Pero vaya

Buenos Aires. No es lo que solía ser. No puedo pelearme con la inmigración ahora. Debo migrar a otro país yo. Debo hacer fortuna, de alguna manera.

¿Hay quienes estamos destinados a pasar más tiempo solos? ¿Por qué esta dificultad, esta soledad tan constante,durante tanto tiempo?

 

Odio que haya tantos colombianos y venezolanos porque temo que aumente la xenofobia, por un lado: algo de impacto ha de haber en el argentino tanta inmigración, aunque vengan ellos mismos de un pueblo migrante. Antes eran europeos, claro. Ahora les llegan los negros de los países vecinos. Y por otro lado, porque el caribe es una cultura de la que me quise alejar, y percibirla, verla tan cerca, me despierta el rechazo hacia la cultura que representan.

 

Pero yo soy otra cosa, quiero creer. Yo soy otro mundo, yo soy el artista. Me creo diferente, es verdad, especial.

Odio este barrio.

Convulsionado, agitado por las relaciones virtuales con los pelotudos, enojado por la frustración, me he peleado con uno que conocí por Internet, con otro que volví a ver el día de la marcha del orgullo gay. Ayer he salido a buscar unas ojotas y una bermuda deportiva, pero qué iluso pensar que en medio de esta inmundicia encontraría algo; yo, con mis pretensiones y mi supuesto buen gusto. Y caminar por esas calles. Suciedad, pobreza, miseria. Debo irme también de aquí. No sé cómo, no sé cuándo.

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¿Y el teatro? Ahora, de nuevo la incertidumbre. Si se cae el director, como preveo que sucederá, entonces qué haremos. De nuevo, la incertidumbre. El verano, en la incertidumbre de quién podrá dirigirnos, de si estrenaremos el año que viene o no, de qué pasará con mi carrera actoral.

Debo buscar castings, debo buscar proyectos para el año que viene. Todo así, siempre. No sé qué voy a hacer. No puedo vivir frustrado. Y controlarme, porque odio a los demás. La misantropía en un extremo. Y en el otro, este deseo compasivo.

Agotado de esa oficina, de la gente, de las miserias de esta raza maldita.

Mi único anhelo son los días del receso de fin de año, poder encerrarme a escribir. Aunque sean pocos. Y luego,varias semanas de cinco días hasta las vacaciones a fines de febrero.

Debo aprovechar (debo, debo),escribir mucho, descansar y buscar castings, planear mi año en función de mis objetivos.

Debo bañarme. Nos iremos hoy a un retiro en el trabajo.

*

He engordado de nuevo. Tomo alcohol y como grasas sin parar.

Y la soledad como un lujo, un valor.

El trabajo. La gente ahí, siempre la gente.He enviado unos cuentos a un concurso, y ahora me doy cuenta de que tiene errores graves de formas, que debí dedicarle más tiempo, pero no estuve en casa, no he podido escribir, el trabajo me saca todo el tiempo, me llevaron a una finca, estuvimos ahí tres días, y pensando todo el tiempo en la organización, en el trabajo, con momentos de descanso, de placer.Y ahora, con un poco de hierba, pienso en lo intenso que es todo. En los momentos vividos, en los comentarios, en las relaciones humanas, en el que te saluda, el que te responde, el que ríe, en los vínculos, los que mejoraron, losque empeoraron. Me he peleado incluso, ha sido fuerte.

Discutí con un compañero del trabajo, ayer, el último día del retiro. Él me ha hablado mal, empacábamos los dos las cosas para irnos ya, nadie nos escuchó, y él me ha hablado mal, y yo le he respondido igual, nos hemos gritado. No debí ponerme en su nivel, no debí haberle dado confianza. Y quedo desajustado cuando discuto. Es cierto que le había pedido ya que fuese por agua, el primer día en la noche. Que el segundo día hice que buscara papel higiénico (cosa que nos servía a los tres que compartíamos la habitación y no sólo a mí, pero yo impulsé la búsqueda, le dije a él que lo buscara), y el último día, cuando vi la media en el piso y pensé que era de nuestro otro compañero que dormía con nosotros, en un acto de broma,le tiré la media, y le dije: “llévasela”. Ha sido un juego. Y a mi compañero le ha caído mal el chiste. Es un chico de 24. Y ha dicho que lo voy a sacar malo,que ya se está dando cuenta de cómo era yo. Que esto y aquello. Perdí la paciencia, y le dije que no levantara la voz, que me respetara. Hemos gritado. Me he ido furioso lanzándole un “respetá, pendejo”.

*

Sábado otra vez. Un poco de malhumor a causa de haber visto el recibo de sueldo de mi compañera y saber que hace muchas más comisiones que yo. Esta semana debo plantear mi inconformidad.Ya no soy nuevo, ya he demostrado mis competencias. Cómo relajarme, cómo no hundirme en la insatisfacción y en el malestar que me produce, el fastidio constante.

Anoche fumé marihuana, me acosté tarde. Esta mañana el cuerpo me dolía, los pies. Anoche, con el subidón de locura, he visto pornografía, he deseado entregarme de nuevo a la lujuria. No debo. En casa voy a estar bien.

Entristecido. También porque le he errado en el cuento, se me ha ido un “no” que le cambia todo el sentido a una frase crucial en la historia.Y el sueldo. Si ganara más, entonces podría ahorrar. Si ganara más, entonces podría comprar más ropa, más cosas para la casa, más.

*

Él, su físico, no terminan de atraerme, pero vaya si me chupa bien el culo.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

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