Gajes

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Me he ofendido. Alguna posibilidad de eso había leído en un portal astrológico, en Facebook, que suelo mirar desde hace un tiempo, desde que me alojé unos días en casa de mi amiga Raira, el mes pasado. Me he ofendido porque mi nueva casera, mi nueva compañera de piso, cuando le he pedido un recibo al darle el dinero del alquiler, me ha dicho que al no haber contrato, las cosas son informales, y que ella no debería subarrendar, que si quiero ella puede consultar con la administración del edificio, y que podemos hacer un contrato, pero que la cantidad que le pago es mucho menor que el valor de todas las cosas que hay en el departamento, que ella me ha abierto las puertas de su casa, y que yo podría desvalijársela en cualquier momento. Ya intuía yo que algo así pensaba. Dicen que las acciones de los demás son reflejo del inconsciente propio. O no sé si es que co-creamos y vibramos en frecuencias parecidas. El asunto es que ya veía venir o ya presentía yo lo que ella sentía. Melania se llama. Melania me ha alquilado una habitación hace unos días: no he podido pagar más el costo de vivir solo, y he tenido que buscar un lugar para compartir. Mi casera tiene un novio. Un novio roquero que no vive en el departamento, pero que estaba el día que vine a ver el lugar, y que llegó ayer en la noche, cuando yo volví del trabajo. Yo dormitaba en mi cuarto, y mi casera me ha llamado para preguntarme no sé qué cosa, y como reposaba semidesnudo en la cama, lo primero que encontré para salir de la habitación fue la pijama, y he salido así, con una remera gris y con esa bermudita blanca de ositos pintados: ¡pero te has podido poner algo menos íntimo, que recién se están conociendo!, me dije después, avergonzado porque me han visto con mi pijamita veraniega.

Ringo da vueltas a mi alrededor mientras intento escribir estas líneas. No son las siete de la mañana aún. Bebo café. Ringo es el caniche marrón de un año y medio con el que también comparto departamento, el perro de Melania. Debo bañarme, ponerme una camisa e ir a trabajar. Ahora soy un empleado.

Anoche, ofendido, y en medio de la vorágine de cambios que atravieso, me han salido las lágrimas propias de la intensidad con la que vivo las novedades. No todas las semanas uno empieza un trabajo nuevo, y además se muda con una chica de 38 que tiene un perro caniche, y que cuando le pides un recibo por el pago del alquiler, te dice que te ha abierto las puertas de su casa y que podrías desvalijársela en cualquier momento.

Me he ofendido. “¡Pero podrías tener un cargamento de droga escondido, una caleta con dinero sucio o ser una psicópata asesina, y yo también estoy confiando en vos, dejando aquí mis pocas cosas!”, pensé después. Odio cuando el otro se pone en situación de que da más de lo que recibe. No se lo iba a decir. Ni se lo diré después tampoco. He leído que me dirijo hacia tiempos de paz, en la vida, en general, que vengo de épocas de guerra (en vidas o energías pasadas) y que si trabajo lo que hay que trabajar podré relajarme y trascender a una etapa de paz. Pero no le he respondido nada a mi casera no sólo por eso: también he querido y debo preservar la convivencia.

*

Las cosas vienen mejor. Ayer fue un día sensible, y al malestar con el que venía se le sumó un comentario de la chiquilina de mi jefa. No quiero extenderme en ese asunto, porque me ha dicho mi prima (quien tiene amplia experiencia en organizaciones) que es normal, que las personas suelen contestar mal, y mi amigo Laitan me ha aconsejado también, y ha hecho hincapié en que muchos usan máscaras de buena actitud. Ya veremos. Lo importante será mantenerme tranquilo, hacer bien mi trabajo y ser cordial.

Con mi casera mejoran las cosas también: hemos conversado, y hemos coincidido para la cena anoche. Charlamos con tranquilidad, con fluidez. Aunque no me gusta enumerar ventajas en los inicios. Supongo que traen consigo gajes. Los inicios, digo. Los inicios y sus gajes.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

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