Adiós, Melania (o Del sucucho, un nidito de amor)

 

conventillo-la-boca1

Busco, busco un lugar para vivir. Estoy decidido. Vivir como extraños, con una extraña. Y soportar su vida entera, soportar sus condiciones, porque es ella la casera.

Y la revelación, de nuevo, ayer en el subte, mientras escuchaba los audios budistas: que este sufrimiento despierte mi compasión.

Seguir, pasar el invierno.

Y quedarme con las situaciones que me impactan con esta intensidad tan mía.

Miércoles, ya.

Debo escribir. Debo terminar un cuento, así lo envío al taller. Debo mostrar algo.

*

Un sucucho. Esa fue la palabra con la que pensé describirlo. Son las siete de la mañana y es aún de noche. Ayer, después de trabajar he ido a ver una habitación en la planta baja de un edificio. Pero todavía vive una inquilina allí, así que no pude entrar. Vi la cocina mínima, y una pared rasgada. “Te lo entrego pintado”, me ha dicho la dueña. Es un lugar pequeño, muy pequeño: no he visto el interior del cuarto,tampoco he visto el baño: el novio de la actual inquilina dormía. He arreglado una nueva cita para el día sábado. Allí veré si puedo adaptarme. Si me lo entregan pintado, si puedo adecuarlo, decorarlo. Si me lo entregan limpio. O puedo yo después limpiarlo a profundidad, y sentirme cómodo, y estar solo.

*

La ira aparece lentamente, se hace percibir en la mitad de mi pecho cuando Pirado empieza a tararear alguna canción. Debo recordar por qué me he querido mudar. El ladrido del caniche me lo recuerda enseguida. No debo bajar la guardia, debo encontrar un lugar pronto, debo seguir buscando.

*

Anoche lloré de nuevo. No los soporto. O no soporto, mejor, llegar y verlos haciendo su gran cena. Y yo que ya no puedo empatizar con ella. Me siento oprimido. Me pregunto si tendrá esto que ver con ocasiones anteriores en las que me he sentido así. Sigo ofendido y viviendo en la historia de que me aumentó a los cinco meses y no a los seis. Debo soportar los ladridos constantes de su perro y la voz de su novio todas las noches, sus risotadas, compartir con una pareja, escuchar siempre la convivencia de los dos. Y entonces siento que me mintió, que no vive sola, que ella abarca un montón. La he aprendido a detestar. No quiero que se me note, claro. Pero tampoco quiero fingir algo que no me genera. Así que quiero evitarla. Mañana iré a ver de nuevo ese lugar pequeño por acá cerca, la habitación con entrada independiente. Tengo mis esperanzas puestas ahí. Seguiré buscando esta noche.

*

En el trabajo las cosas marchan bien. Descubro que quisiera más dinero para vivir. Recuerdo aquello de deseo versus necesidad. No sé si versus es la palabra. No le miento a mamá: estoy bien. Hoy amanecí cansado, con la congestión en el pecho alborotada, las piernas un tanto adoloridas. Pero sin fiebre. La fiebre me asustaría. Pero no. La fiesta del fin de semana pasado fue demasiado intensa, mi caminata al amanecer hacia el motel donde estuve tres horas, donde me dejé penetrar, donde grité, y dejé que el líquido tibio de su miembro me bañara la cara, el pecho, bajo el agua potente de la ducha, y yo agachado, y él, grande, de pie, dándome su fortaleza de macho.

Después, la culpa. Después caminé a casa, compré medialunas, bebí un jugo de naranja, dormí atormentado por los ladridos del caniche que mi casera infeliz no calla, y que debo soportar hasta que encuentre otro lugar para vivir.

Otro lugar para vivir.

Y ayer, viernes, con esa violencia tan común ahora en mí, esa violencia que viene tal vez de la frustración, entonces elimino el contacto del hombre aquél. Lo bloqueo. Se irá de viaje, la charla virtual no ha sido amena, y él se irá de viaje por diez días, vive lejos, no tiene lugar, y es activo, y yo no quiero que me penetren, y si lo hacen, que le pongan garra, que me besen todo, que me hagan lo que hago yo cuando soy activo, que no vayan a por el agujero, así, secos, fríos. No quiero repetirlo, me digo, no quiero tampoco caer en la necesidad de droga para entregarme, no quiero volver a la locura, a ese apuro por realizar fantasías exageradas (dos negros, más hombres, juguetes), no quiero. Y algo de eso, en medio de lo álgido de la pasión borracha con el hombre grande, algo de eso hemos hablado. Me ha dicho que él también, así como yo, ha tenido problemas con la cocaína, que ha ido a terapia, que se ha visto contando los días que lleva sin consumir. Como yo. “Yo también”, le dije. Y fantaseamos con esto y aquello. Pero al final, como a muchos otros, llevado por esta ira que me posee por momentos (momentos últimamente tan frecuentes), entonces decido bloquearlo, así termino de una vez con esa historia.

*

Ahora, un tema con el secado de la ropa: que quiere que yo use las sogas sólo dos días. Me genera una violencia, una tristeza que no sé bien cómo describir. Lo mismo de la opresión de antes. Me voy a ir de aquí. Me voy a ir pronto, muy pronto. No veo la hora de decirle que me voy. No veo la hora de no lidiar más con ella y con su vida. No la quiero ver más.

Domingo. Se ha roto la cadena del inodoro. Melania dice que la arreglará Pirado. Ha aprovechado para decirme que la forma de alquiler de nosotros no es tradicional, que ella me mantiene el precio hasta enero (¿enero inclusive o hasta diciembre? Nunca se sabe con ella), pero que si se rompe algo lo debemos pagar entre los dos. Y ha insistido: “”porque el valor de la habitación está muy lejos de lo que yo había pensado…”. Ha dicho otras cosas más, que tiene muchos gastos. En fin. No le he dicho que pienso mudarme la tercer semana de agosto. La miré y asentí. Y le dije que asumía la mitad del costo del arreglo de la cadena del inodoro. Me ha dicho que lo arreglará Pirado. “Ahora, todo bien”, concluyó. Un mes, debo esperar un mes. Me mudaré en un mes.

La entiendo. Y si yo no estoy pagando lo que ella considera que vale su servicio, entonces debo irme a un lugar en el que el dinero que yo pueda pagar sea lo justo. No quiero una casera que viva diciéndome que no pago lo suficiente. Adelantaré un dinero en calidad de seña por la habitación con entrada individual (no quiero decir sucucho), y con eso haré efectiva la reserva, así puedo informarle a Melania que me voy.

*

Sobre el sucucho:

Cama sencilla, una cocinita en la entrada, un hornito, una heladera pequeña, un microondas, un par de muebles (closets) para guardar las cosas. Es pequeño. Es apenas lo necesario. Colinda con el departamento de la dueña, y es una planta baja. No sé si la escucharé a ella cuando cocina. Escucharé tal vez los ruidos del ascensor.

El tema es el baño: es mínimo, de esos que no tienen división entre la ducha y el inodoro. No tiene lavabo, así que deberé lavarme las manos y afeitarme en el lavaplatos en la cocina.

Deberé adaptarme. Por un tiempo. Temporal también. Todo temporal, como siempre.

El precio es lo que puedo pagar. Y estaré solo.

Veremos qué nuevos gajes me trae.

 

Oprimido. Así me siento ahora. Debo salir de aquí. Hoy dormitaba con el malestar del resfrío, con el abombamiento de la pastilla esa que no sé si debí tomar. Y ellos, afuera, hablaban fuerte, ponían música, y el perro ladraba, y les importaba un carajo si el inquilino, un domingo a las ocho o nueve de la noche, tal vez quisiera dormir una siesta, ver una película. No les he dicho nada. Ni les diré. El miércoles hablaré con ella: me mudo. Mañana iré a reservar el sucucho. “Harás del sucuho un nidito de amor”, ha pronosticado mi amiga Raira. Tomo su palabra. Contaré cada día, sí, hasta que pueda liberarme de esta mujer y de su vida. Ni siquiera la odio. Con otros me resiento. Y aunque ella me produce desprecio, sí, un poco la compadezco.

*

¡He reservado! He reservado la habitacionsilla con cocina y minibaño. ¡He reservado! El miércoles hablaré con Melania. Me asusta un poco la charla, su actitud. Espero todo termine bien. Espero poder estar tranquilo en el nuevo lugar. Adiós al caniche, adiós a Pirado; adiós, Melania. Un mes y listo: no tendré que soportarla más.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

5 thoughts on “Adiós, Melania (o Del sucucho, un nidito de amor)”

    1. ¡Qué genia, Isa! Muchas gracias por ese dato. Lo voy a chequear. Sí. Será algo temporal. Pero no tendré que bancarme más la vida de esta mujer. Aunque todavía falta un mes. Espero pase rápido. ¡Un saludo! Y gracias por pasarte por el blog, por leer y por comentar. 🙂

      Liked by 1 person

Leave a Reply

Fill in your details below or click an icon to log in:

WordPress.com Logo

You are commenting using your WordPress.com account. Log Out /  Change )

Twitter picture

You are commenting using your Twitter account. Log Out /  Change )

Facebook photo

You are commenting using your Facebook account. Log Out /  Change )

Connecting to %s

%d bloggers like this: