Tan cruel hoy

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Ahora es lunes. He despertado en la madrugada y, al no poder dormir, he escuchado una de las charlas budistas que a veces oigo. Ha servido para aminorar la ira: la deposité, como siempre, en la gente de la oficina y en Raira, que cambia el texto de la obra, texto que escribí yo y que, a menos que haya una justificación, no considero debe cambiarse.

Siempre los lunes, el inicio de la semana, me agarra con esta esperanza de que sea tranquilo el ambiente, de sobrellevar la rutina y no dejarme alterar por el miedo venenoso de los otros.

Ayer ensayé, vine a casa, planché un poco, me puse una mascarilla, bebí vino (he prometido dejarlo), y cené una ensalada, cuya porción me resultó exagerada después.

*

Ha sido una muy linda noche. Así ahora el sueño y los vestigios del dolor de cabeza (que he aliviado con dos ibuprofenos) amenacen la jornada. Además, he dejado el café. El tic ha ido mermando. Anoche presentaron el video resultado del proyecto de investigación al que iba en el lugar donde me formé como actor. De ese proyecto ha surgido la idea de hacer un montaje que espero vea la luz el próximo año. Espero. Es tan complicada la creación grupal. El caso es que hemos ido por unas pizzas y unas cervezas anoche. Dudé al principio. No sabía si lo mejor era venir a casa, cenar solo y resguardarme de la noche, del alcohol y de los gastos. Pero al final la marihuana estuvo linda, las conversaciones con ese grupo de chicos y chicas actores me divirtieron. Me entretuve, además, viendo a algunas gentes y algunos autos entrar y salir del motelito al frente del bar donde comimos. Cenamos al aire libre. Y yo, fumado, observaba la situación, escuchaba el panorama. Luego, he vuelto en Uber a casa, he dejado primero a una compañera con la que empiezo a trabar amistad, y he venido después a dormir.

La Argentina. Las calles de la clase media baja, las calles sucias, este barrio. Pero encontrar oasis: mi casa. Es la ópera de los dos centavos, pensaba el otro día. Es bailanta y submundo en la superficie. Es lo feo. Pero no sé sus almas, son seres humanos, somos todos seres humanos. Intento no juzgar. Aunque es cierto que preferiría otro lugar. Ahora estoy aquí, debo aceptarlo.

*

El tic anda mejor. No lo siento casi. He dejado los estimulantes: la cafeína (tomaba tres tazas por día), el té verde y el mate. Y he empezado a lubricar mis ojos con unas gotas que dicen “lágrimas artificiales”.

Ayer en el taller he reído. Creo que no sospechan de mi homosexualidad, y creo que me cuesta decirlo. Y tengo un cuento al respecto que quisiera trabajar. Pero sería una revelación.

La gorda, mi jefa, se porta mejor. O no, o yo he aprendido a callar, a no tratarla, a no responderle, así no recibo sus comentarios hirientes. No hablar con ella, esa es la clave. Ayer durante el almuerzo pregunté algo del vitel toné, la gorda ha preguntado cómo no lo he comido con tantas navidades que pasé en la Argentina, y concluyó: “entonces tenés que venir a pasar la navidad en casa”. A veces, creo que no sospecha ni de lejos los alcances de su veneno, lo violentas que me han resultado sus formas. Espero seguir manejándola mejor.

*

Recién podré comprar ropa en diciembre o enero: debo arreglármelas con lo que tengo ahora. Hoy, por ejemplo, usaré una camisa que me queda ajustada. Más aún con la barriga que estoy criando. Dejaré los carbohidratos, las grasas y el alcohol. Lo he escrito en un papel y lo he pegado en la pared.

Aunque siempre hay algún tormento, los días se presentan más tranquilos en esta temporada. He cumplido el objetivo del año, me he dicho: conseguí trabajo, conseguí un departamento, estoy armando dos proyectos teatrales, voy al taller de escritura, vivo en constante sintonía con mis amigos, a quienes tanto extrañé.

 

Debo empezar a ahorrar. No sé si fue una buena decisión iniciar la terapia. Aunque es económico, es un gasto, y podría invertir ese dinero en esas cosas. Dudo. Pero debo confiar en que me ayudará. No me gusta lo lúgubre de ese lugar. La oficina del terapeuta es oscura y, como voy de noche, entonces se hace penumbroso el ambiente. De qué hablar. Es como si después de contar de mi última obsesión, estuviese más tranquilo y no quisiera tampoco revelar mis intimidades.

 

Odio a los colombianos aquí. Sobre todo a los colombianos pobres que veo en este barrio. A todos en general. Odio escuchar el acento del interior de Colombia que tanto aborrezco. Huí, y ahora los encuentro en cada esquina, con su cultura y su tono asqueroso. Quiero irme. A qué han venido. Raza inmunda a la que pertenezco. Ya lo sé: me sale un facho de adentro, un facho sin sentido. Pero es lo que siento. El viejo asqueroso de algún pueblo del interior de Colombia que ayer, en la fila del supermercado, me tocó el hombro y me dijo: “¿le da permiso a la señora para que pase?”. “¡No me toque!”, quise decirle. Odio la gente fea. Y aunque debo agradecer, no me gusta la gente pobre y fea de este barrio en el que vivo ahora. No está mal. Debo aceptarlo, debo trabajar en aceptarlo.

*

Odio pensar en el trabajo. Los egos y las miserias de una oficina, de sus gentes. Y luchar para no volverme malsano, para no quedarme con la bronca que las heridas me producen, para superarla, crecer, ser mejor ser humano, y agradecer la enseñanza. Aunque ahora, hoy, haya despertado con esta ira, este mal humor, en el que…

 

Quiero vivir en ese otro barrio. En el que vivía antes de irme a Bogotá la Inmunda, en 2015, y a ese que regresé cuando volví hace un año. No quiero a esta gente acá. Es un tiempo, sólo un momento, ya pasará.

*

He ido de fiesta. Ha sido un sábado excelente, ha sido una jornada maravillosa, he conocido a un hombre que me ha encantado. En mis labios queda todavía la suavidad de su almíbar.

 

Un poco asustado por los números. Ni quiero escribir que no debí irme de fiesta, porque la he pasado de maravilla. Pero debo vivir austero de acá a los primeros días de diciembre que cobre de nuevo el salario. A lo mejor todo se da puertas adentro. Aunque quisiera salir con él, ir a cenar. Pero no podré este mes.

 

Tal vez deba no hablar de mis sueños con los demás. “Demasiado Disney”, me ha dicho Raira. Que es imposible. Es triste. Y me asusta, me decepciona también. No quiero estar con personas que me dicen que mis sueños no se cumplirán. Glamour, dinero, actuar mucho, mucho más que ahora. Ya sé que la situación actual define, promueve o dificulta muchísimas cosas, pero no por eso entonces uno va a abandonar el fuego, la pasión.

*

Quiero estar tranquilo, quiero no angustiarme: el hombre que conocí el sábado, el otro hombre con el que chateé el viernes, las cuentas y llegar a fin de mes, mis sueños, la ropa, el trabajo, actuar más.

 

Y en un momento en una necesidad de exhibir mis privilegios, tal vez, el domingo, cuando el hombre con el que dormí y yo mirábamos por la ventana de casa el gimnasio de enfrente, le he dicho que estoy inscrito, que he ido a yoga, que pronto iré más, necesité contárselo. El ego que demuestra. Y él me ha hablado hoy, me ha hablado por Whatsapp y me ha dicho que cree que nos conocemos, que hace mucho, que fue a otro departamento, pero le he dicho que no. Y ahora, en la noche, le he enviado un mensaje de voz diciéndole cómo era el departamento al que él cree que fue, a ver si coincide con su recuerdo, pero estoy seguro de que no, no nos conocíamos, me acordaría de alguien como él, me acordaría de él. Eso también le he dicho.

La ansiedad entonces me carcome, porque él no responde, y ya hace una hora que le envié el mensaje de voz.

Me da ira que no conteste. Verlo conectado y que no responda. Quiero ser la prioridad, lo primero, me da ira si no es así.

*

Estar enamorado, construir un vínculo, una pareja, que el deseo sea mutuo.

Yo quiero una familia, eso quiero. Y me duele lo efímero de estas relaciones, como si entregara o se llevaran una parte de mí en vano. Me duele que sea todo tan pasajero. Como la vida misma, lo sé. Estoy cansado.

*

Gente de mierda. La directora de área a la que hago un chiste y ni lo registra, gente con traumas, gente y sus miserias en la cotidianidad. Y no es que me sienta más bueno. Pero sí más amable, más transparente que esas fieras venenosas de tratos pesados. Detestarlas, primero. Y luego intentar ser compasivo.

*

Sin mucha resaca. Ayer, después de ensayar, he ido con Dante y Raira a la marcha del orgullo. Tomamos whisky, cerveza. Un señor me convidó unas pitadas de un porro excelente.

*

Acecha el miedo a quedarme sin dinero. He gastado de más este mes. Y aún faltan dos

Domingo. Fui a ensayar. No encuentro palabras, pero no tengo otra cosa mejor que hacer que escribir. Así que tal vez estas líneas no tengan ritmo alguno.

Además, quiero alguien que me guste. No quiero un hombre cualquiera para sacarme la calentura.

En eso ando. Me fumo una tuca del fin de semana pasado que encontré. Me sirvo un vaso de vino. Me tocaré un poco. Y luego comeré. Y una siesta. Tal vez deba tomar una pastillita para dormir, así despierto en la madrugada y escribo durante el amanecer. Aunque me ha vuelto el deseo de fiesta.

La búsqueda compulsiva de hombre no me gusta, no me deja tranquilo. El día está hermoso. Pensaba comer y dormir, pero el sol afuera…

Frustración. ¿Realmente creo que un hombre es la solución a los problemas?

 

Ahora es de noche. Dickinson me ha propuesto salir. No quiero ir al mismo bar de la semana pasada, al mismo bar donde conocí a los dos últimos sujetos que me han causado traumas, obsesiones, que me han rechazado. El último nunca contestó mi mensaje de voz y he vivido una semana de obsesión dolorosa. Pero decidí no publicar lo que escribí al respecto. Uno más. Tal vez compre unas empanadas. La soledad duele. Tampoco tengo dinero. Si lo tuviera, qué, con quién salir. Pienso en estar acompañado y en que esos que me rechazaron son más felices que yo, que ellos no sufren esta soledad, porque sus vidas son opulentas, felices.

Y no es sexo lo que quiero, si no compañía, abrazos, amor.

*

Sí que necesito la terapia, sí que necesito sanar y concentrarme en mí, en mis asuntos.

*

Por un lado, el talentoso, el inteligente. Y por el otro, tan inconforme, tan enojado, tan poco suficiente.

 

Cómo reivindicarme con mi proceso, cómo entenderme mejor. Aceptar, siempre me surge la palabra aceptar como una solución poderosa. No resistirme, no pelearme con el presente. Cómo considerarme digno de ser amado. Porque me parece que, en medio de toda esta nebulosa, me veo como un fracasado, como alguien perdido, y cuando veo a otros que han ganado, a otros que imagino que están conformes con su proceso, entonces me vuelvo loco de envidia, de deseo, de posesión, como si el reconocimiento de ese otro me fuese a brindar el valor que no le doy yo a mi vida.

Me duele algo en el medio de mi pecho, me duele la vida hoy, y busco apaciguar, sedar el dolor, pero no tengo marihuana para irme, volar y perderme, evadir esta realidad que me resulta tan cruel hoy.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

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