Algunos quieren abusar de ti (algunos quieren que abusen de ellos)

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Despierto y la mente empieza a funcionar enseguida. Ha empezado el frío. Reniego todavía por haber tenido que pagar la deuda con la empresa de medicina.

¿Por qué tan alterado, tan enojado?

Pronto llegará Melania. Y no es ella ni su novio roquero y gritón los que me preocupan. Si no el caniche que me hace pensar seriamente en mudarme. Pero buscar, el trámite, y acostumbrarme a otro ser humano…

El dólar que sube sin parar… Es esto lo que me tiene de mal humor: que no puedo empezar a ahorrar desde ya. Recién en julio o agosto podré hacerlo, podré empezar a guardar algunos centavos. No hay apuro. Intento consolarme diciéndome que no hay apuro, que no importa, que todo va a estar bien.

Quiero comprar ropa, zapatos, y no tener que soportar a esta mujer, que llegará mañana.

Y la gente en la oficina, los días ahí, la cotidianidad que se me hace pesada. El regodeo de los demás en su felicidad. La gorda, en la oficina. Creo que la envidio. Aunque sé que no debo, no debo envidiar a nadie.

Y la ropa para el gimnasio, para ir a correr. Y el traumatólogo: ya van tres meses casi del esguince.

Se me han agrupado hoy las quejas.

*

Frío. La fantasía de la riqueza, de fortuna. Y ser libre. Pero no he de renegar. O eso me digo. Hoy puede ser un gran día. Iré a la escuela donde me formé, con miras a iniciar un nuevo proyecto. Entrenaré de nuevo. Soy un actor. Y la llegada de Melania, de nuevo, se me aparece como un suceso no deseado. No es tanto ella, ya lo he dicho, si no su perro. Y no es tanto el perro, si no sus ladridos.

*

Insolencia, inmadurez y soberbia. Todo eso noto. Y el ego. El ego que se impone fuerte. El mío también, claro. También y primero. Porque soy un asistente más, y no tengo un cargo mayor. Cargo que ni quiero ni necesito para saber qué soy o quién soy. Pero que ahí, en esa oficina, en esos momentos, me hace sentir inferior. ¿Es porque las veo como superiores a ellas?

Ayer, como bien lo intuía, me he sentido un poco culpable (tampoco tanto) por escribir lo que escribo contra mi jefa, porque veo que afloja. Ella y la otra, la que se sienta cerca de nosotros.

He llegado a la conclusión de que envidio a mi jefa. Porque es menor y más viajada y tiene un mejor cargo… y esto último no me importa por el cargo en sí, sino porque se dedica a algo que le gusta, que disfruta. Tal vez son ideas, tal vez hablo desde el desconocimiento. La envidio porque parece feliz, segura en su gordura fuerte, feliz, sí, viajada, y viajante porque la mandan por trabajo a un lado y al otro.

*

Y en el trabajo, los objetivos, la gente, que parece quererme ahora, y yo que ya he decidido quiénes me gustan y quiénes no, entonces debo cambiar, porque soy bueno, o me creo bueno, porque no me voy a quedar odiando, porque intento no ser un mal tipo, y comprender. Les lleva su tiempo a algunos aceptar, abrirse al otro.

Y la señora, en el taller de escritura, a quien me le he acercado para despedirme, he querido darle un beso en la mejilla, “te saludo”, le he dicho.

Y así, situaciones varias se quedan girando en mi mente, en mi estómago.

Que el profesor a lo mejor no me quiera porque no he llevado ningún cuento más. Pero ya llevaré, ya llevaré, téngame paciencia, querido profesor. Aunque tal vez no sea tan grave. Nada de esto, nada de lo que pienso, tal vez ninguna de estas situaciones sea tan importante para los demás. Eso leí ya varias veces, de diferentes fuentes, que los demás no piensan tanto en uno como uno cree. Eso espero también, eso quiero creer.

*

Escribir con premura, eso de ser prolífico… no se me da, no se me ocurren tantas ideas, necesito tiempo, ir a un archivo y al otro. Tal vez mañana, sábado. Tal vez, el domingo. No me alcanza el tiempo para todo lo que quiero.

*

Ha llegado el frío y no tengo ropa suficiente. ¡Ahí está! Un ejemplo claro de ver la carencia. En lugar de ver lo que tengo.

*

Ha regresado Melania. Aún no vuelve el caniche. Ha regresado. Y Pirado se ha quedado a dormir, han regresado y han seguido juntos. Han regresado de noche, tarde.

*

Este deseo de agradar, de no quedar mal, de ser querido. Y al mínimo indicio de que no, al mínimo gesto…

*

Culpa. Choques. Conflictos.

Y yo ahí, en ese boliche, como tantas otras veces. No quiero ir más. El exceso. Y hablar con el uno y con el otro. Y gritar. Y creerme más que ellos. Y mi ser intenso. Y los demás, sus caras, el puto argentino creído. Y yo, enloquecido, borracho, sin control de mis actos: cuatro tequilas, una botella de agua, una cerveza, la hamburguesa más grande en el McDonald’s. Aunque me haya propuesto ser austero. Ya con unos tragos encima se me va el propósito a la mierda. Y hablo con los hombres porque sí. Aunque no me gusten. Porque quiero que me deseen. Y es así, como dice la canción: algunos quieren abusar de ti, algunos quieren que abusen de ellos. Sin necesidad. Pero tenía tantas ganas de salir, de verme borracho, bailando. Y la música, un desastre. Entonces me aburro, y no tengo manera de mantener el buen humor o de ir a por hombres, si no es emborrachándome.

Tal vez exagero un poco, sí. Ha podido ser más grave. No sé si he llegado al punto de perder la dignidad. Eso no, tal vez.

Y el amigo de Dickinson, al que siempre molesto, al que siempre toco, que por fin ha accedido a darme besos. Pero yo sé que no me gusta del todo, que sólo quiero su cuerpo, que sólo quiero acostarme con él. Y ni siquiera lugar tengo para ir a revolcarme. O a dormir, tan sólo dormir con otro.

Empieza la semana. El frío hace que el vacío me duela más. Tengo planes, proyectos. Es para esto que he venido a Buenos Aires. Ha pasado ya, hace tiempo tal vez, la excitación de lo nuevo, y doy todo por sentado, como si no me hubiese ausentado durante dos años, como si no hubiese extrañado tanto todo esto. He vuelto.

Ya no saldré en unas semanas. Tampoco tengo el dinero para hacerlo. Es bueno saber que me mantendré alejado de las pistas, las pistas hediondas.

Gente fea, además. Y me siento mal por decirlo. Pero no quiero juntarme con la inmundicia. Ya es suficiente.

*

Y entonces, el domingo, con la resaca bien al palo, en la cama, los ladridos de Ringo me atormentan. Y mi casera no lo calla. Y en una de esas, cuando despierto a causa del caniche, decido salir del cuarto y pedirle a Melania, mi casera, que por favor lo meta un rato a Ringo en la cocina, así yo puedo dormir de corrido aunque sea un poco. ¡Para qué! Melania se ha irritado. Me ha contestado mal. “No lo puedo meter en la cocina toda la noche y todo el día también, ¡ahora es el día!”, me ha dicho. Me he ido a mi cuarto. Y, más tarde, cuando voy por el café, entonces me dice que esta también es su casa, que no quiere confrontar, que iba a salir, pero le cancelaron el plan, que luego de que le he dicho lo de Ringo, entonces ella no sabía si poner música; y yo le digo que es domingo, y ella dice que es domingo para ella también, y que quiere que estemos cómodos los dos, que no ha ladrado tanto como otras veces. Yo le digo que sólo le pedía meterlo un rato, como ella lo hace a veces, cuando se cansa de él, porque tengo resaca, y necesito dormir, y que si bien no ha ladrado tanto, basta un solo ladrido para despertarme, justo cuando me estoy quedando dormido, y es tortuoso. Ella llora un poco, me dice que ha estado muy sensible por el asunto de su madre, porque su madre está enferma, deben hacerle quimioterapia, y ella está preocupada. Y yo la entiendo. Sí. Digamos que la entiendo. Ahora bien, Ringo es un tema que me molesta desde hace tiempo. No quiero mudarme, sin embargo. No quiero hacer todo el proceso de búsqueda. Pero tampoco puedo negar que hay algo que me molesta. No lo sé. Para mí es tan sencillo como que: si el otro duerme, independientemente de la hora o del día, hay que respetar su sueño.

Nos hemos visto durante la noche, después. Nos hemos reído. Me ha dicho que “sorry”, que está muy sensible. Ahora está todo bien. Nos llevamos bien. Yo tengo lo mío, ella lo suyo.

*

Y el deseo. Controlar el deseo. Está bien no andar teniendo sexo por ahí, está bien no darme tan fácil. Antes era sencillo llevar chicos a mi casa, siempre viví solo. Y este sábado, por ejemplo, me hubiese gustado traer al amigo de Dickinson, y dormir, y abrazarlo, y sentir que lo protejo con mis brazos, y hacerle sentir la potencia de mi sexo.

*

Ansias por salir, por la noche, por beber. ¿Es la adicción? Sí. Es el intento de llenar el vacío. Es la necesidad de amor, que entonces se ve regocijada en la noche, en el boliche, en la borrachera pasajera. Y llenar el tiempo.

El lunes experimenté una sensación de desamor, de pena de amor. Llegué a casa y lloré. Por un momento, de nuevo, aquel miedo de cuando me separé de mi pareja, en el año 2012, de no querer el tiempo libre, porque entonces no sabría qué hacer con él, y trabajaba y ensayaba los domingos, me llené de actividades, para estar ocupado y no pensar en el dolor ni en su causa. El dolor del lunes pasado me recordó aquella sensación.

*

Si hay algo que marca esta temporada, esta época, es el puto perro, y el tormento que se ha convertido para mis días. Durante las noches, si bien Melania lo encierra en la cocina, el perro rasga la puerta y llora. Que llore no es tan grave, porque no llegan sus aullidos de mierda hasta mis oídos que protejo con almohadas, pero ese rasga… no es sólo que me incomode o que me despierte. Pero imaginarlo desesperado por salir, genera en mí culpa, lástima. ¿Y qué hago? ¿Decirle entonces a Melania que lo deje afuera y soportar los ladridos? No. Mudarme, pienso. Lo pienso y no lo quiero, en realidad. Pero el perro se convierte en una tortura. Reflexiono. A veces, cuando voy caminando por la calle, observo y reflexiono. ¿Para qué queremos encerrar un perro en un departamento? La domesticación se me presenta, a veces,  como otra de las características miserables de nuestra condición de humanos. Sentirnos queridos, querer. Qué más fácil que con un ser que te entregará, a cambio de comida, eso que conoces con el nombre de amor.

¿Para qué hemos adaptado a esa raza, para qué la domesticamos? Cientos de perros por todo lado, que duermen en apartamentos. Perros y gatos. Y el hombre haciendo de las suyas. ¿Han hecho lo mismo con nosotros acaso? Qué especie miserable somos, me digo a veces, aunque me genere culpa después.

Qué desprecio siento a veces por esto que hemos creado. Y, de paso, entonces, me desprecio a mí, por la insolencia de considerarme afuera, observador. Pero estoy obligado a habitar lo mismo, a vivir en medio de esta selva de mierda, de inmundicia y de podredumbre. Aunque no deba, aunque no quiera usar estas palabras, la misantropía me llega fuerte por momentos.

Esto quisiera: vivir en una casa, alejado de todos, ser millonario, y dedicarme a escribir y a actuar, y no necesitar trabajar ni juntarme con todo lo popular, como un príncipe, sí, alejado de las masas y de quienes las dominan. Vaya desastre hemos construido. Y quiero ser optimista. Pero me ataca una sensación de furia, y sólo quiero pensar en mí, en mí y en los míos. ¿Pero quiénes son los míos? Mamá, por supuesto. Áspora, Raira, Dante.

¿Y el amor? Uno se cree bueno. Uno es bueno con ese otro al que uno dice amar. Amar. Vaya verbo, vaya palabra. Y que sea tanto y que sea tan poco.

Y yo, en medio de todo este fuego, creyéndome bueno, como si no fuera parte de lo mismo, como si mi acción de querer huir no fuese política también. Lo es. Pero no tengo claridad alguna sobre el devenir de estos pueblos tristes que he tenido por suerte habitar.

Un viaje, un viaje. Y el miedo de no poder ahorrar lo necesario, la angustia de no realizar mis sueños. Pero no te apresures, corro a decirme. Ya podré salir, ya podré recorrer. No saber cuál será la vía no significa que no ocurrirá.

Por ahora estoy aquí, me digo. Estoy aquí, y estoy bien. He logrado el objetivo de mantenerme solo. A no desesperar. Queda tiempo. Y no debo hacer caso a la mente, a los pensamientos que intentan hacerme vivir en una realidad que asusta.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

4 thoughts on “Algunos quieren abusar de ti (algunos quieren que abusen de ellos)”

  1. Que el profesor a lo mejor no me quiera porque no he llevado ningún cuento más. Pero ya llevaré, ya llevaré, téngame paciencia, querido profesor. (Esto me hizo reir). Si que eres intenso, me recuerdas a Leo (un chico bello que tenía su pareja), yo amaba a Leo (como hijo), pero él nunca estaba contento con nada, conseguía algo y cuando lo tenía en las manos ya no le apetecía, tenía su amor y luego ya no era eso, era otro amor inalcanzable. Lo describes exacto. Disfruto mucho leerte. Abrazos mi querido Anónimo.

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      1. Me hiciste reir, si, mi hija es intensa pero no sufre, porque se las ingenia para que la amemos con sus histerias y locuras. También me la recuerdas. Me parece que es fácil amarte. o no se, a mi me agradas un montón.

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