Me he vengado. ¿Qué me molesta? No tenía dinero suficiente para llevar a cabo el plan que me hubiese gustado: ir a cenar, beber unos tragos en un lugar lujoso. No tengo las zapatillas adecuadas. Y eso juega, al menos para mí. Le he dejado de responder al cordobés. Idas y vueltas. Demoras en los mensajes. Habíamos quedado de vernos ayer, jueves. Y al final, él me dice que tenía una cena con sus amigos, que hoy viernes estaba más tranquilo. Que si nos veíamos ayer, tenía que ser después de su cena, que no sabía a qué hora terminaba, pero que no tarde.
Debo hacer ejercicio. Esa marihuana mala que estoy fumando lo único que hace es instalar en mi médula una pereza que se vuelve incómoda.
Entonces no le respondí más al cordobés. Hoy he quedado de verme con Dante, mi amigo Dante: vendrá a buscar cosas que tiene aún guardadas acá (Dante vivía en este departamento antes que yo). Me ha dicho de venir a fumar un poco, a tomar un vino, hablar de la vida.
Esta sensación de tedio, de frustración. Debo activar mi energía. La marihuana, ya lo sé, no ayuda.
Ahora me siento mal. Era de esperarse. Yo, el que aboga por la cordialidad, por no usar el silencio como respuesta, porque es violento, hago lo mismo. Me he enojado y he borrado su teléfono, he borrado todo rastro de él.
Pienso y pienso en las comisiones del otro año, en que debo comprar cosas para la casa, y eso no me dejará ahorrar hasta quién sabe cuándo. Me angustio. Envidio al uno y a la otra. Siento bronca hacia mi padre que ya no me ayuda más el muy hijo de puta, mientras que a sus otros hijos les dio de todo. Me enquisto. El malestar por el vínculo inacabado con el cordobés me produce mal humor…
Diciembre.
*
El cubano.
No me ha gustado verlo, su actitud dominante, su resentimiento, su odio. El cubano reapareció. Vino a casa, y tenía la idea fija de penetrarme. Pero no he querido, no me he sentido cómodo con sus formas. Hemos ido a cenar al bar cerca de casa, y me he sentido profundamente incómodo exponiéndome ante los empleados del lugar que ya me conocen, porque voy ahí frecuentemente a buscar empanadas o algún plato listo para llevar.
El cubano y sus pretensiones. Se ha apoderado de la cama. Ha dicho antes que su cama mide 2 metros por 2 metros, se ha quedado con las dos almohadas al momento de dormir, no me dio lugar, fue incómodo. Algo de placer obtuve. Quise que se quedara para experimentar su pecho velludo. Pensaba en el anterior, en el que nunca contestó mi mensaje de voz, pensaba en que ese me gustaba más, en que es una cuestión de energías también. Y en la noche, soñé con ese compañero del proyecto en la escuela que tanto me gusta, tan hombre, soñé que teníamos sexo, que nadie podía enterarse, porque él es heterosexual y tiene familia.
Al otro le he dejado de contestar, al cordobés. Usé la técnica cruel, la que tanto odio que usen conmigo. Él me ha dado vueltas. No le respondí más. Te mereces mi silencio.
Así van pasando los hombres. Iré a un asado con los del taller de escritura. Debo ducharme, sacarme la energía pesada del cubano. Espero el asado no sea algo largo, quiero volver a tomar té verde y a escribir.
Esta semana iré a terapia. No sé bien qué quiero conversar. Mis angustias cotidianas. Los hombres de mi vida. Quisiera que el barbudo aquel volviera, que me hablara, que me dijera de vernos. Iría feliz a su encuentro. Es también activo. Dudo que yo quiera entregarme a él. Pero ha sido tan compatible dormir en sus vellos. Usé al cubano para intentar rememorar lo que he sentido con el barbudo (dicho sea de paso, el cubano ha venido con barba también). Pienso en el irlandés, además. Ese sí que fue un hombre que me gustó. Lo he buscado en Facebook. Lo borré hace unos años. Quisiera que me hable. Era frío. Pero hermoso. El cuerpo de hombre que sueño. Ya no, mejor no escribirle. Para qué. Vivir en el pasado para qué.