Tal vez no deba escribirlos de dos en dos. Roberto Bolaño decía que es peligroso. En sus consejos sobre el arte de escribir cuentos, dijo: “1. Nunca abordes los cuentos de uno en uno. Honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte. 2. Lo mejor es escribir los cuentos de tres en tres, o de cinco en cinco. Si te ves con energía suficiente, escríbelos de nueve en nueve o de quince en quince. 3. Cuidado: la tentación de escribirlos de dos en dos es tan peligrosa como dedicarse a escribirlos de uno en uno, pero lleva en su interior el mismo juego sucio y pegajoso de los espejos amantes”.
Desde hace mucho vengo trabajando un par de cuentos. Y no puedo terminarlos. Redacto un par de líneas o corrijo algunos pedazos de cada uno de vez en cuando. Pero no llego a un final. Me digo que en días como estos, en los que tengo más tiempo libre, debo dedicarme a esas historias. Pero no lo hago. Y me siento impedido para empezar otras: temo no terminarlas o que queden en las carpetas de lo que no pienso publicar.
El martes entrevisté a un artista con miras a escribir una nota para un medio. Pero debo esperar a noviembre para asistir a un evento. Durante estos días transcribiré la entrevista. Por lo menos así tipeo en el ordenador. Algo escribo.
Me encierro durante días. De jueves a martes, por ejemplo. De martes a jueves. Fumo todos los días. Eso aletarga el pensamiento. El pensamiento fácil: el sexo. Y una fascinación por ese lugar oscuro y (me cuesta confesarlo) por esa post oscuridad del sexo con cocaína. Pero no, me va a dañar, me contengo. Sigo pensando: para ser honesto, percibo algo que disfruto de haber tenido esa experiencia de oscuridad. Creo, no se me entienda mal, que la mayor sensación de bienestar la brinda mantenerse sobrio. Tal vez hoy salga. Mi amiga Áspora me ha dicho que la acompañe a buscar hierba.
Ahora es de madrugada. Ya casi empiezan los autos, los buses. Pero ahora se siente tranquilo. Tomo té verde (“Es mejor que café y un pucho. Es muy temprano. Debo hacer ejercicio más tarde”, me digo). Escribo. La confusión no encuentra todavía a los incendiarios de siempre.