¿O abusé yo de vos? Vos me abrazaste. Vos y tu cuerpo rubio. Y algo le respondiste a la otra que te preguntó no sé qué. Te prefería en silencio. Me abrazaste. ¿Era tu miembro lo que sentía? Vos me abrazabas. En el subte. Y bien que no buscabas otro lugar. Bien que me dejaste sentir tu torso en mi espalda, percibirlo apenas, con la distancia justa para dudar y no saber si el acercamiento era a propósito. Te deseaba. De no ser así, me hubiese movido, hubiese detenido aquel abuso. Pero te deseaba. Y vos jugabas conmigo. La espera nunca fue tan hermosa. Porque no era una espera. Anhelaba permanecer en tus brazos. Me abrazaste. ¿Por qué lo hiciste? Porque algo hiciste, ¿o no? Me tocabas sin tocarme, y yo me excité percibiendo acaso tu sexo dormido, tu sexo dormido.
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Ayer le envié un correo al periodista del periódico que me estaba ayudando a publicar una nota desde hace un año y medio. Le he dicho que se vaya a la mierda. No así, claro. Pierdo la paciencia. Es final de año. No lo vivo como tal. ¿O sí? Regalos. Compré regalos para mí.
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El morbo en la calle, mi deseo por los demás, mis ganas. El fuego que quema, la explosión interna de la impotencia por no poder acceder a esos cuerpos, no encontrar uno, aunque fuese uno, con el que haya empatía, uno del que enamorarme y se enamore de mí. La idealización siempre. Y ante el dolor, nublarme. Esa es la opción. Prender un cigarrillo de marihuana. Aunque ahora no pueda. Ahora debo irme a trabajar. Con la vergüenza que representa no haber vendido nada este mes. Pero se vienen los días de descanso.
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De un momento a otro, se me aparece él, me dice que tiene un poco de merca, y me entrego, esnifo de nuevo. Recaí.
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Entonces debo escribir. Si no hay nada ahí afuera mejor para ver, para hacer. Intuyo que el ruido del ventilador será una molestia durante el verano. Dickinson ha dicho que se reuniará con algunos de sus amigos para despedir el año. Le dije que iría. Pero ahora pienso que no, no quiero estar con ellos, no me agradan, son maricas malas.
Este departamento necesita una buena limpieza.
La fiesta del sábado me dejó tan agotado que dormí de la cinco de la tarde del lunes hasta el martes al mediodía. Y seguiría un poco más. Seguiré más tarde. Creo que la pasiflora tuvo algo de responsabilidad. He tenido sueños más absurdos que de costumbre. Me comunicaré con aquellos que escribieron, con mi familia. Hace calor. Las sábanas permanecen sucias porque las otras están en la lavandería. Igual, si compro unas hoy (no lo haré), me gustaría también mandarlas a lavar. Ya fumé unas pitadas de porro. Vacaciones. Siempre algo de culpa. Es Navidad, 25 de diciembre. Quisiera no ser tan culposo. Me haré una rica cena. Hoy. Porque ayer he ido a Mc Donalds y he dormido. Después de la fiestita del domingo.
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La inflación en este país no para. Crecer en un país que decrece. El miedo, las ganas de migrar. Es mejor ni mirar noticias, medios. Ni siquiera el blog independiente ese que leo con frecuencia. Te terminás enterando de cosas tan podridas. ¿Y el ganado ahí afuera volverá a votar a este gobierno de mierda?
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Bebo café, como pan dulce. Mucho pan dulce. Por suerte ayer sólo he comido esa hamburguesa de Mc Donalds. Después de que el tipo se ha ido, el tipo con el que esnifé cocaína. Después de que se ha ido, me quedé fumando, pensando, escribiendo, hablé con mi amiga Áspora por whatsapp, he ido a por las compras para la cena, una cena que nunca hice, porque me acosté a dormir y no desperté hasta hoy.
Cuando me canso de escribir, no tengo más nada qué hacer. Entonces sigo escribiendo.
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Mi prima en Australia dice que usa una máquina para lavar los platos. Yo no. No puedo costearlo, no es mi nivel de vida. Hoy, en el subte, vi tanta gente horrible, el calor parecía devorárselos, en medio de una lava repugnante, así me sentía, con ellos a mi alrededor. Los odié.
Odiar a la gente. Es un pasatiempo. Empecé a ver una nueva serie. Debo escribir más ficción. Las ideas llegan sueltas. Puse algo de música. Creo que me inspira. ¿Por qué odio tanto a los demás, por qué me siento tan diferente? Amo despreciar, ese acto, decir no. Me dijeron no a mí tantas veces. No lo soporto. No soporto el rechazo. Y se ha vuelto tan cotidiano. Por lo menos escribo estas líneas. Si no, ¿cómo llamarme escritor? Pues lo soy. Escribo cuentos.
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Extraño salir a correr al aire libre en esos parques hermosos, en ese barrio en el que tan a gusto me sentía. Sigo desmereciendo esto. Debo agradecer más.
En las mañanas, por lo menos, un aire de tranquilidad me asiste.
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Soledad. Deseos de rememorar eso que fue, esa energía que ahora no está. Ahora estoy de descanso, y quiero algo más. Es temprano. No son siquiera las 10. Y busco algo más. No lo habrá. Me acostaré a dormir. Dormiré en la tranquilidad de la tormenta inminente. Es temprano. Si hubiera una fiesta ahora. Pero es todo tan tarde. Y yo ya tan entrado en edad.
Menos mal que no tengo siempre todo este tiempo libre, todo el tiempo que tenía antes, porque entonces tanta nostalgia, tantos deseos de más, tanta intensidad es contraproducente, y me entran estas sensaciones tan difíciles de soportar.
Todo tan poético, pero tan sucio al mismo tiempo, los extremos que se tocan. Todo, con la impronta de esta vida mía.
Los años que pasan, esta época, yo adelantado. ¿Me importa cumplir años? Sólo quiero pasar el tiempo, pasar los días, no tiene nada de especial ya esta época, sólo quiero que pase el tiempo, que pasen los días, amoblar el departamento y empezar a ahorrar, a ver si viajo o si me voy de este país.