El dolor de todo el desamor antes vivido, ¿de todo el desamor del mudo? Exagero, eso fue otras veces, ahora no. El dolor de la neurosis: yo, el desafortunado. Y él, el chico joven, cuyo teléfono he borrado ya de mi agenda en el celular; él, feliz, y no quiere verme. Un malentendido producto de mi inmadurez. Y, entonces, cuando ceno en la cocina, y entran mi casera Melania y su novio Pirado, entonces me dan ganas de llorar, porque estoy incómodo (aunque exagere), porque no me siento a gusto con esta vida, en este momento, con esta parte, porque no estoy en paz, y mis pensamientos (no debo creerles) me dicen que él, el chico mendocino con el que estuve hace un par de días, está tranquilo, feliz, contento, fuerte, y yo, yo vulnerable, incómodo. Así él tenga menos privilegios, qué tiene que ver, así yo viva supuestamente mejor, la fortaleza y el bienestar son cosas internas. Y él me ha rechazado, porque le he dicho que quería verlo ayer u hoy, pero he generado un malentendido, y no he sabido cómo resolverlo, lo he borrado de mi agenda en el celular, para no caer en la tentación de hablarle, y él no me ha hablado más, ¿me bloqueaste, lindo mendocino, o me borraste tal vez también?
¿He quedado como un inmaduro, como un histérico, un energúmeno? Es lo que soy, no debo mentirme. No he quedado, seguro, como insistente. Eso no. Y qué importa cómo he quedado. Es el ego, el bendito ego. Y yo que me regodeo en mi madurez, que me las doy de muy superado. Tomá, seguís siendo el mismo nene de mami, el mismo infante que pide amor.
Y él es menor, seis años menor.
Y Raira que me dice que al otro, al anterior que conocí, lo bloqueé yo, y no me importó, y que si quiero buen trato, que vibre yo el buen trato.
Lo siento. Pido perdón, lo siento, muchacho lindo: si bien es cierto que lo nuestro no hubiera dado para mucho más de dos, tres encuentros, tampoco debí ser tan impulsivo. Además, dos, tres encuentros como aquel, como el de ese día, qué bien que le hubieran hecho a mi alma atormentada.
Presiento que navego en la oscuridad, que le doy exceso de importancia a una simple lección.
Para la próxima trataré de comportarme mejor, pienso, esperar más, no actuar tan pronto, tan impulsivo, tan compulsivo, no borrar de la agenda al otro. Al mendocino, lo borré de una, y entonces él no vio mi foto, y pensó que lo había bloqueado. ¿Y por qué pensó eso?
Fue así: “Muy feo si te hacés el difícil”, le puse en el Whatsapp luego de unas tres horas que él no me respondiera. Y ya yo antes lo había borrado, así que ya él no veía mi foto. Y él me dijo eso, que pensó que yo lo había bloqueado. Y después, cuando lo agrego de nuevo, le digo: “Para vos”. Porque seguro le apareció mi foto. Fui poco claro, debí mentirle bien y decirle: “ahí puse la foto… para vos”. No había puesto nada: al agregarlo a mis contactos, mi foto le salía automáticamente. Pero al mismo tiempo él me había preguntado yo qué estaba haciendo. Y le dije que hacía ejercicio. Y ahí, el malentendido: “No hagas ejercicio para mí, hacé para vos”. Eso me dijo. Sí, un malentendido. Y agregó él que tal vez a mí me faltaba definir mi cuerpo, marcarlo más, pero que con constancia eso se podía lograr. Como un consejo, un tip de profe de gimnasia, tal vez. Ahí me enojé de nuevo. Bronca total. Y lo volví a borrar. Y él dejó de ver mi foto. Por un tiempo largo. Borré todo registro en mi celular, así me prevenía de contactarlo después. Al rato, arrepentido, ajusté la configuración del Whatsapp de nuevo, y permití que quienes no sean mis contactos, puedan ver mi foto, así él podía verla, sin importar que lo hubiese borrado. O sea que, si él aún me tiene en su agenda, puede ver mi foto, sí, puede… Pero yo ya no tengo su número.
¿Me borró él también, me bloqueó tal vez? Quién sabe. Especulo: tal vez yo no le gustaba tanto, porque, si no, hubiera insistido. Y no, no insistió. Y entonces, el rechazo (aunque mi amigo Laitan me dice que rechazo es algo más profundo, no esto). Y todo el problema que generé, por haberlo borrado, por no haber esperado a que se me enfriara la ira puta con la vengo de nacimiento, de otras vidas, de la niñez, o no sé de dónde, sí, esta ira que me atormenta. Y ahora, culpa, pena, arrepentimiento. Amores de barra. Cero y van… Y duele, sí. Voy aprendiendo, me lo prometo. Para la próxima, habré aprendido, quiero creer.
¿¡Y si voy a su trabajo!? Él es guardia, “seguridad”, dicen acá. Me ha dicho dónde trabaja, me ha dicho sus horarios. Voy, y le digo: pasó esto, pasó aquello, soy un idiota, y te he borrado, y después me he sentido mal. Y lo invito a almorzar, y así me siento mejor, así me siento mejor, así lavo la culpa. No, no lo haré. Es demasiado. ¡Qué cosas pienso!
*
Martes. Martes con sabor a lunes. Ha sido un feriado largo en la Argentina. Insomnio desde las 5. Ahora son las 7.30, he preparado café, y pienso en lo mismo. En mi inmadurez. Nuevo día, nueva semana, nueva oportunidad, quiero decirme, para dejar atrás la vergüenza, la culpa, y tomar lo aprendido, arrancar de nuevo. Vamos.
Te quedó genial el monologo. Me gustó mucho. Feliz martes.
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¡Ea, Meatov! Muy bueno que te haya gustado. Gracias por leer mis andanzas atravesadas. ¡Un abrazote!
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Eres tan espontaneo, que logro imaginar los lugares, las personas, el desagrado. Me transportas. Abrazos cariñosos.
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Buen texto, ese no saber, la culpa que se afila por las noches. Abrazo
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¡Y más si llega el insomnio! Muchs gracias por leer y por comentar, Rubén. Un saludo y un abrazo. ¡Buen fin de semana!
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