Esperando la mudanza

 

Las cuentas para la mudanza, el dólar, la incertidumbre, siempre una cosa y la otra, siempre un gran esfuerzo…

*

Cuentas, números, dinero, el deseo de viajar, de irme varios meses a Europa, o dos semanas, o tres, o las que se pueda, irme a Londres, tomar un curso, hacer lo que amo.

*

Les digo a todos lo mismo, es mi discurso de la temporada, que con la mudanza debo amoblar el nuevo departamento, y luego, si mamá se muda en Macondo, debo ir hasta allá y ayudarla con su mudanza, y que todo es dinero, así que dudo poder viajar a Europa el año que viene. Que quiero migrar a otro lado, eso les digo a los demás también, que quiero vivir en otra parte, en un país desarrollado.

Hoy hace un mes que estoy boyando. Boyando, así dicen acá. Primero, dos semanas donde Boisano. Luego, dos semanas donde Laitan. Y hoy, iré al sucucho, donde permaneceré poco menos de dos semanas hasta que me den el departamento.

Les digo a todos lo mismo: que no me gusta la zona en la que está el departamento, que ha sido porque no tengo garantía (o fiador, como se le conoce en mis tierras), que un amigo se muda y me ha contactado con el dueño y el dueño me ha dicho que le dé tres meses de depósito a cambio de la garantía.

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No quiero escribir sobre él. Sólo quiero decir que lo quiero seguir viendo. He ya sentenciado que no es el tipo de persona con el que yo crea que pueda dárseme una relación a largo plazo. Sin embargo (¡ah, ya estoy escribiendo sobre él!), ha sucedido esta disposición mutua de jugar a la empatía, de conocerse, de abrirse.

Y ya empiezo a pensar en él más de lo que debo, pienso en enviarle un mensaje de voz, pienso en que no quiero sufrir. Ya me ilusiono, aunque sea poco.

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Vivir solo: poner música a volumen alto, escribir todas las mañanas, despertar a la hora que quiera.

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Me la paso mirando colchones en Internet, buscando el mejor precio. Aún no sé con cuánto dinero cuento, así que no sé cuánto tiempo vaya a tener que dormir en el inflable que me prestó Raira.

Así voy. A veces, todavía, pienso en mi casera anterior, en las discusiones que tuvimos, en lo que le hubiese dicho, en la situación de poder en la que se encontraba. Me pregunto quién vivirá ahora ahí con ella, quién tendrá que soportar a su novio todo el tiempo ahí, cocinando, gritando, poniendo música, al caniche y sus ladridos tormentosos…

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Este lugar es horrible. Ya lo intuía cuando vine a verlo. Pero nunca lo observé bien. Las paredes están sucias y rasgadas por la caldera; el baño, diminuto, percudido. Y el olor, el olor a cigarrillo o algo quemado, mezclado con un perfume dulzón de aromatizante barato. 12 noches. Sólo 12 noches y luego iré a mi nuevo hogar. Y ahí sí, debo encargarme de hacer que todo sea prolijo, como me gusta. Por lo menos tengo un lugar donde dormir. Un lugar bastante cálido.

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Quiero enviarle un mensaje al chico con el que salí el otro día. Supongo que lo haré. Qué más da. Es mejor expresar lo que siento. Hace mucho no salía con alguien y lo disfrutaba. Miedo al rechazo, al sufrimiento.

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12 noches. “Viste cómo vive la gente”, le decía mi jefa a la diseñadora gráfica unos días atrás. La diseñadora busca un departamento y había ido a ver una pocilga. Menos mal, pienso ahora, que he logrado alquilar el departamento de Dante. Por ahora no tengo más opción que pasar el entretanto aquí, en este sucucho, ya lo había reservado. Creo que por el mismo dinero podía conseguir algo mejor. Sí. Pero no solo. Acá estoy solo. Obré por desesperación. 12 noches, sólo 12 noches.

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El amor. Esa necesidad. Dar. Esa necesidad de darse, entregarse. Y recibir, claro. Hoy, cuando planchaba, escuchaba al gurú ese de autosuperación: que hay que dar, decía. No hablaba de amor. Pero lo recuerdo ahora y lo escribo. Cómo dar más, obrar más. Que pase la turbulencia, este año de turbulencia. Ayer, mi amigo Guille me decía que sigo siendo joven, a pesar de haber pasado ya los 30, que soy joven, que tengo tiempo. Quiero ir a Europa. Y ya vendrá, ya vendrá, me digo. Estoy haciendo lo correcto, eso siento. He corrido con suerte, me repito. Y a pesar de que cuando mi prima me ha mencionado, el otro día, dentro del listado de cosas importantes en la vida, a una pareja, una relación amorosa, yo le haya dicho: “no, eso no”, ahora cambio de opinión. O tal vez no. No creo que sea esencial. Y si está, que sea para bien, para sumar. Las relaciones, el degaste de las mismas. Eso pensaba después. En los ciclos. Me reconozco con miedo. Los ciclos de las relaciones y el aburrirse de alguien nuevo. Y que no haya compatibilidades, y el amor se acabe entonces. ¿Y por qué imagino, por qué me adelanto tanto ahora?

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Este lugar es un asco. Un verdadero asco: tiene una gotera en el techo del baño, hay cucarachas caminando por la cocina. En fin. El tiempo pasará rápido, quiero creer.

Al final no le he enviado el mensaje anoche al chico con el que salí el otro día. Raira me ha aconsejado que no: que da lugar a la especulación dependiendo de lo que responda.

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Que pase rápido, que pase rápido el tiempo, estos días, que pasen rápido.

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Despierto. Enciendo la luz de la cocinilla: que se espanten todas las cucarachas ahora, así cuando salgo más tarde a hacer el café ya no están. Pero no me sale bien y, minutos después, cuando me preparo el café, un par de ellas corren, salen del recipiente de los utencilios.

10 noches más.

Sólo espero que Dante deje el departamento en buenas condiciones, que las paredes estén limpias. Ese es el lugar que verdaderamente importa.

Mientras, pasarme los días en el trabajo, y disfrutar el paso del tiempo ahí. Hacer dinero, eso quiero, eso necesito.

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Y lo efímero en todo. Vuelvo a pensar en la salida con el chico el sábado. Qué suerte que no le escribí. Ahora ni sé si quiero hacerlo. No sé si creo que sea para mí. Pienso demasiado, tal vez. Que su vida y la mía no son compatibles. Que primero estoy yo. Que no debo olvidarme de mí. No compararme con el proceso de otros. Él con su viaje de un mes a Escocia, con su trabajo en un cargo alto en un banco, con su vida resuelta. Eso. Como en otras ocasiones. Pero ahora no me afecta tanto. ¿O sí? Ahora debo priorizar en mí. Quererme yo. Saber la parte del proceso en la que estoy. Ya vendrá el viaje a Europa, a Londres. Paso a paso. Él, que vive en una linda zona. Aunque su departamento sea frío, encerrado. Me comparo.

*

Narciso abandonado. Tal vez exagero. Se me despiertan mil fantasías, mil fantasmas. El amor, la necesidad, la idea, el deseo, que sea efímero, el miedo, el miedo a que eso con él sea, haya sido efímero.

Me descubro obsesionado. Después, entonces, me da vergüenza. Vergüenza conmigo mismo y con el otro incluso, como si el otro supiera que he estado esperando un mensaje. Pero no es él, no es el sujeto, es la necesidad de ser amado, aprobado, querido. O eso intuyo. ¿Y por qué le doy tantas vueltas al asunto? Me enoja ahora.

Ya vendrán tiempos mejores. Ya saldré de esta madriguera, de esta pocilga, ya me iré arreglando. Ahora me parece todo tan decadente. Ir a trabajar, no tener un cargo alto, usar la misma ropa todas las semanas, mudarme a un barrio de clase media baja, no poder viajar por ahora. Me comparo con él, como ya lo hice antes con otros hombres que llegaban en… ¿cómo decirlo? En situación de “normalidad”. Aunque ellos tengan sus dilemas, aunque desde ya sepa que sus vidas no son perfectas tampoco. Me comparo y me veo como alguien que ha logrado poco: la Argentina llena de inmigrantes de mi tierra, empobrecida… Y esta espera, en este lugar sucio, y el temor que el departamento que me entregan la próxima semana esté sucio también. El deseo de limpieza y de orden, de esa prolijidad que en algún momento de comodidad tuve y que de repente me resulta esquiva.

No he podido dormir bien.

He vuelto a kinesiología.

Y luego, cuando me mude, ¿qué? Tiempo, más tiempo. Así me mudo, compro algunas cosas, compro ropa. Comprar, comprar. Dinero. Y pasar horas en la oficina, desesperado por hacer dinero, por vender. Y verme en un escalón bajo, mirar de abajo hacia arriba, cuando antes tuve más, fui más privilegiado. Y al mismo tiempo, la culpa porque sé que tengo beneficios, que debo agradecer. May this suffering awaken my compassion. Lo recuerdo. ¿Cómo encontrar la calma? Me desespero. Ya va a pasar todo esto. Lo sé. Quiero creerlo. Ya va a pasar este huracán y voy a estar mejor, tranquilo.

Que si no me habla él, no le voy a hablar. Eso concluyo. Y me enojo con ese pensamiento. Me enojo porque él no me habla, me enojo porque lo envidio tal vez, a él y a todos los de su tipo, los de su especie, como al irlandés con el que también me obsesioné.

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Que sea tan difícil todo. Y al mismo tiempo, esa contradicción que describía arriba, de igualmente ser privilegiado. Lograr mis sueños, encontrar, dar amor.

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Despierto. De nuevo, las cuentas. Todo lo que debo preparar. Ayer he ido al ensayo. Primero a kinesiología, luego a votar al consulado colombiano, luego a ver colchones para mi futuro departamento y luego sí, al ensayo. En el ensayo he visto a Dante, quien prepara también su mudanza. He hablado con Áspora por teléfono. Le he comentado el mismo tema que a Raira la noche anterior: ¿hablarle al chico, verlo? Y luego del ensayo, me fui a tomar unas cervezas con Raira, y he comentado una y otra vez, hasta el cansancio, el mismo tema: el chico con el que tuve la cita la semana pasada. ¿Prefiero estar solo?

*

Ha sido una semana intensa, de mucho llanto. Pero ahora ya estoy más cerca de lo tan anhelado: la mudanza.

*

¡Le he hablado! Aún no contesta. Ahora, tolerar la ansiedad.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

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