La hermana del marido de Adela cumplía quince años el martes pasado. Fuimos a saludarla, Adela me pidió que la acompañara a la casa de su suegra. Ahí nos brindaron un poco de vino. Yo no quería: intento hacer dieta. Pero acepté uno. Después, otro. Y así… La cuñada de mi amiga Adela se fue con sus amiguitas a un restaurant. Y Adela estaba con su hija, así que después de comer, se fue a su casa. Me quedé solo con la suegra de Adela, quien me ofreció un poco de coca. Esnifamos juntos un rato. Bebimos un poco de champagne. A eso de las 12 de la noche ya estaba de regreso a casa. El marido de Adela es abstemio porque tiene problemas con las adicciones. Y yo, a veces, le pido cocaína a su madre.
Cuando llegué a casa me hice tres pajas. Intenté dormir, pero no podía: puse videos porno y me masturbé. No logré una erección completa, pero de todos modos me toqué hasta acabar.
El jueves fue el cumpleaños de Adela. Su suegra estaba ahí.Es una mujer de unos sesenta años. Pero tiene energía de roquera. Es actriz y pintora. Le gusta la fiesta. Una vez, hace un tiempo, la suegra de Adela me dejó un poco de polvillo blanco debajo de un libro en el baño y yo entré a olerlo después, a escondidas. Pero esta vez no pude acercarme para decirle en secreto que quería realizar la misma operación.
Se terminó la fiesta y cuando el taxista me preguntó a dónde ir, le di la dirección de Theatron, una discoteca gay famosa de la ciudad. Mi amigo Gael, que estaba en la reunión también, me había dicho que la entrada los jueves es gratis. Que sólo abren una pequeña parte del lugar y que habría strippers. Le insistí para ir. Pero me dijo que debía trabajar el viernes. Así que pensé en irme solo. Me alcanzaba para un par de cervezas. Y si tenía suerte alguien me regalaría un pase. Y podría levantarme a algún hombre. Tal vez encontraría a alguien con quien darme el coctelito de sexo y drogas que tanto disfruto y tanto daño me hace.
Pero no, me ajusté el cinturón de seguridad. Lo pensé bien: solo, sin mucho dinero, en un bar chico, en una ciudad y un barrio donde el crimen está a la orden del día… Decidí venir a casa. No hacer nada. Ahora, completamente elevado por el humo de al marihuana, pienso en qué comer. En que, a pesar del propósito de hacer dieta, algún exceso seguro me mando. Pero hay una especie de necesidad, de vacío, que quiero llenar. Un poco de amor sea tal vez lo que necesito. Y si no sacio eso con drogas y hombres, entonces lo hago con comida. Sigo.