Encerrado. Ahora vivo encerrado. Esta semana sólo salí el lunes para ir al ensayo. Y el miércoles, con la suegra de Adela, para ir a una obra de teatro y luego de fiesta. Mi amiga Adela me consiguió una acreditación para el Bam (Bogotá Audiovisual Market), pero yo no quise ir ningún día. Siempre me digo que no salgo por falta de dinero, por falta de ropa y porque no quiero andar por las calles de Bogotá. Lo cierto es que si tuviera dinero y ropa, alguna vuelta daría. Le he enviado un mensaje a Adela (con quien no me veo ya hace una semana, después de verme casi todos los días), le he pedido que me perdone por mi ausencia, que retomaré actividades la próxima semana, que si necesita ayuda con algo (escritura o corrección de textos) lo podemos hacer por mail. Ella no contestó. Temo que lo tome personal. Tengo una contradicción: porque si bien me conviene tener una amistad con ella (una actriz famosa, con contactos), no puedo frecuentarla sólo por conveniencia. Y si entro en una etapa de encierro, ella supongo que lo entenderá. No sé si el encierro y lo mucho que se ha acrecentado mi disgusto con esta Bogotá asquerosa tenga algo que ver con el monólogo que ensayo. No sé si de tanto repetir esas quejas, o esa oscuridad, algo se me haya pegado. ¿O al contrario? ¿Elegí ese monólogo como una manera de gritar al mundo mi desprecio hacia este lugar?