Buenos Aires, un año, el sentido y vivir de a varios

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Los egos. Y el mío, claro, también. Los egos, el deseo de exposición, los demás. Y darme cuenta, y recordar que ya está en mí, eso me han dicho, que lo que no me gusta en los demás es algo que ya está en mí, y entonces me percibo sucio por ser humano, por tener esa o aquella característica.

*

Un año. Un año del suceso por el cual empecé a cambiar mi vida, un año del suceso que me dejó atemorizado, devastado, como otros, sí, pero este fue el campanazo mayor. Y no porque haya sido el más grave, pero vino seguido, además, de la muerte del abuelo, de mi paso por Macondo luego. Un año de que me dieran burundanga, por andar de fiesta solo en un sitio asqueroso en la 49 con Caracas, en la Inmunda Bogotá, bien embalado a causa del polvillo blanco que tanto me llama, un año de que el tipo entrara a mi casa y mientras yo dormía, desmayado por la sustancia que me había dado un rato antes en una bebida que acepté inocente (que me supo a raro y que rechacé enseguida), mientras yo dormía, el tipo se armó de algunos objetos en mi mochila Janesport azul, y se fue con lo que pudo, con mis pocas cosas. Por suerte el edificio tenía portería, por suerte yo vomité ni bien entré a casa y el efecto de lo que sea que me haya dado (escopolamina, sospecho) no fue grave, no dejó rastros, por suerte no se llevó más, aunque todavía extraño el perfume traído por mi primo de los United, y el after shave (uno buenazo, no uno barato) recién comprado.

Y a la semana, el abuelo fallece y yo voy a la costa, y me encuentro con todos, y empieza a caerme, a caerme la ficha.

Un año de cuidarme más, de quererme más.

Ahora vivo en La Furia. La Furia, de nuevo. Me paseo por las calles donde más yo he sido. Y si bien la ciudad ha cambiado mucho, y la migración de caribeños es enorme en comparación con la época en la que llegué por primera vez; si bien noto mucho más los rastros de la pobreza, de la corrupción, del tercermundismo, sigue siendo este el lugar donde me formé, donde más crecí, donde hice los amigos-hermanos que tanto extrañé en mi paso por la Inmunda. Ya viajaré, siempre lo digo. Ya podré. Por ahora, vivo aquí.

El otro día me preguntaba por el sentido, el sentido de la vida. Tal vez ya lo haya escrito. Pero es normal repetirse, ¿no? Este ir a trabajar todos los días, vivir con una chica y con su perro, y no tener aún actividad artística definida (aunque proyectada, sí), me ha puesto a pensar que estoy en camino hacia otro lugar. Aunque más tranquilo, sí, más contento. Pero quisiera dejar de pensar que me muevo hacia otro lado. ¿O no debería pensarlo en esos términos, en términos de viaje? Disfrutar el presente, y tomar lo que pueda de él, de lo que soy, de lo que vivo ahora. No por conformismo, sino por aceptación.

*

Algo de ficción empecé a escribir. Ahora, al regresar de la votación (he ido al consulado), han llegado Melania y su novio, a cuya presencia todavía no me adapto. Ya algo había escrito sobre lo que implica vivir en compañía. Ringo ladra todo el tiempo. Antes, varios años atrás, viví con una amiga que tenía un perrito, pero era diferente: no ladraba nunca ese. Este chilla más de lo que imaginé. Cada que el ascensor se detiene en este piso o cuando percibe que alguien pasa por las escaleras; incluso, algunas veces en la noche, si siente que yo me muevo para ir al baño… No siempre, pero sí, es molesto. Y ni aún si supiera cómo educarlo, tampoco sería mi labor. Melania le dice que se calle, le hace “shh, shh”. Pero es muy débil en su intento, muy tierna, e intuyo que al perro no le importa ni cinco que ella lo mande a callar.

Anoche lo ha dejado encerrado en la cocina. Durante la madrugada, entre sueños, escuché los rasguños del pobre contra la puerta.

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Buenos Aires. Cada vez percibo más la opulencia venida a menos. Las veredas rotas, la ciudad en reparación, la gente durmiendo en la calle. Cada vez veo más colombianos de la peor calaña, intuyo que no vienen a construir. Temo. Me siento en una ciudad cuyas calles son un desastre, en la que entrar a un bar, a una confitería, a un teatro es la salvación de esa podredumbre que parece carcomerse el afuera. Bares elegantes (algunos), un mundo de clases altas oculto, ahí adentro, escondido, en el que algunos ven (¿vemos?) a través de los vidrios cómo la pobreza azota con furia a los habitantes, al ganado de siempre.

Una Buenos Aires invernal, aunque no se haya iniciado el otoño siquiera; una Buenos Aires en el invierno de su magnanimidad, que vaya uno a saber si algún día recuperará, si recuperaremos quienes intentamos ahora construir. Construir.

Y que la cotidianidad no haga que pierda la capacidad de asombrarme y de agradecer porque volver fue un deseo de largo tiempo, y ahora lo he logrado, y ahora me divierto aquí, trabajo aquí, sueño aquí. Aquí y no allá.

*

Lunes. Trabajar. Durante la noche, Ringo encerrado en la cocina. No pude dormir bien. Ha sido algo eventual, no creo que lo vuelvan a dejar allí. Relaciones humanas. Esto de pasarse a vivir con alguien, de compartir el espacio. Creo que voy bien.

Las ropas para trabajar, las camisas, los demás, lo que piensan, y que cada vez importe menos eso, lo que ellos (los otros) piensan.

La misantropía en el otro extremo de la paz mental, la paz del alma. Ayer, hablaba con mi amigo Dante sobre el sentido, le contaba mi reflexión sobre el para qué vivir, el para qué de todo esto si al final moriremos. Concluimos algo así como que andar en busca de objetivos no quiere decir que no encontremos armonía en el presente. Algo así.

*

Hay quienes vinieron y se fueron. A Buenos Aires, digo. Hay quienes hicieron lo suyo acá, y luego volvieron a partir. Y hay quienes no encontramos otro destino tan pronto, quienes no nos sentimos tan cómodos en nuestra casa de origen, quienes vivimos mejor a kilómetros de distancia, así haya cada vez más de la misma cultura originaria acá. No he tenido más opción que amigarme con eso, que aceptar la nueva Buenos Aires, cada vez más llena de migrantes latinos, como una especie de Miami, pero subdesarrollada.

*

Ahora cocinan. Melania y su novio, Pirado. Él es un roquero divertido. Indagando y conversando me han dicho que en un par de días tendrán una celebración (“una comida tranquila”, han dicho) por el cumpleaños de él.

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Yo quiero actuar, lo que quiero es actuar. Y vivo, y paso los días en una oficina, y empiezo el curso de escritura, y pronto empezaré a entrenar, sí, haré teatro, porque soy un actor, y los sueños se hacen realidad, ¿no es así? Los sueños se hacen realidad.

*

Melania y su novio. Ringo, el caniche. Los nuevos integrantes de la vida que puedo pagar. Y, como siempre, la pregunta: qué debo aprender de todo esto. No me molesta la presencia tanto como el sonido de la música. Mi anhelo, mi búsqueda larga y frustrada, la búsqueda de la tranquilidad.

Pero ella debió decirme que pasaba toda esta cantidad de tiempo con su novio. Una cosa es tener novio y otra cocinar dos, tres días a la semana con él, ocupar todo el espacio. Es molesto. Por más que se vaya después y esté sola. No me gusta vivir así. Es por un tiempo, supongo, es temporal, como todo. Y entonces pienso en el sentido, otra vez, en caminar hacia otro lugar, en los sacrificios para el futuro. Tal vez deba tener más paciencia, tal vez no deba ser tan precipitado, soportar un poco más los gajes (como ya lo escribí antes), los gajes de vivir en compañía.

Hoy estoy de buen ánimo. Ellos cocinan, ponen música. No a un volumen alto, está bien. El viernes y el sábado ella desapareció, estuve solo: intuyo que se va a casa de los padres en las afueras de Buenos Aires. Odio escuchar una música que no sea la mía. ¿Debo adaptarme, debo aceptarlo? Tal vez me molesta todo en demasía, tengo expectativas muy altas. Hoy es lunes. Es lunes apenas (porque en capitalismo es mejor que sea viernes, ya saben). Y avanzo. Siento que avanzo, que me muevo y avanzo.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

2 thoughts on “Buenos Aires, un año, el sentido y vivir de a varios”

  1. Tu descripción de Buenos Aires es muy real y conmovedora a la misma vez. A veces parece de verdad que la pobreza avance por las calles y los locales elegantes queden como islas en un ma de miserias. Se puede amar vivir acá solo si se mira la ciudad como los ojos de enamorados pueden hacer. Leerte es siempre un gusto!

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