Pensé que fumaría. Un primo que vive en la Florida y que estuvo de visita en Macondo (donde yo paso una temporada acompañando a mamá), me dejó unos cigarros de marihuana escondidos en un oso de peluche, en un armario en casa de mi tía. Oh, no, no lo harás, pequeño, parece haberme dicho el destino. Cuando llego y busco: el muñeco… ¡el muñeco no está! A mi tía, la mamá de mi primo, se le ha dado por arreglar los closets. Preciso. Así que cuando llego a su casa, con la excusa de “hacer algo en el computador”, y me quedo solo en el cuarto de mi primo, abro el armario, pero no, no, pequeño, el muñeco… el muñeco ya no está. Corre y búscalo. Le hablo a mi primo por Whatsapp, me dice que debo encontrarlo. En medio del reguero de cosas que hay en los diferentes cuartos, porque mi tía está moviendo todo de aquí para allá, encuentro, en una bolsa, el muñeco. Sé que es ese porque la indicación de mi primo fue: el perrito de peluche que tiene el portarretrato adelante. Mi primo dijo que dejó el encargo detrás de la foto. Pero cuando saco el muñeco, no, no hay foto. Sospecho que mi tía la ha sacado. ¿O hay otro muñeco? Lo busco, pero no lo encuentro. Después de mirar aquí y allá, de abrir los closets de todos los cuartos, con la cautela y con la adrenalina del peligro que implica que pueden subir las escaleras mi tía o mi mamá, que me ha acompañado a “hacer algo en el computador” de la tía, y me encuentren esculcando, me rindo. Tal vez sea paranoia, pero cuando me despido, mi tía me dice sonriendo “¿pudiste hacer lo que ibas a hacer?”. Sí, le digo, sin mirarla a los ojos. Ya le escribí a Áspora. A ver si encuentra alguna manera de hacerme llegar un poco de hierba. Aunque quién sabe. He quedado “manija”, como dicen los argentos. Ardido, como dicen aquí, en este Macondo infernal. Con el corazón roto después de que se me ha desvanecido la ilusión de que pasaría unas cuantas noches con la cabeza nublada por el humo delicioso de la bella hierba marihuana.
Cuéntame que se siente, nunca fumè marihuana. Debí haberlo hecho cuando era la edad, pero sucede que entonces no la necesitaba, ya había nacido con iniciativas rebeldes, si hubiese consumido droga ni te cuento las pesadillas de sombi que hubiese creado.
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A cada uno le pega diferente. Y hay diferentes tipos de hierba. ¡Un abrazo!
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Creo que me perdi de algo. 😃😄
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Yo tuve un medio novio que fumaba marihuana como el que come uva. Besos a tu alma.
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Ya en exceso, por lo menos a mí, no me hace bien, para nada: me agarra la pereza, y bien dicen que la pereza es la madre de todos los vicios. Saludos fraternales y caribeños, María del Mar.
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