24

24

Un diciembre que no parece tal. Una nostalgia que se cuela por momentos cuando recuerdo Macondo, cuando recuerdo la niñez, aunque no quiera para nada volver a ella. Una nostalgia que a lo mejor tampoco sea tal, una nostalgia que es anhelo, deseo, promesa.

Que toda narrativa es ficción. Y entonces mi vida, una ficción en estas líneas que es lo único que escribo por días, porque en medio de tanta convulsión (de tantos tormentos) a veces no me salen las palabras, no quiero dedicar tiempo a algo tan inservible como la escritura. Inservible es un decir, claro, en medio de toda la contradicción y la complejidad de hacer arte, si es que es arte lo que hago. La pretensión de arte, debería decir.

Una Argentina que duele, una Latinoamérica que duele, una Historia ahora triste. Una tristeza en el pecho, y el deseo de, como lo he dicho antes (siempre me repito), el deseo de quedar del lado feliz de la brecha, el deseo de privilegios, y la intuición de que me vuelvo un egoísta, aunque siga leyendo cosas, aunque siga pensando esas ideas, quisiera que no me importara nada, llenarme los bolsillos de guita, y ser como los ricos, ser uno de ellos, y andarme a cualquier parte, sin necesidad de trabajar, de depender de nada, de nadie, la libertad absoluta, de cuyo significado dudo más y más a medida que pasa el tiempo.

Pero ahora estoy aquí, ahora vivo en el lugar que tanto extrañé, estoy con la gente que tanto anhelé, e igual siempre hay alguna incertidumbre, alguna ansiedad, algo.

*

Llueve afuera. El profesor en el taller me ha dicho que soy bueno, que no me lo dice para que yo siga yendo al taller. Hoy fue la despedida del año. Y fui feliz de encontrarme ahí viendo el debate entre esos señores y esas señoras que escriben, y yo, y el verano, y el champán, y las letras como punto de unión.

Pero luego llego a casa, y debo llamar a mamá, para recordarle que mañana necesito dinero. Y ella no tiene, porque nos hemos gastado toda la herencia del abuelo, que no era mucha tampoco, pero suficiente, sí. No la supimos usar, creo. Mamá no me dejó inmiscuirme en las finanzas, y ahora no queda nada. Y yo no encuentro trabajo. Aunque encontraré, estoy seguro. El problema no es ese, el problema es cuándo. Y qué hacer mientras.

Y he sido feliz cuando el profesor me ha dicho que soy bueno. Porque mi amiga Áspora hoy me ha dicho lo mismo. Porque varios me han dicho lo mismo. Pero claro que no es tiempo de llenar el ego con grandiosidades inoficiosas. Con ser bueno no alcanza. Hay que trabajar mucho. Y, aunque no quisiera aceptarlo, hay algo de suerte, algo que no controlo, algo de Dios, tal vez. Sí, siempre es bueno que lo estimulen a uno, escuchar las devoluciones, sentirse incentivado. Pero con eso no pago las cuentas. No todavía. Con mis cuentos, con mis historias todavía no pago las cuentas. Áspora ha dicho que seré rico (lo ha dicho así, y ahora siento que no me gusta esa palabra, prefiero “millonario”). Lo ha dicho sin que yo la presione. Lo ha dicho sin que se lo pregunte. De hecho, ayer, cuando hablamos por teléfono, olvidé preguntarle sobre los cuentos que le había enviado ya hace un rato. Y hoy me habló ella por el Whatsapp, y me dijo, que soy bueno. Y el profesor en la noche… Y entonces lo único que tengo claro es que debo seguir, que el arte es la salida. ¿Pero el dinero? El dinero y la ansiedad. Si tan solo pudiera trabajar pronto. Me he postulado a tantas cosas, he hablado ya con tantas personas. Es asunto de esperar, quiero creer. Esperar y seguir buscando, claro. Y confiar. Siempre escribo lo mismo. Sobre confiar, quiero decir. Siempre escribo que debo confiar. Porque mamá sufre, porque es su tendencia. Y yo quisiera que no sufra más, no por dinero, no por mantenerme a mí, cuando ya he pasado los treinta años, y me lo ha dado todo, todo lo que ha tenido.

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Despierto siempre un poco ansioso. Durante la meditación percibo la prisa por escribir. Hoy, después de ese espaldarazo de la vida ayer, me he despertado con la idea de escribir mucha más ficción. Debo escribir la obra de teatro en la que trabajaremos con unos compañeros el año que viene. Y debo escribir cuentos. Ojalá me dedicara más seguido a la ficción. Como siempre lo pienso, siempre lo escribo.

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Mamá, el dinero, Macondo, la familia, Buenos Aires, el verano, los amigos, el departamento, el alquiler, las fechas, el dinero, este edificio, el Internet, la escritura, el éxito, el fracaso, la salud, la vida toda, entera, que me atraviesa y aunque yo intento, no hay calma aún; hay desasosiego, hay prisa, hay cansancio, hay anhelo, deseo, intención.

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Veo a un hombre en el super, me enamoro. La necesidad de amor aparece fuerte en medio de las compras, en la caja, mientras espero, porque hacen sonar por los altoparlantes esas canciones putas, comerciales, que hablan de amor, y es Navidad, y la gente se reúne con sus familias, y yo he decidido estar solo, y está bien, pero quiero ser feliz, porque algo me dice que estoy en busca todavía, y me pregunto entonces si es una actitud, si es cuestión de disfrutar el camino, el proceso, enjoy the trip, enjoy your journey. Pero igual, por más que doy gracias, por más que he comprado el vino, las verduras, el arroz para la cena navideña en soledad, por más que he resuelto los líos de dinero de último minuto (el cajero automático que me hizo una mala jugada), por más que todo, esos ojos azules, ese “gracias” sonriente hace unos minutos cuando le cedí el paso, y su color rubio, su blancura, su altura, su seguridad, su nariz curva, su cara que no es perfecta, y entonces mejor, porque es más hermoso, y ya, he caído enamorado, y las canciones de fondo en el altoparlante me mueven algo en el medio del pecho, y pienso que después tal vez escribiré esta sensación, y un poco me enojo, porque es la música esa, esa música de mierda, música puta, la que potencia esta sensación, mi soledad, y después ya paro: me he dado cuenta de que puedo controlarlo, de que lo he notado, y sí, puedo controlarlo. Y miro a un lado, por si lo veo. Pero no. Y entonces, claro, pienso en el amor, en si estoy preparado, en que llega solo, en que quiero sexo, pero no, no, no quiero que me usen, no quiero usar, o eso digo ahora, y es mejor abstenerme, a menos que tenga dinero, pero mucho, mucho dinero, así puedo pagar, y no ir con culpas. Porque si no, cuando uno acaba, llega el vacío, porque ya no quiero el sexo solo, sólo sexo quiero decir, y me contradigo, puede parecer contradictorio mi planteo, pero lo cierto es que quiero algo más, o eso me digo, eso creo ahora, algo que siempre he deseado (¿lo necesitamos, no?). Debo amarme yo, cuidarme más.

Pasa. Después pasa. Y vuelve la mente a preocuparse por lo demás. Lo demás sobre lo que estoy ya harto de escribir. Pero… de alguna manera debo calentar la mano. Incluso si es Navidad. O más porque es Navidad. Debo seguir, no debo parar. El trabajo, la búsqueda de trabajo. Y la escritura. Así el lunes sea feriado. Esa paz que se vive en la calle es disfrutable. Si siempre fuera así, si pudiera anular la presión social, la presión del sistema, la presión de mi madre que me dice que me mantenga solo, que ya estoy grande.

Y es que no nos conviene esa desesperación. La de mamá cuando le pido dinero, y entonces ella rebuzna, se queja con sonidos que me vuelven loco, que me hacen desesperar también, y ya cuando quiero caer en cuenta, ya estoy en uno de mis ataques de ira.

¿Pedir dinero prestado? ¿Es esa la opción? ¿A quién? Otra vez, las deudas. Y la responsabilidad sobre mis hombros. A veces, en momentos de furia quiero decirle a mamá que debió haber tenido otro hijo, así no ponía todas las expectativas en mí. Porque claramente no las he cumplido. Y hay cosas que ya no cumpliré. No le daré un nieto. Soy un artista. Y soy, indefectiblemente, homosexual. Pero quién sabe, tal vez sea temprano, tal vez algún orgullo le dé. O esa es la esperanza. Por ahora, lo he decidido, no le diré eso, lo del otro hijo, eso es grosero, y después me duele, me viene culpa, y mamá es mamá, mamá me ama, mamá es mi amor. Y hoy, hoy es 24. Saldré a por un pan dulce, entonces. Lo combinaré con un café. Y me dejaré embargar por la paz efímera de la ilusión de este día extraño, contradictorio, la paz falsa y burguesa de la Navidad.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

9 thoughts on “24”

  1. Tienes agudeza para todo. Me haces retornar a mis propios conflictos. 💕💕💕felices fiestas, veras que una noche buena en soledad ayuda a curarnos del consumismo.

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      1. Creo que lo más complicado no son las ideas, sino tener un espacio que te motive a escribir y poner en orden el caos que todos tenemos dentro. Abrazos nuevamente.

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      2. Acabo de descubrir el término “tuani”, no lo había oído. Supongo que me falta recorrido por los países centroamericanos. De cocinar… y hago lo que puedo. ¡Saludo, Meatov!

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      3. Es algo formidable, genial e indica disminucion de las distancias entre las personas. Es como “me alegra que trabajas tuani”. Saludos Anonimo tuani.

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