El artista y el ejecutivo

transmilenio-bus-rojo-fb-pasajerosVoy saliendo de la casa de mi amiga Adela. Le escribo un mensaje a una prima que vive en Melbourne. Le digo que me siento un ‘loser’. Quiero enumerar las cosas que me hacen sentir mal sobre mí mismo. Se me olvida un poco toda la espiritualidad que he venido practicando, los mantras que repito. Salgo agobiado de la casa de mi amiga Adela, porque su hija de nueve años me ha molestado lo más que ha podido la muy insoportable. Salgo, y veo en el espejo del ascensor mi barba de varios días, mucho más larga de lo normal, desprolija, veo mi chaqueta vieja, muy vieja, con algunos hilos salidos ya, veo mis zapatos descoloridos. Me palpo y confirmo que mi barriga crece, la grasa en mis pechos, todo. Estoy lleno de mierda. Me he vuelto más y más gordo. No hago ejercicio, así que no hay esa sensación de bienestar, esa euforia sana, esas endorfinas que liberaba cuando corría en Buenos Aires. Camino a tomar ese sistema de transporte público tan miserable y tan en mal estado, Transmilenio. Viajar allí me provoca siempre un poco de tristeza.

Voy caminando, ya le he enviado el primer mensaje de voz a mi prima contándole mi sensación. Paro en una esquina para escribirle algo más, y escucho la voz inconfundible de un excompañero de la universidad. “¡Primero lo confundí con un habitante del Bronx, pero después me di cuenta de que era usted!”, bromea. Sonrío nervioso. Noto su gordura. ¡Han pasado ocho años sin verlo! Tal vez el último año de universidad no compartimos mucho, porque cada uno estaba haciendo sus cosas: él decidió enfocarse en comunicación organizacional y yo en periodismo. Sí, él sabe que soy gay. Está gordo, afeitado, tiene puesto un traje. Viene de trabajar. ¡Va a tomar Transmilenio también, va  hacia el norte, así que viajamos juntos! Por suerte no está lleno el colectivo, y vamos sentados. Me cuenta que lo acaban de contratar como director de comunicaciones de un banco. Me cuenta que sus mismos jefes se encargaron de todo el traspaso. Me habla de los retos con los que se ha encontrado en su trabajo. No ha parado de trabajar en estos ocho años, hizo una maestría. Mientras yo me la he pasado del tingo al tango, estudié otra carrera de pregrado, me hice artista, y habito la inestabilidad, la incertidumbre. Me da un poco de vergüenza que me vea así. Hay días en los que estoy mejor vestido. Con lo poco que tengo, pero mejor. Me da vergüenza que los demás escuchen. Trato de enumerarle algunos de los que considero mis éxitos. ¿Y cómo me verá?, me pregunto. ¿Y qué me importa?, me respondo.

Los diferentes caminos se vuelven a unir en determinado momento. Y uno se da cuenta cuánto ha andado, cuánto ha pasado. Me digo que uno es la proyección de lo que lleva adentro, que uno es cómo quiera ver su vida, que no ha sido coincidencia venir pensando en lo que venía pensando y encontrarme con este tipo de ser humano, de oficina de horarios, de traje y corbata.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

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