Suri me habló y me habló. Me habló de su vida. Creo que ha estado llamando. Creo que ha llamado ayer y antes de ayer. Pero no le contesté. Para qué le di mi número. No sé. No quise mentir. Suri no tiene teléfono. Entonces me marca desde un público. Llevo varios días recibiendo llamadas de diferentes números: supongo que es él. A Suri me lo traje a casa el sábado, después de ir con Áspora a un bolichito gay. Suri se me pegó a la salida, a eso de las tres, cuando cerraron. Ya lo había visto en un bar antes. Fue sólo saludarlo, y Suri no se me despegó. 21 añitos. Morocho. Alto. Suri viene de Santa Marta. Yo quería ir en busca de otro hombre. Pero él no se me despegó. Y me dije que era mejor irme a casa, que seguir en quién sabe dónde. Suri parecía (y luego confirmaría) cargar un instrumento de buen tamaño.
Suri me contó su vida al día siguiente: que casi se lo llevan a prestar el servicio militar, que cantó en Transmilenio, que lo eligieron para cantar en un centro comercial y salió en Caracol, y que ese día dejó de ser “Suri, el marica” en Santa Marta (porque eso, uff, en Santa Marta todo el mundo se terminó enterando de que Suri es gay), pero después ya lo vieron diferente, y todo el mundo lo felicitó porque salió en el noticiero. Suri ya le había dicho a la mamá que le gustaban los hombres. Suri me dijo que a él lo “perjudicaron sexualmente”. No quise indagar más en ese asunto. Dijo que cuando le confesó eso a su mamá, ella le respondió que él no podía salir homosexual, que lo mataba si salía gay. Un día Suri amaneció decidido. A los 18, después de estar dos años en pareja con un chico, agarró un cuchillo que vio sobre la mesa y le dijo a su mamá: “aquí tienes, yo soy homosexual”. Así no más. Suri tiene su carácter. Y me contó más Suri: me contó que fue gigoló, que vivió con un hombre de casi cincuenta, que lo mantenía, pero que eso, uff, para tener relaciones, eso era un cuento. Claro, porque a Suri no le gustaba el viejo. Pero el viejo lo mantenía.
Suri trabaja en la cocina de un restaurante, y dice que no puede buscar algo mejor porque le piden la libreta militar, y como no ha prestado el servicio (porque esa vez que se lo llevaron, lo pudieron rescatar, pero uff, esa es otra historia), entonces no puede pedir trabajo en ninguna empresa mediana o grande. Él a veces ayuda a su mamá y a su hermanita. Suri se gana el mínimo. Y estudiar… Bueno, Suri estuvo en una academia de modelaje. Quiere ser músico… o chef, o cantar. No sabe bien. Le dije que se cuidara. Sabía que no lo volvería a ver. Incluso desde cuando comíamos la hamburguesa que pedimos y que Suri no quería pagar. Incluso desde antes. Hubiera querido no escuchar sus historias. A mí me gusta comer solo, pongo algún programa de la tele argentina en Youtube y me siento a comer. Me divierto más. Suri dice que tal vez se pase a trabajar donde unas amigas de los dueños del restaurante donde trabaja ahora. Aunque el horario es un poco más pesado: de 7 de la mañana a 9 de la noche. “¡Pero eso son 14 horas, Suri!”. No ha hablado bien con las mujeres. Pero le dije que no lo tomara. Es de lunes a sábado. Suri dijo que cuando supiera bien las condiciones, entonces decidiría.
Ya después de escucharlo hablar no quise más sexo con Suri. Lo veía diferente. El cuerpo había cobrado vida. Y yo era más yo que cuando las sustancias me dominaban. Y entendí que no necesitaba un Suri en mi vida, y que al moverme como alma en pena me expongo a eso. Lo cierto es que de tanto hablar con Áspora en la fiesta, no hablé con hombres. Y Suri… bueno, Suri fue una compañía amable. Pero uff, no da para repetir.