Largo de deseo (ya casi das tregua, angustia)

Cackemaker

Ya le hablé, ya respondió, ya dijo que me hablaría, ya le dije que sí, que hiciéramos algo, algo tranquilo, y él me dejó así, sin responder. Ya me he enojado. Por suerte cuento con Raira, que me escucha toda mi bronca y dice que no lo bloquee, que trabaje la ira, la ansiedad, que le reste importancia, que al final hice lo que quise, que era hablarle, y que si lo bloqueo, como a muchos otros, entonces estoy repitiendo un patrón, y que debo aprender a restarle importancia a estos sujetos que no son nada, nadie, unos recién conocidos. Pero eso íntimo… Que sea efímero eso íntimo que viví con él, dormir con él.

En medio de los sueños, cuando despierto en la madrugada, pienso en lo mismo: ¿cómo es posible que no diga nada? Me ofendo con facilidad, siento una ira que no puedo soportar. “Destrato”. Aunque la palabra no exista. Su silencio es una micro violencia. ¿O no? ¿O exagero y se ha distraído no más? No lo creo. Y me enciendo en la ira de haberlo buscado. Ahora debo esperar a que me pase el resentimiento.

Confío, eso me pasa, que confío. Soy ingenuo. Y creo en el buen trato momentáneo del otro. Y la gente, mucha gente, anda rota, y uno no es la prioridad de todos, y hay quienes no tienen como pilar la cortesía, la empatía.

*

También soñé que comíamos, y yo estaba sin camisa, y en un momento me paraba a buscar no sé qué cosa, y mi abuela me decía que estaba comiendo mucho, que estaba gordo. Y qué ira me agarraba, y golpeaba la mesa, y gritaba. Y había un hombre, un marino o algo así, que me encontraba luego en la cocina y me decía que vigilara quiénes son mis amigos, con quién me relaciono.

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Es el autoestima. Es un patrón, sí, es el patrón de enamorarme y obsesionarme. Luego pasa. Y así con muchos. Que después no aparecen. Pero hay muchos otros que no aparecieron, con los que no me pasó nada, muchos con los que pude mantener un buen vínculo. Por qué con estos, con algunos, me obsesiono, quiero su vida, quiero que me amen, que me den su amor, su amor de hombre, el amor que no tuve de chico. Es porque son, siempre concluyo, lo que mi familia y la sociedad en la que crecí aceptaba como correcto. Un macho velludo, de una carrera en ciencias exactas, que trabajó desde chico, que hizo una maestría…

*

En estas líneas, aunque tal vez no lo parezca, aunque me deschave en mis pensamientos y me permita cada vez más el estilo del diario, tengo una conciencia del lector. Y reconozco que se ha vuelto aburrido. Hay cada vez menos historias, menos narración, menos acción, y más divague. A veces, en medio de la grandilocuencia de la que me creo poseedor, en medio del narcicismo que reconozco en mí, imagino que estas líneas quedarán y se leerán con el morbo social de ver el entramado mental de un autor célebre. Célebre, reconocido, exitoso, leído. Eso quiero ser. Por ambición, por logro. ¿Es sólo una creencia? Puede ser. El ego disparado, disparatado, que me lleva a una creencia falsa de superioridad por haber recibido ciertos dones y talentos. Fluctúo entre las sensaciones de grandiosidad y de inferioridad. Narciso.

Y agarrar el teléfono pensando que él me va a haber escrito, que aparecerá. Anoche, en la cama, con bronca, deseaba que me escribiese, que me dijese de vernos, y me imaginaba respondiendo con crueldad, o ignorándolo. Cómo se ha atrevido a tratarme así. Tampoco ha sido tan grave. Me hago mil historias. De un encuentro salen mil fantasmas. Ya irá pasando.

Lo que más me molesta es ver empañada mi tranquilidad. Supongo que es parte del proceso, del aprendizaje. Eso pensaba anoche también, o me preguntaba más bien: ¿Qué tengo que aprender de todo esto? ¿Cuál es la lección?

*

En kinesiología, la gente, los demás, hombres y mujeres hacinados, como en la ciudad en general. Es una especie de gimnasio con camillas. He corrido en la cinta. ¡Vaya si avanza la recuperación del tobillo! Pronto empezaré el gimnasio, tengo acceso a uno muy cerca del nuevo departamento. Es un lugar… ¿cómo llamarlo? Un lugar particular el gimnasio. Pero qué más da. Haré de todo: clases de yoga, estiramiento, correré como una gacela (aunque suene ridículo), como un ratoncito en su jaula, levantaré pesas. Tendré un muy buen cuerpo (esa obsesión con el cuerpo), y comparé cosas para mi casa, electrodomésticos, muebles, decoración, e iré a trabajar, y ensayaré la obra de teatro, y el otro año estrenaremos, y me dedicaré a hacer cortos, tendré tiempo para ir a castings… la vida de artista. Y ahorraré, sí, ahorraré para viajar. Cuando compré todo lo que deba comprar: el somier, la heladera, el microondas, el sillón, las sillas, utensilios de cocina, decoración, ropa y perfume. Las preocupaciones de un burgués ambicioso.

En kinesiología, he corrido, con mis ropas viejas, mis ropas deportivas. Espero que no hayan estado mal. El tobillo no me ha dolido. ¡Eureka! Y luego, he subido en el ascensor con ese médico hermoso, de barba grisácea, y le he hecho un chiste por matar una mosca, y él me ha mirado y ha sonreído, y en el vestuario, cuando me sacaba la ropa, cuando me cambiaba, me he erotizado, porque me desnudaba, y él tan hermoso, atrás, buscando sus cosas en su casillero, y un poco sentí la reacción de mi miembro ya alterándose de la pura fantasía con el médico fuerte. Luego entró otro chico, luego el médico se fue, y luego lo vi abajo, hablando con la recepcionista y con el otro kinesiólogo. Qué lindo guiño en el ascensor, médico fuerte.

*

Espero que hoy no me agarren ganas de llorar en medio de la jornada laboral. A veces, con alguna canción que suena en la computadora de alguna compañera o simplemente el orden de mis pensamientos me lleva al pesimismo, a la angustia de la soledad, a pensar en las responsabilidades que de repente me son propias, y el impulso del llanto se me viene fuerte, y tengo que contenerme para que no caigan las lágrimas.

*

Este lugar, este sucucho del que pronto me iré, me da tanto asco que no como nunca aquí: desayuno y almuerzo en el trabajo y he optado por no cenar, así bajo los kilos que subí durante mi estadía en casa de Boisano y de Laitan. Y de paso no gasto dinero.

*

Otra vez, la angustia. Hoy pienso llamar a ver si me hacen una entrevista de admisión y me derivan a algún terapeuta. Ando en búsqueda de terapeuta. Raira me dice que “no tape”, que llevo mucho tiempo angustiado. En el trabajo, sentado, durante la tarde sobre todo, con la rutina aburridora de estos días en los que no hago más que llamar a la gente para venderle, me agarra una tristeza profunda, unas ganas de llorar que logro evitar igual, no vaya a ser que se den cuenta de que estoy tan susceptible. Y al mismo tiempo debo agradecer, no estoy tan mal. Pero todo este remesón me mantiene nervioso. Angustiado. Esa es la palabra. Y hace mucho no estaba así. En el taller de escritura también. Anoche. Por momentos se me vienen las ganas de llorar. Me veo como alguien que ha alcanzado menos de lo que se ha propuesto, con una carrera de actor que no prospera, veo mis ropas viejas, todo, lo mismo, pero eso, sobre todo, tener 32 años y vivir en un país subdesarrollado, y no trabajar en series, películas, obras de teatro. Solo. Por momentos me siento incluso abandonado. Y la nostalgia me avasalla, se me viene encima. Pienso en mis abuelos, en cuando todo era nuevo aquí en Buenos Aires, en mi tía en Estados Unidos, en que odio que nos hayamos separado, que haya sido todo tan caótico después de la muerte del abuelo, en que se me ha pasado buena porción de la vida y no sé bien qué he hecho, o sí: he intentado actuar, y a pesar de considerarme talentoso no he podido hacer una carrera. Todos los lamentos se me vienen encima. Y sólo espero al fin de semana para mudarme. Mudarme. Y entonces me apena tener que dormir en un colchón inflable también durante quién sabe cuánto, un mes o más. Qué más da. Raira dice que cuando me mude algo se va a reacomodar. Y yo confío en eso también, en que me cambie el ánimo, en que me adapte al nuevo departamento, y vengan días más tranquilos, que me acomode un poco.

Y esa música que pone mi jefa. Y ver su dinamismo. Y que tiene reuniones. Me aburre considerablemente pasarme el día llamando a personas. Hay veces que no es así. Pero cuando lo es, me aburro, me entristezco, me veo como un inferior. Y ella, mi jefa de 29 años, menor que yo, y con un mejor cargo. Pero yo no quiero ese cargo, no quiero más responsabilidades, más objetivos. Pero quiero divertirme. Y ahí entro en conflicto. No me divierto. Pero eso me da el dinero necesario para toda esta movida, la mudanza, y para vivir en general. Todo es contradictorio. En un momento, lo que más deseaba era un trabajo, cualquiera fuese para poder sobrevivir, y que mamá no me tuviera que enviar más dinero. Ahora, ya después de seis meses de haber empezado a trabajar, me siento pretensioso y quiero algo más, algo mejor. ¿Pero qué cosa, qué tipo de trabajo? Contradicción. Más dinero pero sin responsabilidades. Es sólo su estado de dinamismo, de diversión lo que envidio. No ese puesto en sí. Ni el puesto de los demás. Yo quiero hacer algo que me guste y me que me den mucho dinero por eso. Quiero actuar y hacerme rico actuando, quiero escribir y hacerme rico escribiendo. Y sentado, en ese escritorio, se me viene encima toda la frustración de unos 32 años en los que no he logrado lo que he querido. Cómo no verme viejo, opacado. Hago un plan. Un plan de bienestar, en mi cabeza. Ya me voy a mudar. Ya pronto es sábado. Tres días más. Sólo tres días.

*

Mis ojos, un tanto adoloridos. Ayer he comido más allá de la saciedad con Laitan, en su casa, y ahora temo que me den ganas de ir al baño: no quiero usar este inodoro. Seguramente tendré que hacerlo: el café hará estragos en mi estómago también. No quiero ponerme escatológico. Sábado. Mudanza. Laitan me ha dado unos platos, unos vasos, unos cubiertos. Y una mesa. Y también he recuperado todos los libros que había dejado en su casa cuando volví a Colombia en 2015. O recuperaré. En futuro. Porque recién mañana es la mudanza, la gran mudanza. Anoche, he dejado todo listo en casa de Laitan.

*

Dormir con alguien, tener intimidad, y que el otro decida no verme. O no hablarme. No quedar prendidos. Pero yo sí. Y sé que las cosas no darán para mucho, sé que no somos compatibles, siempre lo supe, pero no puedo soportar su felicidad. Es eso. La felicidad del otro lo que quiero poseer, la seguridad del otro, como con el mendocino. Con él, entonces, envidiaba su juventud. Pero si era pobre, recuerdo ahora. Pero feliz. Ahora con este lo mismo. Con este que va a un banco todos los días…

No pensar tanto en el futuro. No pensar tanto en el futuro. Que no me importe lo que otros piensan.

*

Que el chico debe tener algún conflicto con su sexualidad, algún “mambo”. Eso sospechamos. Aunque es una especulación igual, como todas. Lo cierto es que no enloqueció por mí, como me hubiese gustado, como quiero con todos, que se enloquezcan por mí.

*

Iré a kinesiología, veré si puedo comprar un somier, un colchón, vendré al sucucho y me despediré de la mujer que me alquiló durante estos días, dejaré mis valijas hasta horas más tarde, luego iré a la casa del gran Boisano, ahí me “levanta” la camioneta, el “flete”, como dicen acá, y empieza el recorrido: iré a buscar las cosas a cada lugar donde he estado durante este tiempo de gira. Ha llegado el día, el gran día.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

6 thoughts on “Largo de deseo (ya casi das tregua, angustia)”

      1. Digo que cada día escribes mejor. Hay una calma relativa, a que silenciosamente se están poniendo presas a las personas y otras son corridas de sus empleos, los que tienen negocios y no están de acuerdo con el gobierno reciben sanciones para no dejarlos trabajar o amenazas. Campesinos que en la zona sur están siendo amenazados. Un par de años en esta situación nos llevará a una crisis más seria, porque cuando estás siendo amenazado las ideas o iniciativas se bloquean. Gracias por preguntar. Me agrada leerte.

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      2. Gracias Anónimo. Nosotros tenemos esperanza que la pesadilla terminará, aunque el despertar puede ser muy doloroso. Demasiados jóvenes presos, siendo torturados, si las cosas no le salen bien al dictador, puede tomar cualquier decisión trágica. Abrazos y no dejes de escribir.

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