Llueve y yo me creo eso que la lluvia bendice los nuevos caminos, tomo la lluvia de esta noche, de hoy en la tarde, la de anoche, toda la lluvia de Bogotá, como una bendición que riega Dios sobre mí. No creo eso de que si llueve Dios está llorando. No, eso no. Es bendición a nuevos inicios. Un año anónimo y temporal. Mediciones, números, ciclos. Me anuncian un año en este blog. Reflexiono. A veces creo que si lo cuentas no se cumple el deseo. Dice una canción así. El horóscopo chino me ha recomendado discreción. ¿Debería entonces no postear pequeñas alegrías en redes sociales? Llueve en Bogotá, y yo me encierro a escuchar a Iggy, a fumar hierba y a escribir. Trato de hacer lo mejor que puedo con los demás: trato de ser fácil, de dar las gracias. Me preocupan los demás, a veces, esos que te hacen sentir mal, incómodo, con esos con los que las relaciones son difíciles, esos que te dejan con la palabra en la boca (¿en la mano?) en el Whathsapp. Pero ahora llueve, ahora es viernes, estoy solo en casa y puedo y debo escribir. No pienses en ellos, me sugiero. Piensa en los que te leen. Pienso y doy gracias. Gracias a quienes han leído. Gracias por leer.