Ojalá volvieses, P (idealización eterna de un macho)

Paul Cadmus Tutt'Art@

Domingo. He tomado un cuarto de pastilla para dormir. No era esto lo que pensaba escribir. Pensaba iniciar al grito feliz de: ¡aleluya, habemus director! Hemos conseguido director para el proyecto teatral con Dante y Raira. Por fin. Ha sido una ardua búsqueda. Despierto aletargado. Son más de las dos de la tarde. Y seguiría durmiendo, porque me canso demasiado durante la semana. Ayer he ido a yoga, luego el ensayo. Y seguiría durmiendo si no fuese porque ensayo también con los chicos del lugar donde me formé: al parecer armaremos un espectáculo. El proceso de creación grupal es complejo. Pero es la única manera que he conseguido de hacer teatro, de mantener vivo el fuego de la creación.

*

Sigo resentido, me doy cuenta, con mi casera anterior. Aunque los días de furia han pasado, me encuentro a veces diciéndole cosas que no le dije: chanta, ventajera, aprovechada, usurera, vivaracha, chorra, ladrona. Eso quisiera decirle. Ya ahora no. Debo dejarlo ir.

He descansado. Es lunes y he descansado.

He rabiado en medio del insomio. Aunque levemente. Después soñé con Adela, quien, dicho sea de paso, me escribió hace unos días. Contra ella un poco rabié también. Desaparecí. Imagino a esa parte de mis amigos en Bogotá diciendo que desaparecí, que no volví más. Soñé con ella, con su hija grosera y con su marido. No olvido los desplantes, se me han quedado en el fondo de la conciencia y no logro perdonar.

*

Hace mucho no miraba noticias. No me había enterado del resultado de la primera vuelta en Brasil, por ejemplo. No veo noticias porque me hace perder la fe en la humanidad, o recordar que la he perdido, me entristece, me llena de ira, de impotencia, y los cínicos intentan hacerte sentir culpable de un sistema que viene podrido, intentan que me sienta mal por no hacer esto o lo otro, por no poner un granito de arena y luchar y pelear. Mi visión no es optimista. A veces, lleno de furia, digo que debemos extinguirnos, que somos un cáncer, los seres humanos, por mucha belleza, por mucha compasión, siento como si la batalla la estuviese ganando la oscuridad. Y prefiero entonces no pensar en ello, no enquistarme en problemas sociales, políticos, porque se me incendia el alma de la furia misma.

*

Esa ropa. Y mi barriga. Todos los días, como un disfraz. La misma ropa desde comienzo de año. Debo comprar algo nuevo, pantalones, camisas, un par de zapatos. Y lo jefes, los demás, mejor vestidos.

Intento mantener la calma. Me digo que debo hablar menos, mantener el silencio.

Insatisfacción. Todos los días pienso que me gustaría vivir en otro lugar, en otro barrio, un mejor barrio. Odio a lo inmigrantes latinos. Y deseo irme a un lugar tranquilo. Quiero ganar más dinero. Miro los bultos de los hombres, miro a los machos, los deseo. Y me enquista que prefieran a las mujeres, me enquista no tener ninguno para mí, ninguno que me guste. Y que sea difícil.

*

Lo he buscado en internet, he buscado su número y he llegado a su nombre y apellido reales. He visto que es abogado. Incluso he visto un par de fotos, aunque no hay muchas. El hombre con el que vengo hablando y que quiere verme vestido de mujer. Lo he conocido a través de un sitio web. El mismo sitio web donde he conocido a tantos, a mi única pareja también. Es atractivo. Juega al tenis. Vive en un buen barrio. Me ha dicho que se va al río los fines de semana. Que sale con chicas, que no está en pareja. Tiene 37 años. Un porteño “bien”. Y yo ya caí, ya caigo en la idealización fácil. Y la producción, comprar esto y aquello, es un presupuesto no menor.

Pasarme las horas ahí, hablando con gente, vendiendo, esperando siempre el salario, las comisiones para pagar mi vida, mi departamento chico, pero luminoso. Y sentirme solo y que me entre esta tristeza, este miedo del futuro, de verme obligado a trabajar para sustentar mis gastos. Y estar bien, pero sentirme inconforme.

Y las ganas de ser amado, la necesidad de construir un vínculo, armar una familia, una tribu, otra persona, una pareja, y que sea compañía. Sublimo la idea, seguramente. Necesito protección y proteger.

*

Ardo en deseo, en necesidad. Y al mismo tiempo me siento tan poca cosa, con la barriga abultada a causa de las pastas, de las galletitas en el trabajo. No comeré más pan. Venía comiendo pan sin parar durante los almuerzos. Veo a los hombres de cuerpos magníficos y me siento inferior, quiero ser como ellos. Tal vez empiece natación pronto. Tal vez vaya al gimnasio y haga un poco de pesas, así logro cambiar un poco mi imagen, aumentar mi autoestima.

*

Las nueve horas en la oficina, la gente ahí, las jerarquías. Y extrañar la escritura. El tiempo de ocio, de descanso, de escribir horas y horas.

Se pasa el tiempo de las mañanas y no logro concretar un cuento. Ayer me he aburrido profundamente en el taller. No he dicho nada del cuento que leyeron: ni lo escuché, ni lo releí, no supe nunca de qué iba, no presté atención. Mi mente fantaseaba con el chico macho con el que intercambio mensajes, me imaginaba saliendo del baño vestido de mujer para él. El cuerpo tan cansado. “Es perfecto todo”, dijo el ingeniero en referencia a su nieta que había nacido el fin de semana. “Es perfecto, sí”, le respondió la médica sonriendo. Sincronías perfectas del caos.

El dinero, la capacidad adquisitiva. Querer más, quiero más, ahorrar, viajar. Durante los días de semana una maraña se apodera de mi espíritu. La incomodidad del vestuario cotidiano. De la máscara del hombre de oficina. No soy tal cosa. O sí. Pero soy más el artista de las mañanas frente a este teclado. Soy el que ensaya los fines de semana, el actor.  Soy todo eso. Tiempo. Paciencia. Y confiar. Ahora tengo lo que necesito.

Y por más que me embargue siempre esta sensación de inferioridad, por el otro lado sufro una especie de creencia de que soy diferente, de que soy especial, marcado, de que percibo y tengo algo que la mayoría no. Luego, caigo en el pozo, de nuevo, me golpeo y mi ego se ve aturdido cuando veo a otros y quiero que me deseen, o cuando me comparo tal vez.

*

Pienso en él. Lo conocí en una de esas páginas de contactos gay. He pedido ya algo de ropa de mujer. Él, llamémosle P, es abogado. Ya escribí acá que he buscado, he buscado información sobre él, he buscado su número y me ha aparecido su nombre real, he visto una página de un estudio jurídico. Aunque en la foto parece otra persona, es de hace once años. P. También he visto una imagen de hace un tiempo en un torneo de tenis, he visto su foto de perfil de Instagram. Juega al tenis, ya me lo había dicho. Sale con chicas, me dijo. Me he obsesionado con él. En medio de mis fantasías, me doy cuenta de que necesito forjar un vínculo estable, necesito amor, compañía, no más relaciones efímeras en la que me expongo y de las que salgo debilitado a causa de exponer mi ego vulnerable.

Nos hemos enviado fotos. No hablamos con frecuencia. Pero la otra noche he retomado el contacto. Le he insistido. Quiero más fotos suyas. Le he enviado una mía, de mi parte de atrás. He tenido cuidado de que no se me vea la cara.

*

La gorda lanza veneno. Mi jefa, digo. Humilla y hace chistes hirientes cuando quiere.

Odio a la mayoría ahí adentro. Es un ambiente de mierda, las jerarquías, los egos. No es mi mundo. Es lo que hago por dinero. Debo recordármelo. No sé cómo frenar a mi jefa. No sé si voy a resistir. Por suerte se va de viaje una semana la muy venenosa. Quedan más. Arpías. Eso son, serpientes. Pero, a veces, cuando quieren, se las dan de buenas. Y creen que pueden tratar mal a la gente dependiendo de su humor.

Es temporal. A veces me agarra miedo por el futuro, por cómo voy a lograr la vida que quiero, actuar. De qué voy a vivir. Odios. Con la humillación de mi jefa se me despiertan los odios. Es bueno que venga el fin de semana.

Odio a todos. Odio al hombre con el que he estado hablando, a P, odio la intriga, odio que sea lo que es, lo imagino más poderoso, más privilegiado, más cómodo, me comparo. “Este país chirimbola”, dice la gorda soberbia de mi jefa durante el almuerzo. Los argentinos y su falta de valoración por lo que construyeron los inmigrantes anteriores, sus abuelos o bisabuelos, y que ellos convirtieron en este desastre.

Odio a mi padre, lo detesto por su abandono, lo detesto por su…

*

Compulsión. Bronca y deseo, furia, la imposibilidad de controlar la pulsión.

La felicidad, la seguridad enamora, el bienestar de espíritu. Una mezcla de envidia y posesión. Hablo de otros, no del que vino a casa recién. Y el viernes vino el brasilero, uno que conocí en una disco hace unos meses y que me envió un mensaje el viernes y me dijo que estaba acá, “na sua tierra”, me escribió. El viernes hice poco en el trabajo. Mi jefa está de viaje.

*

Desesperado. Enamorado de una idea, de una idealización, de algo que no conozco. Buscando el amor en lugares donde no los voy a encontrar. P me ha bloqueado, me ha bloqueado por mi indiscreción. Me ha bloqueado del Whatsapp y yo he quedado dolido y le he dicho en la red social esa donde lo he conocido, le he escrito un mensaje, y le he dicho que es un reprimido. P es heterosexual, supuestamente. Sólo sale con chicas. Pero quiere verme a mí vestido de chica.

He cumplido la fantasía ya. Ayer ha venido un hombre a casa. Es un hombre casado. Ayer, domingo. No he tomado alcohol. Es profesor de educación física. Hemos tenido sexo. Pero yo quiero hacerlo con P, porque P es abogado y tiene dinero y juega al tenis. Conozco su nombre y apellido. Él no lo sabe. No sabe que tengo toda esta información. Fui indiscreto porque él no me hablaba: él me dijo un par de veces que me hablaría y nunca lo hacía, y siempre era yo quien estaba tras él, buscándolo, y me he obsesionado.

Me he obsesionado con la idea, y he cumplido la fantasía. Y he traído ayer a un hombre casado. Y el viernes vino el brasilero, cuyo miembro grande, enorme, no satisfizo mis deseos, porque no me gustó él, porque era amanerado, con ropas feas, mariquita, y no me gustan mariquitas, pero accedí al sexo; ya me había dado besos con él en una discoteca hace meses, bajo los efectos del alcohol, claro, que lo distorsiona todo.

*

Y entre tanta cosa, pasa un fin de semana con feriado incluido y no escribo. Porque me dedico a la lujuria. En el ensayo, el sábado, incluso, estuve poco concentrado, revisando los mensajes del otro, del que vino a casa, con quien cumplí mi fantasía.

Y mañana martes debo volver a la oficina. Aunque no estará mi jefa. Y cuatro días son menos que cinco, eso seguro.

Todo esto lo único que hace es debilitar mi ego. Toda esta búsqueda desesperada de reconocimiento en los hombres. Y me obsesiono cuando veo que son más privilegiados que yo.

He anotado el teléfono de un terapeuta. Hace un tiempo que me digo que necesito ir a terapia. Pero preferí gastar el dinero en ropa femenina.

Y ahora entonces, P me ha bloqueado. Y yo estoy enamorado de la idea que me hago de él, de sus fotos, de su cara y de su barba. De su vida, una vida que desconozco, pero que imagino, de su carrera de abogacía, de su barrio de clase alta, de sus privilegios de niño rico que juega al tenis y es feliz, nunca es triste, siempre, siempre mejor que yo. Esa es mi creencia. Me enojo. Duele. ¿Qué debo curar, sanar, cómo hacerlo mejor, para llegar al punto de no necesitar esto, para mantenerme tranquilo, cómo reforzar el autoestima?

Anoto entonces su teléfono en mi agenda. Le digo, a través de la red social esa donde nos hemos conocido, le digo que le prometo no ser más indiscreto, que si él quiere volver a hablarme, estoy disponible. Aunque sé que no me conviene, aunque sé que no es el tipo de relación, el tipo de vínculo que me conviene formar.

Y me da bronca, mucha bronca. Es como si no pudiese concebir mi vida con independencia de otra persona que me valore, que valore lo mío.

Y los del taller siguen enviando cuentos, y yo acá, redactando sobre estas sensaciones, sobre estos amores frustrados que no llegan a amores siquiera, sobre estos deseos que me hacen sentir enojado, triste, en el lodazal.

Que el otro vea mis virtudes, como si ese otro a quien yo tanto admiro (hoy P, antes el irlandés, y antes otros, y así), si ese otro no me valora, entonces yo no valgo. Y me da bronca reconocerlo y no poder cambiarlo, que me siga pasando.

*

He borrado mi perfil en esa página. Todo pornográfico, ahí. Todas pijas, culos, penetraciones. Y a él supuestamente le gustan las mujeres. Todos descartables, todo enfermizo. Y a él, a P, si le gustan las chicas, ¿por qué se mete a esa página y mira hombres todo el tiempo? No es sano para mí. Ese tipo de relaciones no son sanas para mí. Debo convencerme, no lamentarme. Es mejor que sucedan así las cosas. Es mejor. He borrado su teléfono, así no puedo contactarlo. Otro más. Otro más. Otro que deseo con fuerza y se me va. Otro que no convenía. A veces el deseo es más fuerte que yo. A veces no puedo soportar el calor.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

Leave a Reply

Fill in your details below or click an icon to log in:

WordPress.com Logo

You are commenting using your WordPress.com account. Log Out /  Change )

Twitter picture

You are commenting using your Twitter account. Log Out /  Change )

Facebook photo

You are commenting using your Facebook account. Log Out /  Change )

Connecting to %s

%d bloggers like this: