Un largo recorrido por la mente de estos días (o Como en el diario I)

Caravaggio_San_Juan_Bautista_2

Para qué hablarle. Bueno, para saber si vendrá el fin de semana a Macondo, y entonces tal vez pueda verlo. Pero con tanto voltaje que le he metido a estos días… búsquedas interminables por internet de algo que nunca, por suerte, se concretó. Esa salida a ese parque, y yo tomado, y solo, ahí, esperando, en pleno sur del pueblo.

Y cuántos enamoramientos van ya. Es uno más. Y listo, uno se enamora de la idea, no de la persona, eso me repetí el otro día.

No tengo ganas de escribir. Me salgo de mi eje, de mis casillas, y me siento tan culpable, como si no quisiera revelarme así de sucio. Por suerte no pasó nada, no hice nada.

Y además, si tantas cosas quiero, sería una locura gastar en él, en sexo. ¿O no? Porque no es sólo sexo. Es deseo, me he dicho. Y estoy gordo, y flatulento, porque he comido en exceso, y bebido desaforado, pensando que la bebida me desinhibiría, y entonces, borracho, efectivamente me sentí más capaz de buscar sexo, y hablé no con uno sino con varios a través del Whatsapp. Y al final casi concreto. Pero no. Y las cosas se pusieron color de hormiga, porque un tipo quiso asustarme. Y lo consiguió. Por suerte fue sólo un susto, me digo ahora.

Y si ya me voy a Buenos Aires, para qué seguir dándole cabeza a un chico aquí. Y en la costa más que todo. Pero ha sido lo mejor, el único hombre lindo aquí en Colombia. O eso me digo, esa es la fantasía después de verlo. Y ahora, al notar que cambió su foto de perfil en el teléfono, entonces me dan ganas de abrazarlo, de dormir una noche con él, verlo, sí, vivir el amor o la ilusión del amor, más bien.

Sí, ahora hago los planes para Buenos Aires de nuevo. Con sus pros y con sus contras. He decidido que no quiero vivir más aquí.

El tiempo pasa, siempre. O el que pasa es uno, no lo sé. El mundo pasa.

Lo he analizado tanto. Lo más riesgoso es el desenfreno en soledad. He quedado asustado después de estas tres semanas de desmadre. Desde que me fui a ese otro pueblo a dos horas de donde vivo. Y lo conocí a él. Y no pude dejar de pensar en verlo. Pero con él todo es a cambio de dinero, me digo. Y es una locura establecer un vínculo así sin tener el efectivo necesario. Necesitando ese efectivo, en cambio, para mis planes, para mi vida. Un efectivo que ni siquiera es mío, sino de mamá.

Y en Buenos Aires, el cuidado. Tener cuidado. Mantenerme en el camino que venía, el camino de los cuidados. Me asusta haber recaído.

Quiero todo, he querido todo, deseo todo. Salud, dinero, amor. Amor de verdad. Y si no, la valentía y el coraje para no abandonarme cuando esté solo, para mantenerme firme en la tarea de los cuidados importantes.

Y si tuviera dinero lo ayudaría. Me pasa de todo por la mente, ideas, creencias falsas, las reconozco, me producen estados, emociones. Que es muy lindo, que es muy joven, que tiene la vida por delante. Que quisiera ayudarlo, sacarlo de pobre, darle oportunidades. Y, de paso, tenerlo cerca, verlo feliz, agradecido, siempre en contacto. Aunque ya sé que no, que no es lo que necesito, pero qué más da, escribo y sueño un poco también.

*

No sé si es la ansiedad. Tal vez, cansancio de que me disguste siempre lo mismo. Luego me siento mal, me ataca la culpa. Pero después igual sigo enojado, no disfruto ya de la convivencia con mamá. Hoy, por ejemplo, desperté, y ella hablaba por teléfono con una tía. Y detesto oírla así, hablando, contando todo de su vida, chismosa. Está bien que lo haga. Pero en la mañana, despierto siempre susceptible, sensible. Y me embarco en odios innecesarios, odios que tal vez ocultan una razón más de fondo, más importante, un sufrimiento, y no quiero escribir sobre eso ahora. Me parece innecesario, que no suma. La frustración y el poco éxito y bla, bla, bla…

Tampoco lo de concentrarme en odios puntuales.

*

Doy vueltas en los mismos pensamientos. He tirado la marihuana a la basura, por suerte. Así que he regulado ya la alimentación, y pronto volveré al ejercicio. Pienso en el posible viaje y pienso en él.

Sobre el viaje, lo mismo: si debo hacerlo, si tendré el presupuesto para lo que deseo, si irme tal día o tal otro. Y sobre él… Sobre él, que quiero pasar varias horas a su lado, a solas, oliéndolo, acariciándolo, besando cada pliegue de su cuerpo, absorbiendo entero su aroma, para saciarme por un tiempo, para llevármelo bien, bien adentro. Pero entonces me recuerdo (me digo) que si me voy a ir a Buenos Aires es mejor guardar dinero, y que a este chico, aunque no me guste contarlo o admitirlo, debo pagarle, entonces el viaje para visitarlo me sale mucho más caro. Pero igual quiero verlo, ver su juventud, su ilusión de joven arriesgado. Él, por lo pronto, está dispuesto. Entonces, pienso, debo aprovechar. Y no son pocas las preguntas. Pero enseguida, incluso antes de comenzar, como un juez que absuelve, me digo para qué cuestionar. Pero no, me vuelvo a decir: ¿para qué (más bien) vivir así la sexualidad? Que no debería pagar. ¿Y qué hago con mi torso entero, con mi alma, digamos, que me pide a gritos no perder la oportunidad, dejarme llevar? Es el caramelo en el punto justo. Es el hombre que ya deseaba. Y entonces, me descubro endiosándolo, y sé que es peligroso. Porque por muchas ganas, no defino aún si iré a por él, no defino aún los costos de mi viaje a Buenos Aires, y si quiero ir a verlo, tal vez deba inventarle una excusa a mamá, y esto y aquello, y nada es seguro hasta que no pasa.

Todavía estoy asustado por lo de esos dos días a solas en casa. En lugar de permanecer tranquilo, drogado y fumado, viendo alguna buena película, no, me fui por el lado bajo, por el inframundo. Como otras veces, pero ahora en mi ciudad natal, en la que me había dicho que no lo haría.

Y ahí sí me di manija yo mismo, con eso de vivir mi deseo, como me lo doy ahora con ver al chico del pueblo macondiano a dos horas de donde vivo yo. Pero cómo saber cuándo es el momento correcto. Creo que uno lo sabe. Uno sabe cuándo está yéndose al exceso, yéndose al carajo, y cuándo es una aventura plausible. Pues bien, la última aventura grata fue con el chico este del pueblo macondiano a dos horas de donde vivo yo. Pero después, cuando intenté repetirlo, allá mismo, porque el chico me quedó mal la última noche de mi estadía, entonces me fui en busca de otro, y tuve miedo, y no me gustó ese otro, pero igual dije que sí, e intercambiamos fluidos, y me doy asco cuando reviso mi conciencia. Que puede limpiarse después, con el tiempo. La conciencia, sí. De a poco. Me lo dijo alguien una vez. Pero lo he comprobado yo. De a poco. Es parecido a lo que dice Fito con su “no hay nada que el tiempo, amor, no cure y no lave”.

Después, este lunes, cuando mamá salió al funeral de su tía, a otro pueblo macondiano por acá cerca, cuando me vi solo, cuando me supe solo por dos días, entonces inicié mi búsqueda frenética de hombres pagos en internet. Y hablé con miles. Y bajé la aplicación esa para conseguir hombres, y me tomé fotos. Y al final, me terminé yendo al sur, a un parque oscuro, donde jugaban fútbol, y nunca entendí por qué el tipo con el que había quedado me decía que estaba ahí, pero no aparecía, y yo le decía que yo también estaba ahí, y me dio una ira de aquellas, porque no supe si fue un mal entendido o si el tipo se burlaba de mí, porque lo esperé, muriéndome del calor, y del miedo, aunque había gente, porque en la cancha jugaban un partido, pero era arriesgado, y un poco sucio, porque me juzgaba, me juzgaba todo el tiempo: una cosa es ir al Ritz en Londres, y otra a buscar una residencia al sur de Macondo. Aunque en ambas pague por sexo, por compañía. Pero es lo que pude conseguir, la prostitución masculina a la que se tiene acceso en esta ciudad. Un desastre. Y al final, llamé a un auto, y me fui. Acalorado, porque el conductor del auto no prendía el aire, me vine hasta mi casa, agradeciendo que no me había pasado nada. Y todo por vivir la aventura. Pero claro, alcoholizado a la fuerza, sólo para ser capaz de mandarme a buscar sexo.

Al día siguiente, aunque no salí de casa, hablé con varios tipos también a través del celular. Y estuve a punto de irme donde uno. Pero no terminamos negociando un monto que me sirviera (porque yo le quería pagar menos de lo que él pedía). Y él vivía en el sur también, lejos de casa, entonces me arrepentí, aunque ya había pedido el auto, pero no, lo cancelé, y al chico le dije que chao, que suerte. Y lo bloqueé del Whatsapp. Pues bien, a los pocos minutos, ya habiendo ordenado una pizza para saciar el hambre voraz que me produce la marihuana, entonces de otro número me hablaron, y me amenazaron, y me dijeron que ya saben quién soy (cosa que es imposible, lo sé, porque tomo mis precauciones a la hora de comunicarme), y que me van a “boletear”, así, usan ese verbo para decir que van a decirle a otras personas que yo soy gay, tal vez, o algo así, pero yo leo por encima, leo que me dicen que ya saben quién soy, que ando incumpliendo los encuentros, y que tienen fotos mías (descabellado todo, con el fin de amenazar), que han rastreado mi teléfono vía Facebook (no pueden, no está ligado). Leo todo por encima. Y lo bloqueo enseguida. Y por más que sé que es imposible lo que me dicen, entro a mi Facebook, nervioso, a comprobar que yo no haya escrito mi teléfono por ningún lado, nunca.

 

Poco a poco voy retornando a la costumbre de escribir. Aunque no lo he hecho del todo. No firmemente. Escribo sí siempre sobre mí, sobre mi vida, estas reflexiones e historias, que son parte de mi crecimiento, y que me atormentan porque las considero inútiles. Pero digo que vuelvo al deseo de escribir ficción, los cuentos que mi ego tanto me empuja a que redactar. Me digo que en Buenos Aires escribiré. Pero no debo esperar a estar allá, claro. Nunca espero, igual. Me la paso frente al ordenador, viendo cuándo me atrevo a abrir los archivos para continuar las historias, cuándo me atreveré a crear. Lo cierto es que desde los días previos al viaje, lo prolífico no se me da. Aunque sí, sí, siempre ha habido revisiones, correcciones, y algunas líneas también. Pero no me dedico de lleno. Quisiera, a veces, organizar mi tiempo de tal manera que sea lo más productivo, lo más creativo posible. Ocho horas de trabajo, como los normales.

 

Estoy decidido a irme, parece. Es sólo hablar con mamá sobre los números, el presupuesto. Y así empezar a hacer las conexiones necesarias. Ayer en la noche me entristecí un poco. Pensando en no haber logrado el objetivo de la televisión aquí. Hoy, mientras manejaba en el auto (porque ¡vamos!, que ahora sé manejar), leía en la parte trasera de un taxi algo así como “¿cuántos kilómteros de perseverancia llevas?”. Todo un mensaje de optimismo. Siempre, la cuestión de si no he sido lo suficientemente perseverante en Bogotá. Y, mejor, la conclusión de que no es la ciudad donde quiero desarrollarme. Y, aunque por un momento haya pensado que haría televisión, y sería fácil, y haría dinero para poder marcharme a otro lugar; aunque por un momento haya creído… me harté.

Aceptar que no hago nada. Tal vez esa sea una buena opción. Amigarme con la improductividad. Por más que esto y por más que aquello. Por más que tenga 31 años, y que el sistema, la sociedad me grite furiosa: “andate a laburar”.

Y entonces se me viene él a la mente, de nuevo él, y pasa eso: que me enamoro, que le otorgo una posición, una jerarquía más alta, como si valiera más la pena lo suyo que lo mío, como si valiera más él, me comparo, como si estuviera haciendo mejor las cosas, como si estuviera gozando más, en su mundo, como si fuese más feliz, más perfecto que yo, que mi mundo. Y lo veo bello, en mi idealización de su energía. Me ha dicho que está en Lima, que está cansado, que los partidos, que entrena mucho.

Me daré una ducha. Mañana debo ir a sacar el pasaporte que se me ha vencido. Y entonces veremos. Ojalá pueda dormir fácil esta noche. Una película ayudará. Así paro de pensar, así paro un poco.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

5 thoughts on “Un largo recorrido por la mente de estos días (o Como en el diario I)”

  1. Que bueno que regresaste. Tenés que escribir, lo de la TV puede darse, pero es más sólido escribir y hacerlo bien. Llevas suficiente material en tu memoria para desarrollar en Buenos Aires, luego necesitarás creatividad e imaginación. Deja la droga y esas cosas. El amor llegará sin que lo busques, se aparece solo con cara de Chaucito (metafórico, mi Chaucito es un pesado, pero asì es el amor imperfecto). Abrazos y no te pierdas tanto extraño leerte.

    Like

      1. Eres el único que dice mi nombre completo, eres un total amor en medio de todos tus desastres. Tengo un cariño especial por vos y lo que escribís, tenés que ponerte en serio. Feliz fin de semana, no te pierdas tan seguido.

        Liked by 1 person

Leave a Reply

Fill in your details below or click an icon to log in:

WordPress.com Logo

You are commenting using your WordPress.com account. Log Out /  Change )

Twitter picture

You are commenting using your Twitter account. Log Out /  Change )

Facebook photo

You are commenting using your Facebook account. Log Out /  Change )

Connecting to %s

%d bloggers like this: