Un miedo: un día sin Internet. Despertar a la mañana y no tener Internet. Me he olvidado de pasarle el recibo a la dueña (que paga todo, aunque ya no quiere hacerlo), y me han cortado el servicio de Internet. Tengo en el celular. Pero no en el ordenador. Ya sé que el día será diferente. Pero escribiré más. Claro.
Sin la tentación del Google Chrome asechando, escribí más. Todo el día, dedicado a esas historias que espero vean la luz en algún momento. Con unos centavos, podré pagarle al profesor para que me ayude a corregirlos.
¡Sanbombas! La editora me ha confirmado que el reportaje en el que trabajé hace un tiempo va el fin de semana. Por fin, algo hacia fuera. Desde el monólogo, no me exhibía.
Y después, las revistas: en alguna revista han de aceptarme algún cuento. El tema es que revistas impresas que publiquen cuentos, aquí en Colombia, hay más bien pocas. Y no todas publican periódicamente. No tienen una buena versión digital. Tendría que probar entonces las revistas virtuales. Pero yo quiero ver mi historia en un medio impreso. ¿Por qué tengo tantas ganas de publicar? ¿Es acaso porque no hago nada, entonces así siento que me puedo llamar con un poco menos de culpa “escritor”? Es el deseo de que los demás vean en lo que he trabajado. Si me pongo en la tarea, algo me van a aceptar. ¡Tan malo no puedo ser!
¿Y el fin de semana? Rico, la falopita, la sonrisa, el sexo fácil, la culpa, lo de siempre, en menor medida, más disfrutado, boliche gay. Un morocho samario.
Hoy para cenar me haré pastas, igual que ayer.
Ya mis primos han confesado que han sido ellos quienes han robado el dinero. Así que mi tía, la madre de mis primos ladrones, que no tiene nada que ver, piensa pagar.
Ficción rapidinha. No soy tan rápido o tan prolífico como quisiera. En este espacio he decidido escribir sobre mi adicción, sobre mí. Y, a fines de sentirme más libre, he usado un seudónimo. Aquí no mantengo posturas políticamente correctas. Tampoco digo todo lo que quisiera. Hay cosas que me guardo. Es, fundamentalmente, un diario sobre la adicción. Si pudiera deshacerme de esto, (si pudiera deshacerme de la bolsita en la que me ha quedado un poco de polvo blanco, y he atesorado para una próxima ocasión…). Pero sí que puedo. Lo sé. Puedo.
¿…que si disfruto escribir? Sí, yo diría que sí. Algunas veces más que otras. De lo que no disfruto es de que eso no pague mis cuentas. Cuentas, como la del Internet, cuyo recibo no he pagado y por eso entonces no me distraigo en el ordenador y me dedico a escribir más. Al final, tal vez no sean tan inconexas estas líneas de lunes en la noche.
Gracias por leer.