El otro día en la noche nos reunimos por el cumpleaños de mi primo en un bar. Estaban las chicas con cuya familia pasamos el 24 de diciembre pasado. No vino Tadzio, el hermano menor. Mejor. Yo me quedé sin dinero suficiente para pagar, porque todos quisieron invitar a mi primo, claro. Tuve que decirle a la novia que me prestara la cantidad que me faltaba. Ella pagaba con una tarjeta débito, y yo le di lo que tenía en efectivo. No era mucha la diferencia. Pero el acto me produjo una vergüenza de aquellas. Creo que nadie se dio cuenta. Eso espero.
Ellos, todos los que bebían cervezas en esa mesa, hacen cosas que podríamos llamar importantes. O bueno, importantes para ellos. Interesantes, no lo sé. Siempre tengo que lidiar con la pregunta de “en qué andas”. Ya hay varios consejos al respecto para los actores. Yo dije algo que es cierto, pero a medias, dije que escribo para algunos medios. “Muy de vez en cuando”, expliqué. Eso les suena bien, creo. “El año pasado estuviste en una obra”, me dijo una. “Sí, sí”. Por qué quieren saber de mí, me pregunto, por qué esa curiosidad, ¿es malsana?, esa curiosidad que lo obligaría a uno a decir: bueno, la verdad, soy un desempleado, pero no porque me toque, sino porque quiero, porque obedezco a otras lógicas: soy un artista, ya haré dinero, sí, pronto tal vez, por ahora me paso los días escribiendo y corrigiendo mis cuentos, preparando proyectos de los que no me gusta hablar hasta que no los tenga más o menos cocinados. Pero hay que producir, sí, hay que trabajar. Sí. Pero ahora no hago eso, ahora estoy creando, me digo con el fin de hacerme amigo de mis decisiones, de mi momento, de este momento.
Ellos son queribles, pero no son mi tipo, debo codearme con gente a la que le interesen los temas que me interesan a mí, gente más inteligente que yo, que hable de arte, de historias.
Después me dejaron cerca de casa, me vine caminando. Llegué, encendí el porrito, hablé solo durante un rato. Me decía que debo aprender de todo, que si organizo una reunión por mi cumpleaños, lo mejor es no poner a los comensales en la incomodidad de pagar. Aunque eso es normal. Lo que no es normal es no tener plata a los treinta. Todo eso me decía. Le mandé algunos mensajes a mi prima en Australia. Ella me dice que no veré a mi primo en un buen rato. Espero que así sea. Entre otras cosas, porque decido evitar la línea tan delgada entre la felicidad de unas cuantas cervezas al deseo del éxtasis del chem sex.