La costa. El calor. El calor que no está pesado todavía. La muerte del abuelo. La muerte. Las preocupaciones por el dinero, porque unos primos han robado lo que el abuelo le había dejado a mamá. La promesa de una madre de esos primos (o sea, de una tía) que dice que pagará pronto. El regreso la otra semana a Bogotá. El primo que espero me arregle el computador rápido, porque me han robado el que me prestó una amiga. Sí, me han robado. Tal vez esa debería ser la historia a contar, pero no quiero. No todavía. Y este permanecer lejos de los vicios tan placentero. Días tenaces en los que una guerra habita en mí: el optimismo y el miedo se baten a muerte, segundo a segundo. ¿Algo más? Sí: la escritura de ficción y las ganas de publicar, aunque aún no sepa bien por qué o para qué.