Regresando (o Día 16, o Cómo no caer en la tentación)

Ahora estoy en Bogotá. Visité la costa el fin de semana. Ayer tuve contacto con E. Yo estaba en el aeropuerto, esperando abordar el avión, y él me habló. Me dijo que hiciéramos algo el fin de semana. La tentación toca la puerta. Le dije que viene un primo de visita, que saldremos el sábado, así que tal vez él y yo podríamos vernos el domingo. Ya había pensado en esnifar un poco el fin de semana, porque espero ver también a mi amiga Áspora. Desenfreno. La veré a Áspora antes de ver a mi primo y saldremos luego todos juntos. Le pregunté a E qué quiere hacer. “Lo que tú digas”, respondió. Pienso que a lo mejor podemos salir de fiesta. Quiero salir y conseguir un heterosexual con el cual tener sexo. Ofrecerle dinero y verlo “convertirse” por plata. Lo único que me une con E es la droga y el sexo: seguir viéndolo significa acercarme a eso.

Playa Bquilla

Macondo es un pueblo grande con ínfulas de ciudad chica. Visitarlo no duele sólo por las condiciones sociales, quiero decir la diferencia tan marcada de clases, la pobreza enorme que hay; duele también porque me lleva a mi infancia y a la reflexión de que ahora lo veo todo desde otra perspectiva: ha pasado el tiempo, algo he evolucionado, creo.

Tuve la oportunidad de contarle a mi madre que hace poco audicioné para un personaje en una serie que seguramente tendrá mucha audiencia. No fui elegido. Me preguntó cuánto tiempo llevaba en Bogotá. “Ocho meses”. Miento, sé que son nueve. Agosto se acerca. Pronto cumpliré un año. No quiero pasar más de un año seguido en este país. Me gustaría saber que mi madre me entiende. Supongo que algo de ella debe confiar en mí, porque sigue “bancándome”, manteniéndome. Le expliqué que la actuación es una carrera complicada, y que conseguir audiciones para televisión a veces no es sencillo, que estoy en el camino. Me preguntó entonces que cuánto tardaría en conseguir algún trabajo, “¿dos años?”. ¡No!, le dije. “Espero que mucho menos, espero que sea pronto. Tengo que encontrar la manera de hacer dinero”.

Macondo es caluroso. En mayo, el vapor, la humedad y el cemento lo convierten todo en pesadez, llenura. Ellos viven así.  Hay otras épocas en las que la brisa sopla, es más agradable. Pero esta vez ha sido tortuoso.

El domingo fuimos a la playa, ahí se respira un mejor aire. La playa en Macondo tiene la arena negra. Siempre digo que me gusta mucho más Cartagena. Aunque tampoco podría vivir allí.  En Macondo, la gente se acostumbra a que todo sea lúgubre. De chico nunca me gustó, me sentía rechazado. Odiaba el calor. “Uno se acostumbra a todo”. Es lo que nos hace seguir en la ruta, dicen, la capacidad de adaptación. Aunque una cosa es costumbre y otra adaptarse, pienso.

Regreso a esta ciudad, en la que también encuentro hostilidad. Pero es la capital, no hace calor y tiene aires de metrópoli. Es otro tipo de caos. Pienso entonces en qué hacer el fin de semana. Pienso que no he llamado a mi amiga Adela, la actriz, que está haciendo un cortometraje, en el que se supone que yo haría la producción. Pero yo no soy productor, soy actor. Y si no hay dinero de por medio, no quiero hacer nada más que lo relacionado con mi pasión, con actuar y escribir.

Pienso en que el fin de semana habrá fiesta, habrá alcohol en exceso, habrá reencuentro, descontrol. En que si quiero mantener mi promesa, debo ser fuerte. Mucho más fuerte que la tentación.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

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