Fumar marihuana (y hacerme la paja)

Lunes. Ocho de la mañana. Llaman por el citófono: es el portero. Dice que ha llamado la dueña del departamento, que la mujer no se pudo comunicar conmigo porque mi teléfono está apagado.  El asunto es así: desde siempre (desde hace un año y medio que voy a cumplir en esta ciudad inmunda), le pago una mensualidad a la dueña y en ese valor están incluidos los servicios. Así que ella paga la luz, el agua, el internet, etcétera. Pero quiere cambiar las condiciones, al parecer. Entonces me pide constantemente fotos de los recibos (antes supongo que los pasaba a buscar ella a la portería). Me habla y me pregunta si ya llegaron los recibos. Aparece todas las semanas con algo relacionado a… los recibos. Sí, quiere cambiar el trato: quiere que yo pague los servicios. Pero en lugar de decirlo explícitamente, arma una serie de situaciones incómodas. Y ya es la segunda vez que, si no logra conseguirme en el celular, llama a la portería. Esta vez me ha despertado un lunes a las ocho de la mañana.

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“Qué tal si me hubiera ido de fiesta anoche”, pienso. Quería aprovechar, porque no todos los domingos hay movida gay en Bogotá. Pero fui al supermercado y me quedé sin dinero. Preferí comprar comida a amanecer con resaca y sin un centavo. Dickinson, un amigo terapeuta porteño, que vive en Buenos Aires, me incentivó por mensaje de voz a que saliera a algún antro gay, que no importaba si me iba solo me dijo, que no podía seguir soportando la amargura de la soledad. “Te vas a volver sicótica”, sentenció. Así, en femenino.

Intento concentrarme en leer o en escribir, pero esta zona de la ciudad está llena de perros que sus dueños dejan solos. Los animales ladran, chillan a ratos.

Tengo que salir: debo ir a la biblioteca por unos libros que pedí. Quiero ir a que me corten el pelo también. Pero no quiero ver estas calles, esta gente, esta ciudad. Si me quedo encerrado… ¿hasta qué hora piensa ladrar ese puto perro?

Y la ansiedad, aquí. Resoluciones para el nuevo año. Ando con deseos de publicar. Y me dije (lo escribí) que publicaré algo de mi ficción este nuevo año 2017. Alguna vez leí que no hay que escribir pensando en publicar, si no en darle “todo” a la literatura. Es así. Pero llega un momento (esto lo he leído también) en que un autor sabe que debe mostrar su obra. Porque si no es con el público no se completa el arte, pienso. Con el objetivo de publicar me será más fácil salir de bloqueo, terminar las historias, y una vez finalizadas tendré material para mostrarle al maestro al que dejé de ver hace varios años, en Buenos Aires, y corregir con él, y enviar algunos cuentos a revistas o, ¿por qué no? (lo vengo pensando desde hace un tiempo) publicar un libro de cuentos. Pero ¿qué es lo que más hago? Procrastinar. Fumar marihuana y hacerme la paja.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

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