Un cigarrillo, una taza de café, el cliché. No haré más. No esta noche. Quiero verano, delgadez, belleza, viento que refresca, buenas compañías, risas, alterarme un poco la conciencia. Un poco más. ¿Dónde han quedado las noches de fiesta felices? Pero no son sanas esas salidas, me puedo enloquecer y…
Aquí en Bogotá me satisfago menos, mucho menos que antes. No la he pasado realmente bien: ni en las discotecas ni en la cama. Las noches no valen la pena. No vale la pena beber. El frío constante le da a todo una sensación de incomodidad. Para mí. Entonces tengo que anestesiarme más para pasarla bien. Mejor vivir tranquilo En casa.
Ayer fui donde mi primo a llevarle hierba. Me quedé con algo para apalear estos dos días (domingo y lunes feriado) en los que sabía que el plan es descansar. Comí unas ricas costillas, que él preparó. Gracias, primo. Hoy me siento a escribir estas líneas y pierdo la voluntad: enciendo un cigarrillo. Hace dos semanas no fumo tabaco, hace dos semanas no tomo alcohol. Me molesta el oído derecho. Pero un cigarrillo tal vez sea un pequeño placer. Mamá me advirtió hoy en el teléfono que no debo hacerlo. Adivina. Uno solo, para esta soledad.