Las mañanas de diciembre invitan a la nostalgia. No sólo las mañanas. Todo diciembre. En las tardes, como no tengo nada qué hacer, todo me remite al tedio. Han parado un poco las lluvias. Hay más sol. Salir a la calle es ver a la gente revolucionada. Dicen que la ciudad se queda vacía después del 24. Bogotá. Aquí sigo. El sábado, después de un mes y medio sin alcohol, volví a tomar. No caí tan al fondo: quise llamar a algún prostituto, pero no lo hice.
Ya antes he tenido fiestas en las que después debo estar varios días encerrado, con vergüenza. Con la valentía pasajera que da la cocaína, hablé, me revelé. Y lo hice a veces en un tono agresivo, como suele ser cuando uno consume esa sustancia. Y hoy, miércoles, todavía siento culpa. La senté a Áspora y le hice mil reproches sobre su “abandono”. Y le comenté a mi primo lo que quisiera hacer cuando mi abuelo muera y mi madre deba vender el apartamento que tendrá por herencia.
Me dejo estar. Pasa el tiempo y es como si se volviera normal no tener trabajo, no tener nada para hacer. Me molesta. No hago ejercicio desde el sábado. No medito. Como si no me pudiera perdonar por el exceso, entonces procrastino mis cuidados; también porque es más cómodo hacerlo, pero más porque no me considero merecedor de ellos o me creo un impostor llevándolos a cabo. Como si una voz en mi cabeza me dijera: “No eres tan bueno en realidad”. Y entonces sigo en el hueco.
La editora respondió: dijo que leería la nota. Se toma su tiempo, es una mujer ocupada. Mientras, escribo estas pequeñas confesiones. Pero creo que debo estar haciendo algo más, potenciándome de algún modo, vendiéndome, mejorándome. En lugar de eso, fumo marihuana y pienso. Debería estar haciendo negocios, haciendo dinero. Lo que en verdad quiero es hacer una obra de teatro, entonces pienso en eso. Pienso en el presupuesto, en los actores, escribo sobre eso. Y sueño con que me llamen de un casting que presenté el mes pasado. Aunque estoy gordo. Pero puedo ponerme en forma rápido, pienso.
Creo que buscar una vida es importante para escribir. Ve a la calle observa comprende y olvida el casting. Te enajena…
LikeLiked by 1 person
¡Vivir para contarla! 😉 Gracias, Meatov.
LikeLiked by 1 person
Ja ja ja. Disfruto al leerte, pero el casting es como cien de soledad.
LikeLiked by 1 person