Que qué fantasía tengo con este país. Y yo con esta paranoia de que los demás tal vez sean xenófobos, con estas inseguridades de inmigrante. Y pienso ahora que debí responderle varias otras cosas, aunque no estuvo mal mi respuesta. Nos habíamos quedado solos con un ex compañero de teatro, cuya obra fui a ver. Fue una linda noche, noche de reencuentros, de teatro, de tertulia, de cerveza artesanal (qué de moda que está la cerveza artesanal), de pizza, papas fritas y empanadas. Lo clásico. A buen precio. Los artistas, los actores, los músicos, los hombres con esa barba tan Cortázar (vamos a decir). A uno de los actores le dije así: “vos te parecés a Cortázar”. “¿En el físico decís? ¡Ojalá fuera en todo!”. Más tarde ese mismo nos preguntó de qué vivimos. Y bueno, salen los mambos. Pero qué va. Ya después caigo en que es la hierba, en que es la mente, y amo volver, amo hablarles, moverme aquí, quien soy, quien era, lo que proyecto en los demás.
Pero esa pregunta, la de la fantasía, en ese momento, me puso un poco triste. Y no lo admití. Dije que es la fantasía de la vida misma: ser feliz. Y dije que había leído que cada cosa que uno hace es porque uno cree que lo conducirá a la felicidad. Y mi ex compañero me habló del deseo y del psicoanálisis. Y yo imaginé al deseo como un hueco, hondo, adentro de mí, como un agujero negro. ¿Qué fantasía tengo con este país? No, yo no vine a hacer la América, me digo, yo tengo una fantasía con el mundo, con el arte en mí en el mundo, con otros lugares, donde también pueda ser, yo no quiero tocar un techo, yo voy despacio, pero sé que me falta mucho por recorrer, y quiero hacerlo, en esta década, son los treinta, pero ahora estoy aquí, sí, ahora estoy aquí.
*
He vuelto al ruedo, escribí en el diario. Exponerse, insertarse en el mercado. Pero eso me hace perder energía, me parece. No me concentro. Y ya he caído de nuevo en una vorágine. No me pasan cosas lindas, no atraigo cosas buenas desde el lugar del borracho descontrolado, no vienen momentos bonitos, si no situaciones traumáticas. Eso fue lo que viví el domingo, vaya yo a saber por qué. La borrachera, el alcohol, las sustancias nublan mi mente, y no soy yo, es un yo que no soy, que no recuerdo, además, porque después tengo lagunas.
Y me gustaría hablarle ahora. Y preguntarle: qué te pasó, por qué te fuiste. O no, a lo mejor no. A lo mejor ni me incumbe su respuesta. Lo traje a casa, vinimos en su auto, amé besar sus labios entre esa barba fuerte, y recuerdo que entré al baño, y recuerdo cuando él me dijo que se iba, sí, o recuerdo más bien mi furia cuando me lo dijo, y que yo salí disparado a por las llaves, hacia la puerta, a abrirle, y mi frustración grande, mi enojo. Creo que ya llegando a la puerta, algo dije, algo como “no sé para qué sigo haciendo esto”, algo así.
Y he quedado ansioso, con el deseo a niveles monumentales, anhelando más de la cuenta. Es la ciudad. Soy yo en la ciudad, más bien. Tanta gente. Gente por todo lado, a todo momento, miles de historias, de ojos, personas, gente. Y yo tan hipersensible, tan atormentado, y vuelvo a dar la vuelta, vuelvo a los mismos puntos, los mismos lugares, me acerqué despacio, pero volví igual, al descontrol, por ahora simple, quiero insistirme, pero descontrol al fin. Entonces, el lunes feriado me he ido donde el Cobo, que lo conozco hace mil, le he hablado por Facebook y le he anunciado que estoy aquí, en la Furia, y me he metido en su cama, y me ha dado porro, y algo hemos hecho, no tanto como quisiera. Y me ha dado culpa buscarlo por descarte, me ha dado culpa eso y varias otras cosas más.
Besar esos labios, con esa barba, la del chico que se fue, eso quería, pero durante mucho tiempo, durante muchas horas, verlo bien, recordarlo bien. ¿Leyó algo, alguna de estas líneas en la computadora? Temo haber dejado abierto un archivo, uno de los diarios en los que mencionaba mi adicción, una frase en la que revelaba todo. Espero que no; me da vergüenza. ¿Y si no qué, algo de mí no le gustó, y se lo pensó mientras yo iba al baño, que era mejor irse? ¿Por qué? ¿O fue algo suyo, algo que le sucedía a él en particular? Ahora lo lamento, lamento haberlo traído, haberme revolcado con su energía, haber querido revolcarme más, incluso en mi propia cama. Quiero parar.
Me he dicho que voy a encerrarme a escribir. Pero lo único que quisiera ahora sería tapar, de alguna manera, este vacío, esta tristeza, este no sé qué que me parte el pecho. Y otra vez, la esperanza, la elección de ser optimista, de resurgir, una vez más, sí, mantener la fe.
¿Te dio miedo la intimidad? Todos tenemos miedos, con drogas o sin drogas, la sobriedad y el equilibrio no son algo que se pueda contener en un recipiente sin que desborde. Y bueno, a veces hacemos cosas que nos avergüenzan incluso sin drogas, solo uno lo exalta para recordarlo, como que nos gusta vivir con culpas, miedos y vergüenzas. Ama a quien puedas confiarle tus cosas. Me alegra cuando regresas, ¡pero recaer! ¿Qué pasa con tu voluntad?
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