Curioso. Por un lado, la vergüenza; por el otro, encuentro increíble (y peligrosa) mi capacidad. Ya he escrito varias veces que hace mucho tiempo tengo la fantasía de estar con un heterosexual. Pero no he tenido dinero ni energía. Por supuesto, no cualquiera accederá, pero estoy seguro de que si busco bien, conseguiré algún chico que se deje tocar a cambio de unos centavos, o ¿por qué no? sin necesidad de pagarle.
El miércoles, cuando terminó la fiesta a la que fui con la suegra de mi amiga Adela, me quedé bebiendo unas cervezas en un parque con dos chicos que trabajan en la barra de la discoteca en la que estábamos. En Bogotá cierran todo a las 2.30/3 de la mañana. Algunos lugares abren hasta las 5, pero no dejan entrar después de las 2. Y hay un par de discotecas que abren hasta las 8, pero no todos los días y los precios son astronómicos.
Así que cuando me quedé solo con estos dos chicos, me dije que quería ofrecerle un dinerillo a alguno de los dos. Pero al mismo tiempo, quería fiesta, gira. Ellos, también. Así que luego de contemplar opciones, terminamos yendo en un taxi a un bar de putas. Cerveza va, cerveza viene, polvillo va, polvillo viene. En medio del desorden del lugar, vi a un hombre que me encantó, un hombre con camisa clara, barba oscura, ojos claros, muy masculino. Poco a poco, me fui acercando. Le hablé. Le ofrecí una cerveza. Y si hubiera tenido plata, le hubiera querido pagar a una chica para que él estuviera con ella, y yo verlo.
Al final de la fiesta, cuando cerraron el lugar, decidimos venir a casa. Los dos solos. Dijimos que contrataríamos a una mujer, que la buscaríamos por Internet. Yo no tenía dinero. Él supuestamente tendría (no sé por qué) a partir de las 10 de la mañana. Cuando llegamos a casa, él se dio cuenta de que había perdido la billetera. Y aquí estábamos, los dos solos. Aquel hombre, hetero, el más apuesto de la discoteca, y yo, a solas. Nos habíamos quedado sin un centavo. Y estábamos ya muy pasados. Él viajaba en la tarde a Francia, donde me dijo que vive. Pero tuvo que cambiar el vuelo: en ese estado y sin billetera… Hablamos un poco. Hasta que me dijo que se quería dormir y se tiró en el sofá. Yo me fui a mi cuarto. Me masturbé. Y luego, unos cuarenta minutos después, él despertó y lo envié en un Uber a su casa.
No me atreví a hacerle nada, a insinuarle nada. Yo había jugado a ser heterosexual todo el tiempo. ¡Nos habíamos conocido en un bar de putas! ¿Cómo seducirlo? ¿Cómo preguntarle si se le antojaba una felatio?
Por un lado, me dio vergüenza haberle mentido. Él me agregó a Facebook. Y al día siguiente me escribió, se reía de lo que habíamos pasado, de las mujeres en el lugar donde habíamos estado.
Es peligroso el juego, porque aunque por un momento lo vi únicamente como un objeto sexual (aunque él no lo supiera), después de tanto hablar adquirió ya una condición de persona. Y entonces yo sentí que lo había traicionado al no ser sincero.
Por otro lado, me sorprende mi capacidad de… no sé ¿estrategia? Claro, pude fracasar: el tipo pudo no haberme hablado, pudo no haber aceptado las cervezas que le convidé. Pero lo hizo. Y yo me traje a casa al hombre que más guapo de esa noche.
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