O una caricia también (Semana)

Sólo unos minutos para escribir. No debo desaprovechar el tiempo. Mido el uso que le doy. No me permito procrastinar. Es la hora. Debo ducharme, vestirme. Preocupaciones y acciones del burgués que soy. Al final no sé nada. Debo declararlo. Que no sé nada. Discuto tan álgidamente. ¿Y después, para qué?

*

Otra vez, los problemas con el Internet. Debo, entonces, enviarle un mensaje a mi casera durante el día.

La convivencia: ellos pisan fuerte, tiran las puertas, hablan a volúmenes que parecieran no tener en cuenta que hay otra persona acá. Anoche, intentando tomar una siesta cuando llegué de trabajar, se me acumulaban los odios por ella y por su novio que engullen comida y se regodean en la mediocridad simple de su condición de clase media argentina. Pirado, el novio, habla fuerte, grita, canta. Y ya no lo tolero. Debo tolerarlo, lo sé.

Debo enviarle un mensaje, tal vez un mensaje de voz, pero debemos solucionar el asunto.

Y que todo lo que escriba sea estas nimiedades, siento que no tienen valor, y sin embargo me enojan tanto. La desconsideración de su parte, que no tengan en cuenta al otro.

Y después tal vez me arrepienta de escribir estas cosas, de odiarla, de mis odios en general. Odio ver a la gente ventajosa, el ego, odio verme envuelto entre los cuerpos, como en el subte (siempre, la imagen del subte, todos los días), apelmazados, apretujados para ir a trabajar. Y no es lo peor que puede ocurrir, no es la peor sociedad esta, ya lo sé. Me debato entre el inconformismo y la culpa…

*

¿En qué sigue mi carrera como actor? La obra de teatro avanza tan lento. El fin de semana empezamos a ensayar. Aún no conseguimos un director. Aunque el proyecto avanza.

Dos proyectos. ¿Sirve pensarlo? ¿Sirve evaluarlo? En términos de perspectiva, de análisis. No para volverse loco con los resultados. Pero sí para pensar qué estoy haciendo, qué avances hay. Dos proyectos: la obra con Raira y Dante, y el proyecto en el lugar donde me formé. Eso y el taller de escritura. Esa es mi vida. Mi vida real. Aunque no deba verlo así. La vida por la cual trabajo nueve horas diarias de lunes a viernes en una oficina.

*

Angustiado. Jueves. El Internet. Sigue el problema después de más de un mes. Los días pasan y surge a menudo la pregunta por el sentido. Aunque sea una pregunta que juzgo como tonta. Me siento solo, ante la posibilidad de buscar un nuevo lugar para vivir, debo encontrar algo con el dinero que tengo, el dinero que gano, y tengo miedo de esta inestabilidad, de no estar cómodo. ¿Dónde irme a vivir, con quién o con quiénes? Y siempre, claro, el odio a mi padre, aunque no tenga nada que ver, por considerar que le ha dado más a sus otros hijos.

¿Cómo solucionar el asunto? ¿Cómo hablar con Melania? El otro día, cuando le he planteado la situación, me ha salido con mil cosas, me ha dicho que me aumentará el alquiler, que ella tiene muchos gastos, y al final no hemos concluido una solución definitiva para esto. Está incumpliendo el trato inicial. Al no darme internet, está incumpliendo el trato.

*

La semana del Internet, al parecer. Problemas, dolores burgueses. El amor. Ir al entrenamiento. Hablar. Juzgarme. Pensar en qué perciben los demás. Los demás.

Poca cosa. Así me siento, con esta ropa vieja, estos zapatos. Menosprecio. No debo, lo sé. Siento culpa por ser desagradecido.

*

Semana de aquellas. Y sigo escribiendo sobre mí. A manera de diario. Tal vez me haga bien, tal vez me sirva. No sé si comer. Falta poco más de un cuarto para las 11, y ya me da pereza cocinar, el tiempo, ir a la cocina, el frío. Tampoco quiero dormir con el estómago vacío. Pero no es esto lo que me pasa. Lo que me pasa es un dolor que ni siquiera puedo entender, un dolor que no puedo poner en palabras, traer a la conciencia, una tristeza, un agotamiento y un sin sentido. Lo principal: no estar cómodo en este lugar en el que vivo. Una revelación: el aprendizaje tal vez consista en no desesperar ante estas situaciones como la del problema con el Internet. Desespero, me irrito. Y sale todo a flote. ¿Es eso acaso la gota que rebalsa la copa? ¿Hay cosas detrás pasando? Si en el trabajo todo va mejor. El miedo, la preocupación en cuanto a lo económico, el dólar que sube, mi poder adquisitivo. ¿Cuánto podré ahorrar, viajar? Angustia. Y el amor, la soledad. La falta de un hombre. La soledad, encontrarme de repente solo, trabajando para pagarme la vida.

*

Quiero superarlo. Es un miedo colectivo, pienso. Y ahora, el mundial, en Rusia; el aborto, en la cámara de diputados. Y mientras, la situación económica qué. No debería pensarlo. Me quejo. Y tal vez sirva quejarme en esta especie de diario en el que intento desfogar el dolor de vivir.

Debo comprar varias cosas. Debo esperar al próximo sueldo. En julio terminaré de pagar la deuda de la empresa de salud. ¿Estoy viendo sólo lo malo? Y ahí, sólo ahí, entonces empezaré a ahorrar. No he podido comprar dólares. ¿En qué moneda ahorrar si no?

*

Actuar. El sábado, mañana, será el primer ensayo. Iré a votar. El miércoles es feriado. Tal vez pueda dormir. El Internet parece andar bien. Melania dice que pedirá uno si no la semana que viene.

*

La ilusión de la riqueza. Ser clase media. Pretender más. Desear más.

*

Tal vez pierda perspectiva. “Un buen huésped”. Algo así me dijo Melania, ese mismo día que le reclamé por el servicio de internet. Me ha subido el alquiler, y me ha dicho que ella podría cobrar en dólares, y sacarle mucho más dinero a esta habitación, pero que no lo hace, porque yo soy un muy buen huésped. O algo así. No me gustó. Eso de que podría cobrarle más a otra persona, porque si es así, entonces que la alquile a otro, que lo piense, si quiere, pero que no me diga esa reflexión, es inmadura y torpe.

*

La gente canta gol. El pueblo. Y yo, cada vez más fóbico. Pan y circo, me digo. Ya veré algún partido, supongo, y me dejaré llevar por la fiebre mundialista. En la oficina creo que paran las actividades para ver los juegos. Y mientras tanto el mundo se viene abajo. ¿Qué digo? ¿Acaso está mal un poco de divertimento para el pueblo?

El internet sigue fallando. Empieza mi fastidio, entonces. No puedo abrir un e-mail siquiera. Tarda demasiado. Por suerte escribo.

Kinesiología, votación en Colombia, ensayo, y la búsqueda de hierba en casa del gran Boisano: un sábado en la Buenos Aires de mi regreso.

*

Y podría pasarme horas así, redactando líneas de este tipo, sobre mi vida, sobre la mirada de los hombres en el subte, sobre el deseo en las noches, la pornografía que miro para masturbarme y la fantasía de drogarme para tapar el dolorsillo que me acompañó esta semana.

Sobre eso debo escribir, sobre ese deseo latente. No reprimido, no. ¿O sí? ¿Reprimo? Sanar esos deseos oscuros ha sido uno de los primeros objetivos de este blog. Aunque los objetivos se modifican, sí.

Durante la semana (esto quiero escribir), durante la semana me imaginaba de nuevo, yendo a ese bar, a ese subsuelo oscuro con cabinas, donde me metía, borracho, a esperar, a beber más, a encontrarme con cuerpos, falos, culos.

*

Problemas con el internet. Debo conversar entonces, de nuevo, con Melania. Debo buscar un lugar para vivir. Aunque no quiera, aunque los cambios siempre asusten, den miedo.

*

El arte es la salida. Conclusión sabia, si es que las hay. En mí, digo. El arte es la salida, la actividad para no caer en el precipicio. Aunque quiera, sueñe aún, fantasee con irme, meterme en esos lugares llenos de gente queriendo sexo, como yo, que deseo, y al ver no satisfecha mi energía sexual, me frustro.

Pero el arte, el arte absorbe mi energía de manera positiva, enfoca mi mente hacia la ficción, y hace que me olvide de este mundo, de la presión de las cadenas de la realidad.

*

Un niño, eso soy. Un niño. Es como si las personas dejasen de ser niñas, y entonces las máscaras los envolvieran, se mimetizan con su coraza, con el caparazón que construyen por y para los golpes. Pero soy un niño yo, me comporto como tal, me reconozco como tal.

Tantas cosas quiero escribir. A ver si logro recordarlas. Los odios. Eso, sí. Quería escribir sobre los odios. El chico en la oficina al que le sonrío… Pero son almas entristecidas, en sus caras, como diría Cerati, en sus caras veo el temor, en sus miradas cortantes. Podría ser cruel. Tienen traumas. Como yo. Pero los de ellos no han sanado. ¿Los míos sí? No lo sé. La relación con el otro, las miradas, lo que llaman acá “la buena onda”, el mostrarse tal cual uno es con los demás. “Tal cual uno es”. Qué mierda es eso. Pero hay algo de desnudez que uno deja ver, pero están tan envueltos en las corazas, gente envenenada con la madad. Luego puedo ser budista. Puedo hablar de compasión, de reconocer su dolor, y entonces eso me hace odiarlos menos. Durante una época, durante un momento, porque después no, después queda algún resentimiento, y me alejo. Alejarse es lo mejor. Y ellos tal vez no entienden. O algunos de ellos. No debería importarme si lo entienden o no. Pero tienen una relación poco empática y menos inteligente con el otro, y creo que no reconocen que se están tapando con oscuridad.

Justo ahora recuerdo que Adela me ha enviado un e-mail con fotografías. Me he alejado de mi amiga Adela. Y ha sido mejor así.

Mis resentimientos, mis dolores, mis iras cotidianas, mis demonios. Que no se den cuenta los demás, eso pido. Que no se den cuenta de todos estos pensamientos que me aturden. Yo intento, a veces incluso me dejo tanto ir, intento mostrarme tal cual soy. Pero entonces recibo un golpe, otro. Porque una mirada puede ser un golpe. O una caricia, claro, también.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

4 thoughts on “O una caricia también (Semana)”

  1. Y encima el frío. No entiendo como puedan soportar tan frío los porteños en sus hogares. Un tiro balanceado de mierda por un cuarto de 50 mq y ellos en calzoncillos y pies desnudos.

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