El infierno son los otros

La médica dice que puedo cambiar de medicación, pero que es probable que la otra tenga efectos secundarios también. El aletargamiento mejora. La médica dice que la decisión es mía.

¿Qué debo hacer? Si alguien me guiara… Mi intuición, supongo.

Cada temporada con su tormento.

Anoche soñé con L. Pienso dejar de escribir sobre él. La obsesión baja. Soñé que llegaba a un edificio que era el de Raira, pero en el sueño no era la casa de ella, y que él estaba ahí, no recuerdo ahora si adentro del vidrio, con una camiseta de River y una bermuda de jean. L es hincha de River. Son todos hinchas de River. Vaya mierda es el fútbol y el fanatismo vacío.

Ayer he ido al turno médico, luego a despedirme de Luna. Después fui al taller de escritura. Debo escribir ficción.

*

Jueves. No amanecí de buen humor. Tengo mucho sueño. Me pregunto todavía si debo cambiar de medicación. He decidido que dejaré la decisión para la segunda semana de abril, cuando vea a la médica de nuevo.

Soñé con mi tía de la Florida. Yo estaba en un escenario, en un teatro, con una compañera que me ayudó a armar el monólogo que presenté en Bogotá, la Inmunda, y mi tía estaba en el público, y al final, por más que yo la miraba, y sabía que ella me había visto, ella no me miraba más, y se iba. Después estábamos en su auto, una camioneta, y estaba su hijo, que le decía todo el tiempo “te quiero mucho”, estaba mamá, y yo bajaba con mamá de la camioneta para sacar dinero de un cajero electrónico, pero no podíamos sacar plata. Algo así, más complejo. No quiero narrarlo. Muy relacionado con todo lo que vivimos después de la muerte del abuelo. Nunca más le escribí a mi tía luego de esos sucesos. La extraño. La quiero.

*

La miseria, pobre miseria en algunas personas en el trabajo. Y que me crean parte de su mismo enchastre porque comparto este periodo de vida con ellos. Hablo de la mujer obesa que larga veneno como una manera, intuyo, de apalear su falta de esperanzas en la vida. Me cae bien igual. Es querible. Pero a veces pierdo la paciencia.

Escribo para animarme, para mantener la fe, para no dejarme contaminar por el ánimo agrio, por la mentalidad burguesa, clase media, perdedora y bastarda de esos ahí encerrados y sus opiniones necias, poco evolucionadas, tristes. Hay gente linda. No debo generalizar. Siento culpa después.

 

Tal vez deba pedir vacaciones, aunque la gorda haya dicho que no lo hiciéramos durante su licencia de maternidad, y que tampoco de marzo a septiembre. Pero necesito ya encerrarme de nuevo. Pasa tan rápido el tiempo. Parece una obviedad, incluso una tontería decirlo.

*

Que no es tarde, no será tarde, valdrá la pena.

No enojarme. O no guardar malos sentimientos sin necesidad. Termino sólo yo afectado con estas broncas.

¿Qué haré de mi vida? Vivo diciendo que estoy agradecido; o mejor: estoy agradecido por haber conseguido ese trabajo. Pero ahora qué. Qué viene luego. Son nueve horas todos los días. Me quejo. Escribo para quejarme.

Buscar castings. Cómo ser un actor aquí. Cómo irme. Y de qué vivir allá, donde sea. Ni pensarlo. Quiero comodidades. Los mismos pensamientos de siempre. Y mientras, pasan los días. Y lo más sensato que redacto (si es que cabe el adjetivo) son estas líneas. Memorias. ¿Aspiro, pienso que pasaré a la historia, que será esto parte de mi obra?

Otros ganan concursos, se hacen famosos, viven del arte. Mi vida, en cambio, está atada ahora a la necesidad de mantenerme. Bien que me mantengo, me respondo. Bien que vivo en este país que se va al carajo, como Suramérica entera.

Debo comprar los diarios de Franz Kafka. Ese sí que era un escritor.

Es esta frustración, esta angustia la que deposito en las obsesiones. Lo digo y me lo pregunto. Es también una necesidad. Cada hombre que pasa es un intento más perdido, o así lo asumo, un recuerdo de la promiscuidad, de la soledad que a veces golpea más fuerte. No soy una víctima. No es cuestión de llorar, de hacer poesía barata, sentimentalismo torpe. Soy un hombre fuerte. Aunque llore. Me mantengo en pie.

*

Amanecí con algo de violencia. Dormí profundamente, como siempre en estos últimos días, a causa de la pastilla. Pero al despertar me vino de nuevo el recuerdo de las malas contestaciones ahí adentro, de las ventajas de unos sobre otros, la envidia empieza a jugarme en contra: quiero hacer más dinero y mis compañeras tienen condiciones más favorables que las mías, hacen más comisiones. Están hace más tiempo, es verdad.

Y entonces me violento contra L, recuerdo su rechazo aquí en casa, me recuerdo como un imbécil detrás de él.

El clima en la oficina mejoró notablemente desde la salida de la gorda de mierda. Sin embargo, los ánimos de todos están modificados por el evento ese en el que nos encerrarán de miércoles a domingo.

*

¿Encontrar otro trabajo? ¿Por qué no estalla todo de una vez en la Argentina? ¿La gente aguanta porque está enceguecida acaso? No entiendo cómo soportan con tanta calma. Ha de ser ignorancia. El PBI, la pobreza, la deuda externa, la devaluación de los salarios, el desempleo, los aumentos exagerados, todo está en niveles de caos que antes o en otros países ocasionaron estallidos. Pero acá todo continúa con una paciencia que me asombra. Pierdo la fe en el ser humano. La democracia no funciona. Tampoco quiero una dictadura. Y la gente sigue trayendo hijos al mundo. ¿Para qué? Pierdo la fe. No quiero escribir palabras de odio. Me siento culpable después.

*

Yo disfruto actuar en obras de texto, el proceso final de los ensayos en el que ya hay un montaje casi terminado, las funciones, ir a grabar, hacer escenas… no sé si disfruto ese proceso de la obra que venimos ensayando desde el año pasado con Dante y Raira. El durante de los ensayos tal vez sí. Pero tanto tiempo depositado ahí, tanta creación en esa obra, con la incertidumbre de qué resultará. Y hacer arte…

*

Amanecí con ira. Pero no es tarde. Nunca es tarde. ¿Hago mal las cosas? No, no ahora. Autodisciplina. Pero encuentro un poco desdibujados mis sueños. Como si me hiciera viejo. Actuar. Vivir de actuar. Debo darme ánimo, no decaer. ¿Qué más pasará, qué tendré que hacer, qué camino debo seguir?

Pienso tantas cosas. He amanecido sin ganas de ir a esa oficina, sin ganas de ver a esa gente, de encerrarme ahí a escuchar sus egos. “El infierno son los otros”.

*

Y encima -pienso en desorden- L me borra de su teléfono. Encima de su rechazo ese día, de que le escribí después. Pobre chico con problemas. Pero no es contra él mi ira. Aunque en los momentos de fastidio entre todo en la misma bolsa.

Y además, encuentro poca fibra, poca sustancia en esta letras.

*

Me encuentro inconforme porque soy el que menos comisiones gana entre mis compañeras, porque tengo los territorios en los que menos se vende. Envidio. Me agoto de la gente ahí adentro. Y me encuentro envidiando a mis compañeras, que tienen mismo cargo. Al mismo tiempo no sé si es un buen momento para cambiar de trabajo. En todo caso, esperaré a julio. Pero luego, hay elecciones. En el otro lugar entraría a un periodo de prueba. Y si la economía sigue cayendo…

Voy a terminar de armar el currículo en esas páginas. Durante las vacaciones algo hice. Pero luego mi prima en Australia me hizo sugerencias valiosas. Así que debo hacer algunos cambios.

Amanecí con algo de dolor de cabeza a causa del vino de la cena de anoche.

Pienso en L. Pienso en proponerle pagarle por sexo. ¿Y si no acepta? ¿O si me lanza una cifra desproporcionada? Dijo que la vez que le pagaron (y que luego de efectuado el acto no quería pagarle la cantidad completa), había pedido 200 dólares. Ni loco que yo estuviese le pago esa cantidad. Y verlo de nuevo, hacer todo el trabajo de charlar, motivarlo, pasar tiempo con él… primero corro el riesgo de caer de nuevo en el enamoramiento fácil y vacío, corro el riesgo de caer en la cocaína, y tercero, no me interesan sus palabras: quiero su cuerpo.

El malestar viene también por leer las noticias, por ver cómo todo se sigue yendo al carajo ante la vista de millones de argentinos. La historia de nuestras naciones. Pero yo no sé de política ni de economía. Yo tengo tendencias anarquistas, y soy demasiado cobarde para pelear por los derechos de los demás.

El sexo. ¿Cuándo tendré oportunidad de nuevo? Quiero sentirme deseado, quiero depositar mi miembro en el culo de un buen hombre, de un lindo chico, hacer el amor. No quiero entrar a esas páginas. No quiero escribirle a nadie. Pero tampoco quiero pagar. Nada garantiza, además, que pagando obtenga el placer que quiero: hay demasiado chanta.

*

Sábado. Me conecto y veo que Dickinson me ha escrito anoche.

El dolor de cabeza aumenta. Tomaré ibuprofeno.

Debo comprar unas almohadas. Esas que vinieron con la cama están ya viejas. Tal vez hoy vaya a comprarlas después del ensayo.

Sólo había un ibuprofeno en el botiquín. Necesito más.

 

Sábado en la noche. Pasan los años. Punto de inflexión. Saldría en busca de hombres. Saldría a emborracharme. No ahora. Un poco quiero quejarme de la soledad. Escribo ahora rompiendo ciertas reglas, el orden correcto en las frases, y no porque quiera trasgredir de antemano, sino porque así me salen las oraciones. Me quedó claro después de la última corrección de un cuento mío en el taller que no debo hacerlo más. Aunque, al escribir, no me daba cuenta de que lo hacía. Todavía soy joven. Qué digo. Si se me pasa la vida. Vengo a quejarme de la soledad, eso decía. Lo mismo de siempre. Es sábado. Dickinson me ha propuesto salir, me ha escrito de vuelta, pero debo permanecer en casa. Escribo estas líneas porque es fácil, me es fácil. Y si no se me entiende, pido disculpas. Escribiré después otras cosas más correctas. El profesor dijo que el cuento aquél, el de temática homosexual, era un desastre. Pero no por la temática. Si no por el ritmo en el que llevé las palabras. No tengo ganas de cambiarlo. Sin embargo, corregiré algunas cosas. No hay que ser testarudo. Hay que decidir, sí, en quién se confía. Y tomar lo que venga. Sigo pensando si cambiar la medicación. Pero como ayer, hoy pongo mi atención en el deseo de varón más que en el deber de cuidarme. Quisiera explicar mejor lo que me sucede.

Experimento por estos días una especie de cuestionamiento de mis planes. Le llamo cuestionamiento, pero no sé bien lo que es. ¿Crisis? Esto de mantenerme y de ser una persona ambiciosa, de estar trabajando, de querer más, me hace repensar el plan de irme a Nueva York, de ser actor allá. Ya no es el mismo camino que si tuviese 20. Pero eso no implica que la suerte no esté de mi lado, que no haya golpes de suerte. ¿Cómo hacer fortuna? ¿Dejar la Argentina? Amo esta tierra, pero quiero irme a una sociedad mejor.

He ido a comprar unas almohadas luego del ensayo, me duché, me cociné. Todo bajo el efecto aletargado de la medicación. Tomé vino y fue una linda cena. Dormí una siesta nocturna. Y luego, al darme cuenta de que no podría seguir de largo hasta mañana, me preparé un té y me senté a escribir. En momentos como este, tan de pequeño burgués, agradezco tener un trabajo, haberme organizado como lo he hecho durante este año. A veces leer las noticias me hace temer lo peor. Pero tengo trabajo, me digo. Podré ahorrar. Podré viajar. Recuerdo que no viví solo durante una temporada, recuerdo que llegué con los centavos contados, recuerdo el tránsito tan tormentoso que fue arreglar este departamento. Y cada cosa que adquiero en pos de mi comodidad me hace sentir agradecido. Aunque haya rabiado antes, ayer, por no ganar tanto como mis compañeras.

 

El blogger que tanto sigo dice que Buenos Aires es una mierda. Y lo creo. No vivió él en Bogotá, claro. O en los pueblos del caribe colombiano. Buenos Aires es mi hogar. Pero identifico cada vez más el tercermundismo. Continúo, parece, con el deporte malsano de quejarme.

 

  1. Trato de una manera romántica e infantil mi noche con L, mi encuentro fugaz (no tan corto como otros, pero fugaz al fin y al cabo), y olvido que he fingido un poco, que bajo el efecto de la sustancia he adquirido formas que buscaban sólo (sin éxito) seducirlo. Vaya uno a saber si fue sin éxito: al final L vino a casa. Chupar su culo fue un regalo que no olvidaré. Pero no llegamos a más. Sus besos fueron pocos, medidos. Me alejo del punto. “Yo no quiero una pareja”, le he dicho. Mentía. Lo miro todo desde la infantilidad del romanticismo. Y reconocerlo me ayuda tal vez a darme cuenta también de lo inviable de una relación de cualquier tipo entre él y yo.

 

Domingo. He amanecido de buen ánimo. A pesar de que desperté en mitad de la noche a causa de la gota puta del aire acondicionado del hombre de arriba. Eran las 3:45 de la madrugada. Le envié un mensaje. Esperé unos minutos y como vi que no revisaba el celular, entonces subí. Calmado. Adormecido. La estrategia ahora pasa por hacerme la víctima.

Duermo mejor con las almohadas nuevas.

Es domingo. Desayunaré. Haré siesta. Almorzaré. Haré siesta. Soy un burgués, un honesto buen burgués.

Ahora después de la una de la tarde, he visto un mensaje del tipo de arriba en respuesta al que le envié antes de subir: “Fijate ahora. Sorry”. Bastardo infeliz.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

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