No dormí mucho. Espero no obsesionarme. Que un clavo saca otro clavo, dicen. Bien que me hacía falta sentirme deseado. Aunque no sé si esa es la palabra. Ser besado, abrazado, lamido (lo sé: estoy usando la voz pasiva).
Martes feriado. Quiero contarlo. Mi encuentro con S. Fue el domingo. No publiqué mucho en estas líneas sobre él porque no quise darle importancia, aunque sí que la tuvo en su momento. Él tal vez no. La idea de lo que él podría llegar a ser. O las ideas que el encuentro con él desencadenó.
Lloré desconsoladamente, aunque me dé vergüenza decirlo. Con S nos cruzamos en el bar ese que tanto frecuenté el año pasado. No sé por qué creí que él sería el hombre perfecto, que me había rechazado cuando terminó la conversación virtual con un silencio. El terapeuta dijo que pongo la angustia de otras cosas en estas obsesiones. S amaneció conmigo un domingo, lo traje a casa después de la fiesta, y hubo en nosotros la química de los cuerpos que se saben dar ternura. Bastó para hacerme mil ideas. S me escribió el lunes, dijo que él pensaba que ya nos conocíamos, que había visitado alguna vez otro departamento en el que yo viví hace muchos años. Charlamos un poco y en la noche le envié un mensaje de voz de… ¡un minuto! No contestó nunca más. Al día siguiente estaba yo despedazado, angustiado por lo que asumí como un rechazo cruel. Borré su número. Lloré desconsoladamente. Y luego, en diciembre, habiéndole dado tiempo al tiempo, comprendí que pude haber insistido, volví a desearlo, entendí que esa no respuesta pudo no haber sido un rechazo y lo busqué en Facebook.
Antes de ayer, después de varios meses, me he visto de nuevo con él.
Esta mañana, o esta madrugada, no lo recuerdo, desperté con un miedo profundo, con un malestar intenso en la mitad del pecho, sin embargo, no recuerdo que los sueños fuesen desagradables. Pero experimenté una opresión intensa, un miedo, un disgusto…
Como entristecido, como en falta, como peleándome siempre, discutiendo. Soy fuerte. O eso me digo. Y tal vez escribir estas líneas, tal vez la queja cotidiana sea una estrategia para no bajar los brazos. Y no es que esté a punto de hacerlo. Pero tengo miedo, a veces siento que necesito más fuerza de la que tengo, que es demasiado intenso lo que vivo ahí afuera, el encuentro con los demás. A veces tengo tanto miedo de que no se cumplan mis sueños, a veces me duele tanto todo, y la vida se me vuelve una nostalgia infinita. Miedo, angustia. Tan sensible, tan niño, tan inmaduro en este dolor que regresa siempre, el dolor de vivir, parece.
Llamemos las cosas por su nombre: mierda. Intento ser romántico. Pero cuando me fui a bañar, en el departamento de S, y antes de entrar a la ducha me limpié con papel higiénico el culo, encontré que el papel estaba sucio. Y bueno. S me había metido el dedo. ¿Sería por eso –me pregunto ahora- que me sugirió que me duchara? Pero él no entró al baño luego. Y no percibí yo olor alguno antes. Y eso que soy de buen olfato. “Estuvo bueno”, dijo él un par de veces. No quiero obsesionarme.
Por un lado, quiero que todos se enamoren de mí, que todos me busquen, que todos terminen flechados por mis supuestos encantos. Por el otro, sé que no trascenderá el asunto. Y eso me causa dolor. No quiero perderme más (siento que ya lo había escrito, que todo lo he escrito) en relaciones efímeras, en encuentros pasajeros. Tal vez lo vuelva a ver. Pero sé que no haremos nada más, entre otras cosas porque él ostenta un rol de activo. Y yo no tengo ganas de que me penetre. Me ha dicho que podemos intentar que yo lo penetre. Pero qué lío. Le dolerá. No quiero que él me penetre. No quiero darle ese gusto. No quiero verme dominado así por él. No pasará nada más por eso y por otras cosas. Entonces, volverlo a ver… ¿para qué? No escribo todo lo que podría escribir en estas líneas. Además, tampoco somos tan compatibles. Me digo que quiero alguien relacionado con el arte, con la creatividad. Pero igual, me respondo, podría verlo, podría jugar a la ternura.
*
El otro, el más feliz. El otro, el más pudiente. El otro, el que no toma la medicación esa que me aletarga, que no lo ha pasado mal. Debí contarle bien la historia de mi vida. Pero no quise. Simplemente no quise entrar en detalles: no le dije que había vivido esos dos años en Bogotá. Lo excluí para no extenderme, para resumir más fácil. ¿Qué hubiese cambiado?
El otro, el más seguro de sí mismo, de sus procesos. Y yo, el inseguro, el atormentado, el sucio, el feo, el triste, el menos. Siempre igual, con cada hombre. No importa si tienen más, igual o menos dinero que yo.
Hoy me interno en el evento ese del trabajo: nos tendrán de miércoles a domingo a su merced, a su disposición. Debo terminar de armar la valija y de prepararme. Por un lado, es bueno cambiar la rutina de la oficina. Por el otro, no me divierte para nada compartir tanto tiempo con ellos.
*
“Cada vez que se ama es la única vez que se ha amado nunca. La diferencia de objeto no altera la unidad de la pasión. La intensifica simplemente”, Oscar Wilde.
Tantos días sin escribir. ¿Y por qué esta necesidad, todo el tiempo? Se convierte ya en obsesión. Aunque no ataca, no estoy deprimido. Sólo leer esa frase y en el medio del pecho el vacío se intensificó, las ganas de llorar: me enamoro. Y ya no quiero perderme más en muchos, quisiera encontrar uno solo en quien depositar mi cariño, mi confianza. Me fastidio al saber que debo ser paciente, que no depende ahora de mí. Sólo puedo escribirlo. ¿Por qué tanto dolor, tanta carencia? En fin, lo mismo de lo mismo. Pero por momentos se me vuelve tedioso y no quiero evadirlo. ¿Cómo aceptarlo? Pienso en S. Quiero que me escriba. Desde un lugar infantil, ególatra, narciso. Y deseo que el amor por fin fuese con él, pero sé que no. Y comparo lo vivido con S con lo que ya viví con mi única pareja, con ese enamoramiento inicial inocente y me veo ahora ya tan grande, tan recorrido, pero deseando igual refugiarme en un cuerpo, en un amor. En un compromiso, iba a escribir.
Iba en el colectivo, anoche, de regreso al lugar donde nos hospedaban, luego de la fiesta, y me entró un miedo profundo de vivir de nuevo el desamor de cuando me separé aquella vez. Mejor estar solo y tranquilo. Que el que venga sea de veras, duradero. Lo que pido es no sufrir. Vaya pedido.
La intuición me dice que no somos compatibles. Para qué escribirle. Por la necesidad de un cuerpo al despertar, de una compañía. Y mientras tanto me voy acostumbrando a estar solo. Además, necesito este tiempo en soledad. Quisiera decirle que pienso en él. Tal vez después pueda escribirle, otro día.
Hice bien, me digo ahora. Ha pasado un tiempo. Ya tomé un té verde. Organizo ideas, leo cosas en Internet, escribo. Hablé con mamá. No era un día para verlo. Por Dios. ¡Esta fiebre de hombre!
Por momentos, tan de mal humor, enojado. Hoy, por ejemplo, no me despedí de un compañero al final de todo el evento, cuando el colectivo nos dejó en la terminal de buses de Retiro. Con lo que detesto yo cuando no me saludan o no se despiden. La fobia social a veces es tan grande, y me ha agarrado, por momentos, acompañado, en el evento del trabajo, que duró varios días, y que por suerte ha terminado.
A veces me sorprendo de cuán oscuros, negativos, pueden ser los sentimientos que me llegan. El desprecio. Después siento culpa por no ser humilde. Intento. Pero me gana la prepotencia y la arrogancia. Me creo perfecto, juzgo. Y luego me las doy de buenito. Qué difícil me resulta el encuentro con los demás. Qué difícil carácter poseo. Y después me creo un cordero. Me queda una sensación de mal tipo, grosero. Lo siento. Supongo que tendré oportunidad para reivindicarme.
*
Un hogar. Un compañero al que llamar familia, un ser que reciba mi amor, que me dé el suyo.
*
Ya me han enviado un video de la fiesta en el que bailo como un demente. Había tomado solo una copa de champán, así que no se trataba de una borrachera, sino de esta energía imparable que me posee por momentos.
*
Sucede que lo quiero todo, y que desespero y me siento perdido.
*
Hablo solo como si estuviese ahora con él, con S. Así van variando los objetos de mi deseo.
Debí pararlo cuando me dijo que uno de sus ex “sí es actor, actor”. No recuerdo ahora –creo que sí-, si es con el que estuvo dos meses (pero aun así lo llama novio: “fue muy intenso, nos veíamos todos los días”. Estoy juzgando). No es un hobbie, le aclaré igual, cuando él usó la palabra. Debí explicarle mejor mi vida: soy un artista que trabaja para vivir, para pagar una vida, y no un oficinista cuyo hobbie es la actuación. Tal vez haya una próxima ocasión.
Pienso de nuevo en que no le dije a S que había vivido esos dos años en Bogotá la Inmunda. Que a lo mejor me hubiese ayudado a ser visto como alguien más… ¿cosmopolita?
*
Lunes.
No alcancé a divisar, en su mesa de luz, qué era todo lo que tenía: condones, un gel caliente para sexo que usó conmigo. Faltaba luz, me hubiese gustado verlo más durante el sexo. Y que tenga esas cosas ahí… El sexo ahora adquiere un significado diferente, o eso creo, un valor diferente. Y verlo (¿vernos?) como una persona promiscua me fastidia: quisiera que fuese yo su único objeto de deseo, su fijación. Y saberlo tan preparado para el sexo me produce cierto asco, como si sublimara yo ahora la idea del encuentro, del acto. Y veo todo tan podrido en la superficialidad, tan asqueroso.
No he dormido la cantidad de horas que desearía: debo hacer algunos trámites, pagar cosas, hacer compras. Mañana debo volver a la oficina.
Tan solo cuando disfrute mi vida, cuando esté cómodo conmigo mismo podré unirme en un vínculo: de otra manera sería peligroso. Y cargo con una frustración importante.
El arte de la actuación, dedicarme a eso, trae consigo una incertidumbre constante que no termino de aceptar, no haber conocido aún el continente europeo y no vivir en un país del primer mundo son cosas que me hacen sentir frustrado.
Y quiero ser él, S, quiero tenerlo, que me desee, quiero no vivir más si no es bajo su custodia, y custodiarlo yo a él. A él o a cualquiera. Me ha pasado ya tantas veces. Ahora no es grave. De hecho, me pasa porque tengo tiempo libre, entonces la cabeza da vueltas: me doy a lo fácil, a la “romantización”, a la victimización.
Si pudiera conformarme, estar tranquilo, ser feliz, no desear más, no anhelar más otra cosa. Por qué me quejo tanto, se me hace tan difícil el proceso. Verme ahí, en ese evento… Yo sólo he querido ser un actor, yo busco el amor, y por momentos no puedo evitar el llanto, la queja, el abatimiento, porque si no, no puedo continuar. Quiero que se vaya esta angustia, quiero que paren estos tormentos, que no son tantos, ya lo sé, pero que me agobian, quiero ser feliz como los otros, esos con quienes me comparo, como S, por ejemplo, como el irlandés o como el cordobés con el que salí el año pasado y que ni siquiera me gusta: gente que encuentra fácilmente su lugar en el sistema.
Basta, me digo después. Ya me lo ha dicho el terapeuta en su momento. Debo aceptar la decisión de seguir mis pasiones, ahora con la necesidad de trabajar.
Si que has estado intenso. Me gustó hasta el final. Abrazos inolvidable Anónimo.
LikeLike
¡Viste lo que es, querida Meav! Confío en que vendrán días de calma. Me meto en unos bretes emocionales… Pero después pasan. ¿Cómo va la vida por allá?
LikeLiked by 1 person
Tensa y complicada. Aunque mis emociones están como el universo, estáticas y sin deseos de salir del agujero negro. Disfruto leerte, cuando no apareces en días pienso en que no has escrito y es como tener conexión, porque el día que te extraño apareces. Te mando abrazos de a montón, para que tengas de reserva. 🙂
LikeLiked by 1 person
Gracias, gracias. Son muy bien recibidos. Me alegras y me motivas con tus palabras. Van abrazos para allá también. Fuerza para esas emociones. ¡Buena semana!
LikeLiked by 1 person
Desde el principio es maravilloso. Besos a tu corazón.
LikeLiked by 1 person
¡María del Mar! Muchas gracias, qué bueno tenerte de nuevo por el blog. Un saludo. Y buena semana.
LikeLike
Lo leì nuevamente, me sigue pareciendo intenso. Eres genuino mi querido Anònimo. Se te extraña.
LikeLike
Hey, Meatov 🙂 ¿Cómo vienen los días por allá? ¿Recuperada totalmente? Pude ver que volviste que a las letras. Lo digo por tu blog. Celebro que lo hayas hecho. ¿Qué tal todo en centroamérica? Te mando un abrazo.
LikeLike