Miedo de furia (o Es mejor pensarlo, quiero creer, reconocerlo y analizarlo)

M~ SUN0725Cowboy

El viaje. Las compras. Las valijas. El calor que agobia. Y el miedo, claro, siempre el miedo. Las ganas de escribir, pero sin saber ya bien qué. La curiosidad. El pelo demasiado corto. Los planes para el fin de semana en Bogotá. Y el pensar constante en el adiós. Los cuentos. Los cuentos que no se escriben solos, que me necesitan a mí para escribirse. A mí y a mi disposición. El calor, de nuevo. Todo el tiempo. Los zapatos que no encuentro, porque los que me gustan son los más caros. Y los precios bien elevados. No sólo allá (ese es otro miedo), si no aquí. Entonces, repito, los zapatos, que son bien caros. Y las noticias y el internet. Los que votan la derecha, los fascistas por ignorancia, los fascistas por tilingos, los fascistas por dormidos, por ese síndrome, el de Estocolmo.

*

A veces pienso que es más cómodo tener el argumento de las historias antes de sentarme a escribir. Sería más cómodo, me digo. Porque si no, alargo y alargo los relatos. O me pauso, me quedo en pausa, sin saber qué desarrollo darles. Lo primero (alargarlos) es inconveniente, porque lo que quiero escribir son cuentos. Aunque para qué presionarme, me respondo enseguida, por qué no darle rienda suelta a la mano, y listo. Y lo segundo (quedarme en pausa) es angustiante porque el tiempo pasa, y las historias se congelan, y el peligro asecha, el peligro de no encontrarles nunca un final, y que sean, como tantas, un entrenamiento apenas (otrora fracaso) en mi versión de escritor. Y entonces no sé si escribir, si sea mejor darme unos días, darme un respiro, como si hubiese trabajado mucho acaso, como si fuera uno de esos prolíficos y bien vendidos escritores.

Entonces evado. Evado los momentos de creación. Busco que pase rápido el tiempo, porque no sé qué más redactar, porque no quiero enfrentarme a los problemas que describí ya arriba, no quiero sentirlo, eso, que las historias no van para ningún lado. Aunque lo sé: algo quedará. Algo. Y seleccionaré luego. Y tendré material, buen material. Pero si no escribo, pues no acumulo, y no puedo editar ni corregir, y entonces nada, nada al final. Escribe y ya, me digo luego. Debo escribir, repito y repito, como si fuera lo único que pudiera hilvanar.

*

No he podido relajarme del todo. Tal vez en eso radique la incapacidad para escribir ficción. Es, sin duda, la ansiedad del viaje. Me obligo, sí, qué más puedo hacer. Llevo ya dos noches tomando una buena cantidad de gotas de pasiflora, que tienen un efecto sedante, delicioso. Pero, a la mitad de la madrugada, despierto con la vejiga a punto de explotar, y, cuando hago lo propio, por mucha pasiflora que haya tomado, no puedo dormirme más. Doy vueltas y vueltas, durante horas incluso, hasta que por fin logro dormir, y entonces sí, caigo en el sueño, el sueño profundo, el sueño fantástico, el sueño narcótico.

Tres días en Macondo. Cuatro en Bogotá. Y, de repente, ¡oh, la Furia! La Furia cara, la Furia arte, la primavera, la que me ha envuelto, en la que he sido yo, con lo lumínico y lo oscuro que eso significa. Entre otras cosas, por eso vuelvo, porque es allá donde he sido yo.

 

Ayer en la noche, mientras veía la conferencia esa de un tipo que sigo en Internet, volvía a mí el miedo sobre mis adicciones. Pensaba, aunque sepa que no hay una respuesta única y certera al tema, que es una cuestión de hábitos, hábitos que moldean mi mente, mi forma de pensar.

Podría enumerar mis miedos: no encontrar un trabajo que me satisfaga tanto personal como económicamente, no hacer arte y no destacarme en estas artes que me respiran, no encontrar formas de sostenerme, mantenerme económicamente, y aquí va, el que me ronda más desde hace unos días, desde que tengo la seguridad de que viviré de nuevo en soledad: no permanecer sobrio,  y dejarme llevar, de nuevo, por el mundo bajo de las adicciones, del alcohol, la marihuana, la fiesta loca, el sexo malo, el sexo fácil y derrapado.

Sólo pensarlo o imaginarlo, y la ansiedad me busca el pecho. No es algo fuerte, hoy no me estalla, es más bien deseo, un deseo muy grande, aquí en los hombros, los antebrazos. Y la idea, entonces, es ser capaz de controlarme, de controlar mi mente y así no caer en la recurrente tentación de evadir o de tapar el dolor con ese tipo de locuras innecesarias.

Cómo encontrar término medio. Cómo darme el gusto de fumar marihuana solo, en el pequeño estudio que alquilé en esas calles que tanto he extrañado, de ir a una fiesta con Dickinson, que ama los boliches gays, de ir a otra fiesta con esa gente, esos conocidos que toman pastillas y beben GH (una combinación que me lanza a extremos de euforia, cuya salida será dolorosa, ya lo sé). Cómo mantenerme al margen, mejor. Sobre todo de estos últimos, de las drogas pesadas. Cómo no hacer de eso un hábito, la cosa común, porque ya tuve periodos así, y quiero demostrarme que aprendí de eso, que me procuro un mejor cuidado ahora, que me quiero más, me respeto más, porque es así: lo afirmo y dudo, me lo pregunto. Hoy tengo miedo, y es mejor pensarlo, quiero creer, reconocerlo y analizarlo.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

3 thoughts on “Miedo de furia (o Es mejor pensarlo, quiero creer, reconocerlo y analizarlo)”

  1. Es normal, a todos les sucede. Conocí a un chico que tuvo mucho miedo de hacerlo y lo está logrando, te recordé y lo harás. Esa forma de escribir que tienes te augura buen futuro.

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      1. Eso que decís es cierto, inicia tu trabajo, pon orden en tus ideas y en tus cosas. Nunca te olvides de quienes te ayuden a salir adelante. Un abrazo Caribeño, somos caribeños.

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