Nunca había dejado de afeitarme durante tanto tiempo. Ayer lo hice después de… no sé, ¿más de un mes? Mes y medio, tal vez. Perdí la cuenta. Por lo menos ahora sé cómo luzco con barba, desprolijo. No es sólo la barba, también el pelo: hace mucho no me lo corto. Todos los días me digo lo mismo: “mañana iré, mañana iré”. Pero no voy. No quiero salir, le he agarrado fobia a las calles, a caminar. Tal vez ahora que termine de escribir esto vaya a la peluquería.
Adela quería ir a almorzar ayer. Le había dicho que sí desde la noche anterior. Pero no me desperté. El día anterior me acosté a eso de las 2. A las 4 de la mañana tuve un episodio de malestar estomacal que me tuvo en el baño durante media hora. No me pude dormir hasta las 7 y media, recién. En un momento, en medio del insomnio, me senté a llorar en el sofá como un niño, desconsolado. “Perdóname, madre”, decía. No quiero preocuparme, espero salir del hueco, es mejor llorar que acumular, me digo. Desperté a las 3 y cuarenta de la tarde. Me arrepentí: quisiera haber ido a almorzar con Adela. Me dijo que estuvo Goite también. Una lástima. Goite es mi único amigo gay en Bogotá.
Hoy Adela me escribió de vuelta, que está con un amigo de ella, que fuéramos a cine. Hice un esfuerzo grande y me vestí. Puse rápido la ropa en la lavadora, tomé café, tendí la ropa. Afuera estaba oscuro. Y justo cuando me disponía a salir, cae el aguacero. A la una y media de la tarde, después de que el día estuviera soleado, en Bogotá se manda un aguacero de padre y señor nuestro. Entonces, me prendo un porrito, ¿por qué no? Y sigo tomando café. Ellos ya tienen sus entradas. Creo que aprovecharé para quedarme en casa. ¿Ir a cine con ella y su amigo…? Iba a salir por ser la compañía de Adela. Pero si ya tiene compañía, puedo esperar para verla. ¿O quedo mal si no llego? Me da un poco de vergüenza cancelar.
Ya hoy amanecí mejor. Pero todavía me arrepiento de todo lo que pasó el sábado en la madrugada y en la mañana. Hay cosas que prefiero no narrar. Para qué. Dejarlas ir, no más. El círculo de la adicción. Es lo que creo que me ocurre: ayer leía que las personas que están alrededor de un adicto se pueden dar cuenta de su adicción porque deja de ir a citas, comienza a ser impredecible. Así me he vuelto yo. A uno le lleva tiempo recuperarse de ese proceso químico que ocurre en el cuerpo después de drogarse. Quedo física y espiritualmente vacío después de la droga. Sí, nadie me quita lo bailado. Pero me estoy matando. Lo sé. Definitivamente debo parar.