Bogotá no es Nueva York, Bogotá no es Buenos Aires. Moverse, salir, el peligro, la droga, la falta de dinero. Se me vienen palabras, pensamientos aislados sobre lo que me pasa al habitar esta ciudad.
El anhelo de un amor. El anhelo de actuar. Las horas de un sábado en Bogotá. Uno en el que no estoy afuera, buscando drogas. Aunque la tentación es fuerte. Me quedo encerrado, por mi bien.
Pero quería salir, tal vez ahí afuera conozca el amor, o tal vez con el goce del sexo esta vez sí se vaya el vacío, tal vez esta vez encuentre lo que busco, tal vez esta vez quede satisfecho. La ciudad ahí afuera reclamándome, haciéndome sentir su necesidad de mí, escucho que me llama, que me pide que salga a ver qué hay en ella, a buscar a los hombres, a mezclarme. Pero ya me he mezclado suficiente, ya basta de la inmundicia, he comido cosas asquerosas aquí.
Quiero irme a correr, quiero correr en Buenos Aires, como lo hacía antes, donde lo hacía antes. Quiero hacer ejercicio, al aire libre. Ahora me hace sentir mal toda la grasa, todo el gluten que ingiero. Esa vida que tenía allá. Cada día más lejos. ¿Qué debo hacer para mantenerme motivado? ¿Qué debo hacer para no caer en la nostalgia fácil? La ilusión de lo que haré aquí. Pero me siento tan poca cosa ahora, la falta de ejercicio, la marihuana y la comida grasosa me hacen sentir dejado, mal.
Las imágenes de sexo en mi cabeza, las imágenes del deseo.