Debo dejarlo todo. Hablo de las sustancias. Ya lo he escrito antes. No quiero obsesionarme con esto. Pero ¿cómo no? Pienso mil cosas. Es el tiempo libre. El sábado Áspora vino a casa. Fuimos a comer y de paso compramos un poco de polvo blanco. Esnifamos. Ella se fue a eso de las 4 y media. Yo me quedé despierto casi hasta las 9. Busqué hombres en Internet, seguí tomando. Es así como una reunión “tranquila”, se me vuelve una necesidad de tener sexo a cómo dé lugar. En esta ciudad, todo tiene un sabor a inmundo para mí, es como si nada me gustara realmente, como si no disfrutara nada, todo viene cargado de preocupación, de poco disfrute, de ganas de irme.
Ayer busqué un chico por Grindr. Lo mismo de hace unos días: sólo quise que me hiciera sexo oral. Debo pedir ayuda. No sé cómo detenerme. Encuentro muy placenteros los efectos de la cocaína. Pero no es sano, me lleva a niveles de excitación peligrosos. No debo alimentar esa parte de mí. No debo gastar mi energía en eso. ¿Cómo hacer un verdadero propósito? ¿Cómo comprometerme de verdad? ¿Y en qué consistiría ese compromiso? No tomar más cocaína. No estar con prostitutos, e incluso, mantenerme célibe el mayor tiempo posible. Entender el sexo como una conexión espiritual. Alimentarme sano, hacer una dieta sin toxinas, o con la menor cantidad de ellas posible.
Por su lado, Adela me ha pedido que vaya mañana a la premier del tráiler de una película en la que actúa. No tengo dinero, no tengo ropa. Me da vergüenza decírselo. Me atormenta.
Veo la fecha, me aterra el paso del tiempo. La parálisis del miedo. Hoy es lunes. Desperté al mediodía. Caminé hasta el edificio de mi primo para recoger unas cosas que me mandó mi madre con él. Cociné pescado. Leí un poco. Intento escribir. Buscar trabajo, buscar la manera de hacer dinero. Y escribir: como un músico con su instrumento, agarro el teclado, agarro este teclado y trato de componer, componer algo que valga la pena.
Anónimo Temporal 