Más de obsesión (P)

Lo estropeé. Fui yo. Para bien, quiero creer. Porque no me convenía. Es fácil obsesionarme. Me he obsesionado. Una vez más. Un hombre. Necesito amor, yo lo que busco es amor.

Obsesionado. He despertado en la madrugada, a causa del goteo del aire acondicionado del departamento de arriba; le he enviado un mensaje a mi vecino. Ha detenido el ruido. Al no poder dormir, he venido a mirar información sobre P. No respondió los mensajes que le escribí en la red de contactos gays donde nos conocimos. No me habló al celular. Entonces he seguido leyendo sobre él. Si con el cordobés anterior, si con el irlandés también me hice lío por la diferencia económica, con este me hubiese vuelto loco. O me estoy volviendo loco ya. Tiene 37 años, es abogado en una firma en la que es presidente, hace derecho tributario y he leído en una noticia que tiene algo que ver con gente involucrada en cuentas offshore (cuentas afuera del país para evadir impuestos). No he leído bien, un poco por pereza, y un poco porque no me interesa. Cuán importante él, cuán valioso para el mundo capitalista. No como el arte. Y cuán elevados deben ser sus ingresos. No como el cordobés pata sucia que vive en un departamento encerrado y se entrega en un banco. El cordobés fue mi obsesión anterior. Obsesión de unos días. Pero a este no lo pude conocer siquiera. Cómo, al ver de quien se trataba, no dimensioné la discreción requerida. “Te das cuenta que si ven un mensaje de estos me podés dar vuelta la vida, ¿no?”, algo así me escribió. Le he pedido disculpas. Me ha dicho que estaba todo bien. Pero luego, cuando le pregunté si le gustaban sólo las chicas, me ha bloqueado. Y le he hablado entonces por la red social donde nos conocimos. Y le he dicho que es un reprimido. Y me ha contestado que no me ponga agresivo. Y le he dicho que me ha dado ira su reacción, que me disculpe, que me hable de nuevo. Y no lo ha hecho. Ni lo hará. Y es mejor, es mejor para los dos. Yo quiero un hombre como P. Pero no para ser su amante, no para ser sólo el hombre que se viste en la intimidad de mujer y satisface algunos de sus impulsos sexuales (aunque me hubiese encantado hacer esto con él), no quiero ser la puta que no puede hablarle cuando quiere. No. Yo quiero un hombre como P para que me ame, para amarlo. En serio. Ahora, si lo pienso un poco más, ¿quiero un hombre como P? El terapeuta al que fui cuando terminé con mi pareja anterior me decía que debo estar con hombres con quienes tenga una conexión más allá de lo sexual. Y con estos hombres no existe eso. Pero siento hacia ellos una mezcla de envidia y deseo. En el fondo, no termino de aceptar quien soy, lo que soy, de dónde vengo. Y me siento marginal ahora por vivir en un barrio de clase media baja, por tener nacionalidad de un país tercermundista, por ser homosexual. Y aunque es lo que más amo, el arte, estos dones, aún percibo en mí el deseo de haber sido esa otra cosa, abogado, por ejemplo, o haber estudiado relaciones exteriores, ingeniería, y trabajar mucho y tener mucho dinero, mucho. Eso quiero. Dinero para viajar, para darme comodidades.

 

La gorda no irá hoy a la oficina: está de viaje. Hablo de mi jefa. Esa es otra que se la pasa ostentando. Pobre niña consentida y caprichosa.

 

Me veo, de repente, ante la necesidad de mantenerme a mí mismo, y sobre todo con la devaluación tan feroz de este gobierno en Argentina, me veo empobrecido, sin poder sostener el nivel de vida al que estuve acostumbrado, y habiendo migrado a un país tercermundista también, cuando tuve la oportunidad de irme a cualquier otro lado. Todavía tengo la oportunidad, quiero creer. El ánimo colectivo, la queja de todos, la constante miseria de pensamiento que tienen muchos de los porteños. Y la invasión de latinoamericanos. ¡Madre mía!

 

Me he despertado en la madrugada, y he revisado una vez más su nombre, he anotado su dirección, la dirección de su estudio jurídico. Me imagino yendo a espiarlo. Imagino que lo llamo desde un locutorio, que me voy a uno en un barrio alejado, así en caso de que me rastreen no quedan registros cerca de casa o de mi trabajo, y sueño que lo escucho diciendo “hola, hola”, y que escucho su voz, que lo poseo unos segundos, un consuelo fácil.

*

Igual qué. Hubiese venido, hubiésemos tenido sexo, y luego qué. Luego qué, si él quería un transexual, no un varón. Y tal vez yo, en medio de este poco valor propio con el que ando, lo considero más, más pudiente, más todo, más digno del mundo por su condición de macho heterosexual, velludo y exitoso. Y yo soy el artista, maricón, de clase media baja, que viaja en subte, artista sin éxitos que sueña con salir del tercer mundo. Y así establezco la comparación. En vez de amarme más, de valorar mis logros. Hace un año anhelaba esto, venir a Buenos Aires, ir a la escuela donde me formé como actor, actuar con mis amigos, pagar mi vida. Y pensé que nada ni nadie golpearía así mi ego. Me volví loco por él, y he sido indiscreto, impertinente, y luego, cuando me ha bloqueado, me he violentado, y luego me he arrepentido, y él no volverá. ¿Le gustarán los hombres también? ¿Le gusta todo? La intriga, eso es lo que mata, no “sacarle la ficha”, obsesionarme.

Igual qué, no hubiese pasado a mayores. No puede uno enamorarse de un amante. No es lo que busco, busco amor, y él no iba a darme eso, él quería una puta. ¿Qué cosas miro, qué cosas quiero mirar? En él, digo. Su forma de hablarme, la ternura un tanto impostada con la que en su condición de macho me trataba como mujer.

Esas páginas, además. Llenas de pijas y culos, de pornografía.

Quiero poseerlo, quisiera que fuese mío, tener su vida a mi disposición, conocerlo en su más íntima expresión. Me hubiese frustrado igual. Si ya lo estaba. Si ya él me decía que me hablaría en las noches y no lo hacía. Y fueron sólo un par de veces, y ya me había enojado porque no aparecía cuando yo quería. Avergonzado entonces porque me mostré mal, avergonzado por mi comportamiento, y sin la posibilidad siquiera de pedir disculpas. Lo siento.

Él, vigoroso. Él feliz. Y yo, débil, entristecido. Él usa Mac, yo PC. Él vive en el norte, yo en el sur. Él más, él fuerte, cómodo. ¿¡Cómo mierda me saco estas locuras de la cabeza!?

*

No sólo es el rechazo, si no el acto de que me haya bloqueado así, por un comportamiento mío tan fuera de lugar. No supe mantener la calma. He llorado desconsoladamente. Repito un patrón y quiero terminar con él. Estoy en busca de un terapeuta. Espero encontrarlo pronto, aunque el presupuesto ahora mismo no sea el más abundante.

La mente me juega malas pasadas, todas estas comparaciones tienen su origen y su causa en cosas que viven latentes en mí, los complejos. Lloro porque imagino a P acompañado, porque imagino que tuvo una infancia feliz, con padre y madre, lloro el abandono de mi padre, esta soledad, este camino que me hice, lloro mi elección de vivir en el tercer mundo, lloro mi vida, aunque me sienta culpable por no agradecer los dones y beneficios de los que gozo. Pero no son como los de él.

Debo parar de compararme. He estado leyendo, como otras veces, cosas sobre el rechazo en portales de sicología, he anotado ideas, frases, párrafos, para superar rápido esto. Ojalá me responda el terapeuta, ojalá pueda iniciar un proceso.

Ya no puedo acosarlo. Aunque quisiera mandarle un mensaje: Hola, hablemos, dale. Pero no. Su puntuación, me enamoro de cosas tan absurdas. Pero él quería cumplir la fantasía de estar con… con alguien trasvestido. ¿Qué le gusta a él? Y en su perfil, foto de una pija, de un culo, que ni siquiera sé si es el suyo. ¿Qué le gusta? ¿Por qué idealizo?

Fui bruto. No fui paciente para llevar a cabo mi fantasía con él, fui bruto, poco delicado, torpe, apresurado.

 

Él y todos los demás. Los demás hombres con quienes me he obsesionado y que han sido más felices, más adinerados, con menos traumas y angustias que yo. Me comparo. Si hubiese tenido un padre, esto no pasaría. Quiero que vean mis talentos, que me admiren, que sepan que soy inteligente. Él, quiero que él sepa que escribo, que vea mis destrezas, mi inteligencia.

*

Y no para el dolor. Aunque disminuye. He ido a ver al terapeuta ayer. “No me diste tiempo de llamarte”, me ha dicho. Le había dejado mi teléfono el día anterior. Hoy iré a una entrevista de admisión.

*

Recuerdo que usaba signos de puntuación en lugar de emoticones. Era tierno, o intentaba serlo. Me trataba como si fuese una mujer, en femenino. ¿Pero cuánto había de verdad en sus palabras, en su trato? Lindura, me dijo una vez. Sólo había visto una foto de mi cara. Él era apuesto, sí. O es. Y yo me enojaba con su trato, como si notara o intuyera algo de mentira, algo de juego de rol falso. ¿O era paranoia? ¿Hubiese podido continuar sin enamorarme, sin obsesionarme? Ya lo estaba.

Todo es lúgubre ahora. Y me he propuesto ser millonario, adinerado, como él, como P. Y como otros. ¿Cómo haré para migrar de nuevo?

Qué hace al despertar, cómo habla, si tan sólo me admirara, si tan solo desease verme, hablarme, saber de mí, si me dejara complacerlo, bañarlo, mirarlo. ¡Qué ideas me hago! Ni lo conozco. Entonces busco argumentos para pensar que es un mal tipo. Y como es abogado, quiero creer que es un hijo de puta, me digo que eso de interpretar la ley a conveniencia y jugar con el concepto de justicia, que eso es de hijos de putas. Pero al mismo tiempo, cuánta inteligencia. Y su poder adquisitivo, y su familia, y lo imagino un niño rico, con cosas lindas, y yo luchando por sobrevivir, esperando a diciembre para comprar la heladera, sin poder comprar ropa, mirando la carencia en mí, las virtudes en él.

Quiero ser millonario, me he dicho.

¿Qué es lo que busco?

Quiero olvidarme de él. Y ya pasará, ya pasará como con todos los anteriores. Iré a terapia, a ver si puedo cambiar el patrón.

*

Me avergüenza haber sido agresivo, haberlo violentado. Pero él me bloqueó, me respondo. Cualquiera diría que es una locura, pero estuve y estoy enamorado, tal vez más de una idea. Y ahora me voy con mi idea a otro lado.

Tantas preguntas sobre él. Juega al tenis, eso lo sé. Se va al río, eso me dice. ¿Navega, tiene una casa… dónde? ¿Cómo es su casa, con quién vive? ¿Qué come, con quiénes? ¿Tiene auto? Me reveló cosas de su vida, me reveló cosas, le gustaba contarme de él. Qué lástima. ¿O no? ¿Mejor? ¿Cómo ríe, de qué se ríe? ¿Y cómo trata a sus amigos? ¿Cómo los saluda? Todo de él, quiero saberlo todo. Esta intriga me atenaza. Amores imposibles, el amor idealizado.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

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