Todas mis historias por estos días giran alrededor de las fiestas que me doy. La intención es bajar la cantidad, pero no me ha sido posible: cada quince días en promedio, me vuelvo loco. Fue el sábado. Esta vez Áspora me invitó a tomar LSD a la casa de una amiga. De ahí, nos sacó a los gritos el roomate de esa amiga. Nos fuimos a una discoteca. Ahí conocimos un grupo de cuatro chicos de entre 20 y 23 años (muy jóvenes para nosotros, el más joven entre mis amigas ese día era yo, de 30). Y cuando cerraron la discoteca, vinimos con ellos a mi casa. Aquí, quise terminar teniendo sexo con uno de ellos.
Me quedó un heterosexual de regalo. Se quedó dormido, y un amigo suyo, a quien intenté sin mucha animosidad y sin éxito alguno, seducir, no pudo despertarlo y decidió irse (después de que se fueron todos). El hetero se quedó rendido en el sofá de casa. Le puse una almohada y una cobija. Le quité los zapatos. Pensé en tocarlo, pero ¿y si despertaba… estaría violándolo? Fui a mi habitación y me masturbé con la puerta abierta. Luego pedí comida. Todo mientras él dormía. Hasta que se despertó. Y pidió un taxi.
Sigo tomando drogas, pero no he tenido sexo. La última vez fue bastante fuerte, recuerdo. Armé una orgía, estuve con cuatro tipos. El intento sigue siendo intento. Vuelvo a empezar la cuenta.
Hoy es lunes feriado. Me encierro, pido comida. Me pregunto cuándo volveré a estar con un hombre. Me digo que quiero que sea una situación especial, hace mucho vengo con el deseo de adoptar al sexo como un acto espiritual, como un intercambio energético profundo y no sólo como una descarga eufórica pasajera.
Ya el miércoles me había “olido un pase” en casa de Adela, mi amiga actriz. Su marido está en recuperación y es abstemio. Pero la madre de su marido (o sea la suegra de Adela) es consumidora frecuente. Le pedí que me regalara un poco. Me dijo que lo teníamos que hacer con cuidado, que su hijo no se podía dar cuenta. Así que me dejó un poco de polvillo en el baño, debajo de un libro. Yo fui, no lo encontré. Salí. Me hizo señas, me dijo bien dónde estaba. Entré de nuevo, y esta vez sí esnifé.
Me pregunto (¿debería afirmarlo?) si me mantendré tranquilo. Cuando llegué a Colombia, me contuve, estuve tres meses sin tomar cocaína, sin sexo. ¿Por qué ahora no puedo mantener un periodo de calma igual? ¿Cuándo será la próxima vez que tenga sexo? Mi sobre peso me hace tener bajo autoestima. Entonces pienso que si voy a acostarme con alguien, necesito drogas. Pienso que he desperdiciado la oportunidad, porque hubiera podido pasar la noche del sábado en una discoteca gay y ahí sí que hubiera ligado. Siento ganas de revivir alguna de esas noches gays, de erotismo y descarga. Pero por ahora, retomo la intención: no cocaína, no sexo fácil.