Descansar ahí (en el olor de hombre fuerte)

Sobre las conversaciones con los chicos hoy en el bar, afuera, fumando marihuana, sobre eso quiero escribir. Sobre el chico de 25 años que toca la guitarra y que es amigo de mi amiga Raira, y que me dan ganas de amarlo, sobre eso quiero escribir, sobre mis ganas de amar y sobre cómo me parece que se me impide. ¿Por quién, por qué?

Ha sido una linda noche. He vuelto en colectivo, lleno de gente del sur, ahora soy del sur. O del centro más bien, qué sé yo. Dedicaré el día a escribir, a descansar, veré una película, dormitaré,  será un día libre.

Al final, hemos resuelto que continuaremos con el proyecto de la obra teatral con Raira y Dante. Si las cosas salen bien, el próximo año estrenaré dos proyectos.

Fin de mes.

Una felicidad me embarga hoy. A pesar de las incertidumbres de salud que han aparecido. Creo ahora entender un poco más. La soledad, vivir en soledad, en este departamento, me hace muy bien. Y retomar los proyectos artísticos me hace muy bien también. La esperanza. Que el arte es la salida, tienen razón. Aunque si me pongo a pensarlo, la mente puede llevarme a la preocupación de siempre: las cuentas, el futuro, qué hacer para salir del tercer mundo.

*

Como mi abuelo: sentarme en la ventana, y ver la gente pasar. Él lo hacía en una calle despejada de un lindo barrio al sur de la Florida.

A veces, temo dar ciertos datos en estas líneas: temo que me reconozcan.

Es un domingo apacible. Acá, en el centro (diré el centro, no diré el sur), y al vivir tan cerca de una avenida, se siente mucho la diferencia de un día común a un domingo: pasan menos colectivos, menos autos, menos barullo de gente en su carrera, en el sin sentido del universo.

*

En las oficinas se da esto de hablar hacia afuera. A veces no quiero estar con ellos. Mi jefa se irá de viaje durante una semana, en unos quince días. Qué bueno no verla por una semana entera.

*

Claro, un hombre de mi edad, un hombre como yo, quiero decir, es natural que desee comenzar y terminar el día haciendo el amor. O con alguna manifestación erótica, que desemboque en un orgasmo.

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Creo que he perdido el porro. No sé si me animaré a buscarlo en la basura. Todas las mañanas, el portero hace sonar el ascensor. Puede apagar el ruido. Pero no lo hace. Se hace sentir. Ahora mismo está barriendo afuera del departamento, hace golpear la escoba con las paredes. Para mí, lo hace en una clara demostración de territorio: “aquí estoy yo, vean que sí trabajo”.

He perdido el porro y mi plan era hoy, al llegar del trabajo, hacer ejercicio, y dedicarme luego a las mieles del humo otra vez, como ayer.

Dos meses y medio y entonces tendré vacaciones. Por qué he de sufrir de tan malos humores durante las mañanas.

Pensar que debo pasarme el día al lado de mi jefa. Que ella esté ahí al lado mío. Pronto se irá de viaje.

Las ventas, todos los días, el ambiente de oficina, los egos, las ropas, los salarios. Las comisiones. Fantaseo con las comisiones, con comprar esto y aquello. Ya pronto llegará el sueldo.

Estos minutos breves de las mañanas para escribir se me pasan volando. Mi método: sentarme y redactar una cosa y la otra, estas líneas, un cuento, otro, mil pensamientos dando vuelta, mil sensaciones; varios, muchos archivos abiertos, y escribir en este y en ese, y así pasarme el día, y beber café, y sentir que el día pasa tranquilo y que yo escribo, pienso y escribo, sin gente, sin nadie a mi alrededor, en la soledad que encuentro tan inspiradora. Luego querré a mis amistades, al amor que llegará el otro año, pero luego, el momento de la escritura, del tiempo para la confección, lo prefiero en soledad y con calma, sin odios ni angustias.

*

Ayer el profesor me ha preguntado de nuevo si no estoy trabajando en algún cuento. Algo así. Le he dicho que sí. Trabajo en dos cuentos. En tres, en realidad. Pero me lleva tiempo. Quisiera ser prolífico. O dedicarle más tiempo.

Agotado. Un agotamiento con miedo, como si el cansancio viniera con algo de temblor interno. No he podido dormir bien, y mis jornadas son largas. El de arriba, el del departamento de arriba hace no sé qué cosas en las noches, y golpetea el piso, se le caen cosas. El estruendo me despierta. Todas las noches. Debo enviarle un mensaje. Mis días son largos, el trabajo, el taller de escritura, los ensayos, el estrés. Agotado.

*

La mujer en el trabajo que pone la mejilla y no da beso. No la determinaré más, no le daré más beso tampoco. El otro día, como me vio que dejé en la cocina una taza y un vaso sucios, y ella me había dicho que lo hiciera y yo no lo hice, entonces las movió, fue ella: al día siguiente encontré ambas cosas sucias en mi escritorio. Conchuda.

*

Me pone de mal humor despertar y no poder escribir ficción. Me lleva tiempo entrar en el código de los cuentos, releer. Primero debo empezar por estas líneas, y en días como hoy…

*

Enojado. Inconforme. No me pagaron las comisiones que debían. Es la segunda vez que ocurre. Y estoy muy inconforme sabiendo que mis compañeras cobran más que yo. El asunto no me deja tranquilo desde anoche y me ha llenado de violencia. Contaba con un dinero que no llegó. Y aunque sé que lo van a pagar, me enquista, me hace sentir ninguneado.

*

Destemplado. Esa es la palabra. La buscaba ayer, y la dijeron dos veces en la oficina. Mi jefa y otra persona. Así vivo. Sobre todo los jueves y los viernes. Destemplado.

Crio panza. Tal vez hoy haga ejercicio. Aunque con este cansancio. Me reuniré con Raira y con Dante. Cenaremos en un bar barato y hablaremos del proyecto. Con suerte (se lo he dicho a mi prima sin recordar que no debo hablar mucho de mis objetivos), el otro año estrenaré dos proyectos.

Mi jefa ha solucionado el tema de las comisiones. Gente. El director de finanzas, que no saluda. Complejos. Complejos los de ellos. Y los míos también. El infeliz se siente mucho. Infelices que son ineptos. Mi jefa, con su soberbia, se da cuenta y les profiere insultos, a él y al chico fresa y machirulo del área de Finanzas. Escribo con algo de odio. Las miserias expuestas, por más que se disfracen con mil corazas, con mil armaduras, su miseria los (¿nos?) circunda como un gas asqueroso, una mala energía.

*

Cansado. De quejarme también. De hacer cuentas. De pensar en el dinero, en esto y aquello. De crecer y de darme cuenta de la vida. Analizarme. Me la paso analizándome.

Es cierto lo que decía mi jefa hoy: se escucha uno que otro grito en este barrio, uno que otro borrachín, sobre todo los fines de semana.

Hablar sobre la oficina, siempre. Vivir en esa oficina. Siempre. Este año no me tomaré vacaciones. Seguiré ahí metido. Aquí metido. Un trabajador duro. Ganándome cada cosa que consuma.

Enloquecido por las cuentas.

*

Escribirlo todo. Cada cosa que me pasa. Es como si al narrarlos, al ponerlos en palabras escritas, los eventos se esfumaran, como un pedazo de madera que se quema, escribir es como prenderle fuego a la situación, y ver convertido en una llama lo que antes fue realidad. De la realidad a la ficción.

*

Esta vida intensa. En un archivo de astrología (algo del nodo norte y el nodo sur) dice que este es uno de los tránsitos más complicados del zodiaco.

Dante me ha dicho anoche: “no hay que llorar tanto”. O algo así me ha dicho. Suelo quejarme. Y anoche, mareado por el humo de esa hierba de calidad triste que llevó Dante, no tenía de qué hablar y hablé de mi trabajo. Nueve horas diarias ahí metido. Nueve horas diarias.

Necesito un periodo de soledad. Pensaba anoche que si no fuese tan necesario, me recluiría, que es lindo aislarse, como un ermitaño, y no tener contacto con las personas, no ver a la humanidad. “Con suerte nos extinguiremos”, solté ayer en la oficina. Vaya si lo creo.

*

Y vivir en la fantasía, siempre alguna ficción a mano, siempre alguna historia.

*

Mirar a los hombres. Desear. Deseo, por ejemplo, meter mi nariz ahí, entre sus piernas, entre los genitales contenidos por la tela, por el bóxer, bóxer azul, por ejemplo, y descansar mi cara ahí, en el olor de hombre fuerte.

 

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

2 thoughts on “Descansar ahí (en el olor de hombre fuerte)”

  1. Feliz semana. Nunca lo dije, pero un olor a hombre amado es seductor. No lo puedo decir a mis amigas, porque dirían: “perra” que no se te olvide, este año somos gatas. Abrazos querido Anónimo.

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