude dormir bien. Unas siete horas mínimo, más tal vez. Pero amanezco agotado. Me digo que dormiré siesta esta noche así hago ejercicio luego. Tal vez sólo haga siesta. El sábado debo hacer trámites en la mañana, quiero ir a comprar algo de vestuario para los ensayos de la obra.
*
Al principio, cuando desperté, como no sentía aún el enojo, pensé que había exagerado ayer. Pero ahora vuelve a mí el desagrado por la intensidad con que la mujer obesa vuelca en mí sus traumas con los hombres, su infelicidad, su resequedad de mujer mal complacida. No sólo la obesa si no la mayoría de esas con las que comparto área. Las detesto. No quiero explotar.
Mis compañeras venden más que yo. Igual debo agradecer que mi jefa abrió el espectro de cosas que puedo ofrecer, porque se lo pedí.
Odio a todo el mundo, no quiero ver a nadie. No quiero estallar. Desde anoche tengo un mal humor que no soporto. Siempre lo mismo, por ellas, que venden más que yo y no porque sean más inteligentes, si no porque llevan más tiempo ahí. Hoy voy a llegar un poco más temprano a ver si puedo aprovechar el tiempo antes de que se llene de urracas la jaula esa que tengo por oficina.
Ya falta poco, dos días para el fin de semana. Y luego, la próxima semana, dos días en el medio sin verlas.
Podría escribir tanto sobre mis odios. Quisiera que todo fuese más sencillo. Pasan los días y lo único que hago es escribir estas líneas e ir a la esa oficina.
Me agota la zozobra constante que se vive en este país. Me hace querer irme. De nuevo, atrapado en el tercer mundo. Y ahora más viejo, teniendo que pagarme todo yo.
Odio a mi padre por hijo de puta y haberle dado más a sus otros hijos.
Odio dedicarme a una cosa que no es lo que quiero. Y odio no poder estar agradecido hoy, este inconformismo.
Siempre, el miedo a que suban las cosas, a que no se venda, a que la situación del país me afecte. Entonces quiero esforzarme, a ver si vendo un poco más y hago un mejor sueldo.
Estoy harto. Y el dinero que ahorro… ¿usarlo para migrar entonces? Mientras los demás viajan. ¿Qué voy a hacer? ¿Y cómo? ¿Hacia dónde?
Y aunque intento, no puedo dejar de mirar noticias, abstraerme y no ver lo que sucede…
*
Ira. Toda mi furia, quería escribir. Pero es exagerado. No es toda. Pero sí es un malestar importante. Y luego siento culpa porque las cosas no están mal en mi vida. Pero (siempre pero) el encierro ahí me agota, me produce ira, no puedo abstraerme tanto como quisiera, las detesto a la mayoría. Verme, además, ayer, caminando hacia el subte entre todos esos oficinistas… Por suerte soy un oficinista, con las cosas cómo están, con la economía en caída libre y tantos migrantes con profesiones conduciendo autos. Pero verme ahí, con mi sueño empañado… Yo quiero ser un actor, quiero vivir del arte, y no puedo acostumbrarme al veneno cotidiano de las fieras esas con las que comparto esa jaula que llaman oficina. Y exagero tal vez, y no es tan grave, y hay quienes están peor. Pero a mí me desespera. Y luego percibo la culpa porque debo sentirme agradecido. Y ver al argentino promedio que votó a este gobierno de mierda, y que está pagando con la devaluación un saqueo histórico, me hace sentir desprecio por esta cultura ahora, por el ser humano en general. Me he dicho que voy a dejar de ver noticias, pero el dólar sube y sube, me entero porque me lo cuentan, lo hablan en la oficina, y la vieja de atrás (una de las pocas buenas personas de verdad), que dice que no votaría por Cristina, y esa dicotomía de mierda entre el peronismo y la derecha maldita que hundió al mundo, y entonces me agarra de nuevo miedo, porque sé que las cosas se seguirán poniendo difíciles para este país, entonces debo agradecer porque tengo ese trabajo, por esos beneficios. Ahora vivo solo, me digo después. El miércoles me compré una tortilla de papas en el bar de acá cerca, ayer pedí un arroz chino. Siempre, tomo vino y siempre, después de comer, fumo un cigarrillo. No es sano. La culpa, otra vez la culpa. Y los venezolanos aquí, como burlando mi intento de huir, el del trabajo, su acento, esa cultura de mierda de la que vengo, el caribe y toda su mierda cerrada. Y la añoranza de un pasado, la nostalgia, que me acontece ahora, porque me veo de repente a esta edad y sin saber bien cómo encaminar mi vida, mi deseo de una carrera en el teatro, en el cine, en la televisión. Obligado a juntarme con la mierda cotidiana de las personas, los detesto y no quiero, no puedo hacerme el amoroso, el que no siente este desprecio.
Sin embargo, todo va encaminado. Eso me decía el terapeuta. Puedo pagar el tratamiento médico (lo pago con mi trabajo). Puedo darme uno que otro lujo. Puedo ahorrar a pesar de la situación de mierda. Vivo solo, a pesar de.
Que acá estoy mejor que allá, me decía Áspora el otro día. Es cierto. Quisiera ver todo eso, ver el panorama más amplio, antes de enojarme, antes de dejar que me avasalle la totalidad de esta etapa.
¿Cambiarme de empleo? ¿Es lo que quiero realmente? Quiero más dinero, así ahorro. Y me digo todo el tiempo que quiero irme del país. No quiero andar renegando de lo que tengo, debo ser agradecido, he construido algo, he crecido, y debo ver eso. Debo mantener el ánimo.
*
Sábado. Por fin. Agotado. Todo o nada. Ayer hice ejercicio en la mañana y en la noche. Luego de no haber hecho en toda la semana. Necesitaba desfogar energía. Hoy tal vez vaya a yoga y luego tengo el ensayo.
Ayer estuve de mejor humor. Era viernes.
Son días lluviosos. Mejor. Entre el paro y el feriado, será una semana mucho menos intensa.
Anoche estaba tan de buen humor que pudiera haber salido a bailar. Ando con ganas de fiesta. Pero no lo haré. No me someteré a la…
*
Amanezco detestando al director de poca monta que ha tenido el atrevimiento de intervenir sin mi consentimiento, sin avisarme, mis textos y los poemas que escribí. No he de pelear. Debo registrar la obra esta semana.
Odio la arrogancia del tipejo ese, sus ínfulas al hablar, su prepotencia. Choca conmigo.
Y haber invertido tanto tiempo en ese proyecto para sólo ocho funciones. Estoy absolutamente harto y agotado de ese proceso.
No se le pueden pedir peras al olmo. Y lo único que puedo hacer al ver la insolencia de la ignorancia es observarla para no caer yo también en el mismo error.
Los domingos son apacibles. Amo prepararme el almuerzo con el vino blanco frío, y comer viendo en la computadora programas de televisión. Luego dormir la siesta. Y despertar. Y saber que podré dedicarme a la lectura o a indagar aquí y allá en Internet.
Después se me ha pasado la bronca contra el director. Lo dejo ir. Registraré la obra, eso sí, de modo que aunque el muy insolente se lleve el crédito de la dramaturgia, deba figurar yo como autor o por lo menos debamos poner “basado en textos de”.
Espero, por otra parte, que mi actuación sea digna. No aspiro ya a lo sobresaliente. Temo que él, en rivalidad conmigo, no quiera ayudarme a actuar mejor y no haga hincapié en mis faltas, para que así mi rendimiento sea menor que el del resto.
Por momentos me veo solo. Y enojado también por haber hecho un trabajo que no pensé fuese a sufrir todas estas modificaciones. Que sea lo mejor. ¿Entregarme, entregar el trabajo? No puedo evitar resistirme. Hay algo en la forma del personajillo este, que me genera un nivel de desprecio tremendo. No lo admiro. Está bien que no puedo pretender que sean todos bondadosos, pero su soberbia rebota con la mía, tal vez, y me produce una bronca que debo manejar a fines de estrenar con éxito y por fin ese montaje.
Domingo. A veces me parece malsano descansar. A veces quisiera irme a algún lado, con una pareja, en la comodidad de un buen auto. Sólo a veces. Bien que necesito la soledad y descansar. Ya habrá tiempo para lo demás, para el amor y lo demás. O eso espero. En eso confío.
Lindo, disfruté mi café y leerte. Se siente tu presencia, el enojo y la frustración. Transmites realidad y adoro eso. Abrazos grandotes.
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Gracias por ser tan fiel lectora, Meav. ¡Buen fin de semana!
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